Juan David Arias-Henao* y Denisse Roca-Servat**
Resumen: Vivimos en una crisis de múltiples dimensiones que pone en riesgo la continuidad de la vida humana, pero también su interrelación con otras especies. Esta situación exige experimentar con herramientas teóricas y planteamientos metodológicos que permitan repensar la relación ser humano- naturaleza. Una de estas novedosas herramientas es la Etnografía Multiespecies, sobre la cual se han desarrollado diversos estudios desde hace poco más de una década, la mayoría de ellos en la academia anglosajona, y en menor medida en América Latina. A partir de un análisis de literatura académica, en este trabajo se plantea el objetivo de identificar sus técnicas y aspectos teóricos, al tiempo que se señalan sus desafíos actuales. Uno de los principales hallazgos es que la etnografía ha sido pensada principalmente para investigar humanos; sin embargo, la entrada de animales, plantas, microorganismos y algunos dispositivos biotecnológicos al primer plano de las etnografías multiespecies, está animando nuevos debates sobre la importancia de repensar aquello que se denomina «humanidad» y «naturaleza». De igual modo, si bien se encuentra un marco teórico y conceptual multiespecies cada vez más robusto, aún queda espacio para profundizar en nuevos planteamientos metodológicos.
Palabras clave: etnografía multiespecies; relación naturaleza/cultura; no humanos; estudios multiespecies; etnografía.
Abstract: We live in a crisis of multiple dimensions that jeopardizes not only the continuity of human life but also its interrelation with other species. This situation demands experimenting with theoretical tools and methodological approaches that allow us to rethink the human-nature relationship. One of these innovative tools is Multispecies Ethnography, which has been the subject of various studies for just over a decade, most of them in the Anglo-Saxon academia, and to a lesser extent in Latin America. Based on an analysis of academic literature, this paper aims to identify its techniques and theoretical aspects, while also highlighting its current challenges. One of the main findings is that ethnography has been primarily designed to investigate humans; however, the inclusion of animals, plants, microorganisms, and some biotechnological devices in the foreground of multispecies ethnographies is sparking new debates about the importance of reconsidering what is referred to as "humanity" and "nature." Similarly, while there is an increasingly robust multispecies theoretical and conceptual framework, there is still room for further exploration of new methodological approaches.
Keywords: multispecies ethnography; nature/culture relationship; non-humans; multispecies studies; ethnography.
Artículo de revisión/ Review article
Cómo citar este artículo: Arias-Henao, J., y Roca-Servat, D. (2024). Etnografía Multiespecies: teoría, técnicas y desafíos actuales. Jangwa Pana, 23(1), 1-15. doi: https://doi.org/10.21676/16574923.5459
Recibido: 14 /09/2023 | Aceptado: 08/02/2024 | Disponible en línea: 11/03/2024
1 *Politécnico Colombiano Jaime Izasa Cadavid, Colombia – Correo: juandavidariashenao@gmail.com – ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0462-3964
Introducción
La vida en el planeta Tierra empezó con el último ancestro común universal, también llamado LUCA, hace aproximadamente 3500 millones de años. El ser humano como especie, en cambio, se erigió hace tan solo 315000 años y rápidamente se colocó en el centro del orden mundial, dominando a otras especies y transformando los ecosistemas. Sin embargo, como recuerda LUCA, la especie humana no está sola, sino que convive y se interrelaciona con otros millones en la gran trama de la vida. Recientemente, los virus, quienes han sido identificados como cuasiespecies (Lowe, 2010), han logrado interrumpir el monopolio del control antropocéntrico, demostrando una vez más la capacidad de agencia de otros seres más allá de los humanos.
No es un secreto afirmar que la vida se encuentra en crisis. Sin importar cómo se entienden los orígenes de dicha crisis desde diferentes visiones ―el capitaloceno (Moore, 2015a), el antropoceno (Crutzen & Stoermer, 2000), el terricidio (Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, 2022) o la crisis civilizatoria (Lander, 2013) ―, hay algo en lo que esas miradas parecen coincidir: la separación que hace el pensamiento moderno entre la naturaleza y la humanidad es una de las principales causas del problema. Es decir, dicha distinción conduce a una forma material de organizar el mundo que ha llevado a la crisis ambiental contemporánea. Esta situación exige que los investigadores cuenten con nuevas herramientas teóricas, metodológicas y prácticas para responder ante desafíos inéditos (Menzel & d'Aluisio, 2000).
La división entre lo «natural» y lo «cultural», planteada desde el humanismo occidental, proporcionó la lógica a través de la cual se entendió a la especie Homo sapiens como una entidad excepcional que se encuentra separada de los otros seres de la tierra (Pacini-Ketchabaw et al., 2016). Por otro lado, la naturaleza fue caracterizada como una entidad externa y diferente de la cultura, y teorizada en términos mecanicistas como una serie de recursos para ser utilizados por el humano (Brombin, 2019).
Sin embargo, lo que hoy se denomina «naturaleza» no es natural en el sentido de ser independiente de los seres humanos, sus discursos, las consecuencias imprevistas de sus acciones o sus prácticas de dominación y conquista. A medida que el humano llega a todas partes del mundo
con sus impactos, está dejando de lado la idea de una naturaleza «virgen» y separada de la cultura (Singer, 2014). Por lo tanto, la división entre estos dos conceptos ya no explica de manera suficiente las transformaciones permanentes e irreversibles que la humanidad ha causado en la biosfera, al punto que ya no se puede hablar de una naturaleza prístina, sino más bien de biomas antropogénicos (Gatto & McCardle, 2019).
De igual modo, poco a poco se está comenzando a entender de otra forma lo que se llama «ser humano». Ya no se trata de ver la humanidad como algo excepcional y separado de la naturaleza, sino como una entidad que surge a partir de su relación con otras criaturas de la Tierra (Gatto & McCardle, 2019) e inclusive con artefactos tecnológicos y cibernéticos (Haraway, 1985, 2019). El ser humano es, en parte, un cuerpo ensamblado por colonias de microorganismos. Está habitado por cerca de diez mil especies bacterianas, que superan en cantidad hasta diez veces a las células que consideramos «nuestras» y pesan en total alrededor de tres libras, lo mismo que nuestro cerebro (Specter, 2012).
En estos tiempos de crisis planetaria, se han señalado los límites del dualismo entre naturaleza y cultura, adoptando un enfoque materialista y empírico para intentar responder al cuestionamiento de cómo los seres humanos y no humanos participan conjuntamente en la creación de mundos (Escobar, 2014). Las preocupaciones éticas sobre las consecuencias ambientales que trajo el excepcionalismo antropocéntrico han motivado el surgimiento de otras etnografías. Es allí donde se origina la Etnografía Multiespecies (en adelante EM), como un enfoque metodológico para intentar romper la división entre lo natural y lo cultural, y prestar atención a las formas en que humanos y no humanos se constituyen mutuamente a través de relaciones constantes (Ogden et al., 2013).
Teniendo en cuenta lo anterior, este artículo tiene como objetivo identificar, a partir de un análisis de literatura académica, el andamiaje teórico-conceptual, los planteamientos metodológicos y técnicas, así como los desafíos presentados durante los primeros diez años de investigación en EM.
Metodología
Para dar cumplimiento al objetivo propuesto, el artículo describe el desarrollo de la EM durante diez años (2010-
2020). Por un lado, se tomó como referencia inicial el año 2010 puesto que fue el momento de publicación del primer artículo académico en la temática (Kirksey & Helmreich, 2010). Por otro lado, si bien la referencia final fue el año 2020, es cierto que de allí en adelante se han publicado varios trabajos relacionados con la temática, pero se consideró necesario establecer este límite temporal por dos razones: en primer lugar, sería imposible reunir en un solo trabajo académico la totalidad de investigaciones y años de publicaciones en torno a un mismo tema; y en segundo lugar, porque el interés principal de este trabajo es propiciar un panorama ilustrativo de este enfoque etnográfico en su primera década de desarrollo.
Los textos se identificaron en las bases de datos Scopus, Web of Science y Google Académico. En las dos primeras se usaron los conceptos «Multispecies AND Ethnography OR Studies», limitando la búsqueda solo a título, resumen, palabras clave y artículos de revista entre 2010 y 2020. Con este procedimiento se encontró un total de 63 documentos. Luego se complementó el proceso con publicaciones sobre el tema encontradas a través de Google Académico, con los términos «etnografía multiespecies» y «estudios multiespeces», lo que sumó 17 trabajos. También se tuvieron en cuenta 27 artículos o libros recomendados por expertos en la temática, que sirvieron para incluir algunas fuentes latinoamericanas más actuales. En un principio, se obtuvo un total de 107 textos.
Con esta selección, se procedió a definir unos criterios para incluir o excluir los textos que harían parte de la revisión final. En este paso se realizó una matriz en la que se registró información sobre el título, el resumen, el autor o la autora, las principales ideas, los métodos y las reflexiones finales del estudio. Una vez diligenciados estos datos, se decidió cuáles documentos serían analizados. Así, se eligieron artículos pertinentes para alcanzar el objetivo de la investigación que estuvieran escritos en el idioma inglés o en español, que partían de enfoques relacionados con ciencias sociales y que hicieran parte de la literatura científica.
De igual modo, en este paso se tomó la decisión de descartar artículos referidos a otros tipos de etnografía y textos que no se correspondían con la antropología, las ciencias sociales o la etnografía. Se excluyeron también las editoriales, las opiniones y las publicaciones de eventos como seminarios, congresos, encuentros, entre otros. Asimismo, se dejaron por fuera documentos no
revisados por pares. En un paso posterior se evaluó la matriz, lo que dio como resultado la supresión de 30 publicaciones, dejando un total de 77 para su revisión.
Posteriormente, se procedió a realizar una lectura crítica, rigurosa y completa de cada uno de los textos incluidos para elaborar el estudio, definiendo categorías de análisis a través del software ATLAS.ti. De esta forma se pudieron exponer significados encubiertos o subvalorados, así como influencias de corrientes epistemológicas y culturales en la EM. Luego se elaboró este escrito, que contiene la presentación e interpretación de los resultados del análisis del software y se divide en tres partes: la primera se preocupa por las bases teóricas de la EM, mientras la segunda se centra en el uso de sus técnicas, y la tercera presenta una discusión sobre los desafíos, así como algunas consideraciones finales.
Como se sabe, en un trabajo de revisión siempre se corre el riesgo de simplificar debates que son muy profundos. También es posible que se dejen por fuera textos que desde otras miradas podrían considerarse fundamentales. Sin embargo, aquí no se pretende realizar un estudio absolutamente exhaustivo de todos los trabajos y debates, sino más bien dar un panorama ilustrativo para quienes comienzan a acercarse a este tipo de temáticas.
Resultados
Bases teóricas: más allá de la división naturaleza/cultura
La EM es un enfoque metodológico de investigación social y ambiental que busca estudiar las maneras en que se relacionan las vidas de las sociedades humanas y de otros organismos (Kirksey & Helmreich, 2010; Moore & Kosut, 2014). Cuenta con una perspectiva teórica para la comprensión de paisajes multiespecies, que incorpora una visión poshumanista en la que se exploran fenómenos sociales y culturales a través de las relaciones entre las personas y otras criaturas (Parathian et al., 2018). A continuación, se señala de dónde viene este enfoque y cuáles son las influencias teóricas que se corresponden con su surgimiento.
Genealogía e influencias de la etnografía multiespecies El término «multiespecies» se dio a conocer en las ciencias naturales a través del holandés De Ruiter, el alemán Wolters y el estadounidense Moore (De Ruiter et
al., 2005), quienes tuvieron mucha influencia en el campo de la ecología, al describir los diversos patrones de coconstrucción de nichos en los que intervenían varias especies. La entrada de esta noción en las ciencias sociales contribuyó a crear nuevas lecturas del concepto, sobre todo en relación con la forma en que las ecologías alrededor del mundo afectan y son afectadas por el capitalismo (Gatto & McCardle, 2019). Esta idea ha contribuido a entender la manera en que «los medios de vida de múltiples organismos son moldeados por fuerzas políticas, económicas y culturales» (Kirksey & Helmreich, 2010, p. 545), así como el modo en que las diversas especies se encuentran involucradas con la economía política de las sociedades humanas y con todos los procesos de globalización y desarrollo (Singer, 2014).
El artículo seminal de EM fue publicado por los antropólogos estadounidenses Kirksey y Helmreich en el año 2010 bajo el título «The emergence of multispecies ethnography», y fue escrito como resultado de las discusiones realizadas en el «Salón Multiespecies»: una serie de paneles, mesas redondas y galerías de arte que fueron celebradas en el marco de las reuniones anuales de la Asociación Americana de Antropología en los años 2006, 2008 y 2010. Los visitantes del Salón podían experimentar situaciones como el sonido de cucarachas vivas mezclado con sonidos grabados de chimpancés, o imágenes de bacterias transgénicas que compartían espacio con artefactos domésticos, lo que sirvió para crear alianzas entre artistas y científicos sociales en torno al interés común de explorar caminos para superar las dicotomías entre la naturaleza y la cultura (Kirksey & Helmreich, 2010).
La EM surge en medio de las reflexiones poshumanistas que comenzaron a darse desde inicios del siglo XXI en filosofía, arte, literatura e historia y que tratan de descentrar la idea del «humano» como un sujeto singular y externo de «la naturaleza». Esta posición se basa en una visión de la vida como algo que emerge de la interacción de múltiples fuerzas de atracción y repulsión, que causan reconfiguraciones continuas entre diversas especies (Gatto & McCardle, 2019). Tal como señala Descola (2014), el poshumanismo es un proyecto a través del cual se intenta traer de nuevo otros seres a las ciencias sociales, poniendo énfasis en las relaciones humanas con animales, plantas, microorganismos, artefactos e imágenes.
A su vez, el poshumanismo se inscribe en una serie de debates mucho más amplios del llamado «giro
ontológico», que promueve una redefinición de aquello que se entiende por naturaleza desde miradas alternativas a la racionalidad antropocéntrica occidental (Ruiz & Del Cairo, 2016). Este cambio de enfoque es, en cierta medida, subsidiario de los conocimientos no dualistas de pueblos ancestrales, quienes están lejos de pensar lo «natural» y lo «humano» en términos opuestos (Descola, 2014). Diversos conceptos han contribuido a desarrollar las reflexiones de esta corriente, señalando la inexistencia de fronteras entre la sociedad y lo no humano: hibridez, redes, ensamblajes, entramados humano-naturales, mezclas bioculturales, socionaturalezas y, por supuesto, relaciones multiespecies (Durand & Sundberg, 2019).
El giro ontológico es una transformación teórica que surge mayormente dentro de las discusiones antropológicas, pero no se queda solamente en ese campo disciplinar, sino que tiene efectos a nivel de la teoría social en general. Tiene que ver con la reincorporación de dos preguntas clave: ¿qué es lo que existe?, y ¿cómo clasificar aquello que existe? (Holbraad & Pedersen, 2017). Las consecuencias teóricas y políticas de estos interrogantes son muy profundas ya que permiten revisar y discutir ciertos dualismos, como naturaleza/cultura o humano/no humano, lo que también lleva a cuestionar la idea de que la única mirada válida sobre la naturaleza es la que construyó el Occidente moderno. De tal modo se abre la posibilidad política de imaginar múltiples naturalezas existentes y sus formas de clasificación e intervención (Martínez-Dueñas & Perafán- Ledezma, 2017).
En los últimos diez años se ha publicado un número cada vez más creciente de investigaciones relacionadas con EM. La mayoría de ellas provienen de la academia anglosajona, influidas a su vez por varias corrientes asociadas con el arte (Kirksey, 2012), las geografías híbridas (Lorimer, 2012), la ecología de los materiales (Ingold, 2000) y la de las prácticas (Stengers, 2005), los estudios sociales de la ciencia y la tecnología (Latour, 1993; Mol, 2002), las ontologías relacionales (Blaser & De la Cadena, 2009), el «giro animal» (Hurn, 2012), la biosemiótica (Kohn, 2012), el feminismo neomaterialista (Haraway, 2008; Tsing, 2015) y la ecología política posestructuralista (Escobar, 2010).
Borrando la frontera entre naturaleza y humanidad
La EM «es un proyecto que busca entender el mundo como una realidad material, conocible de manera parcial y que emerge a través de relaciones contingentes entre
múltiples seres y entidades» (Ogden et al., 2013, p. 6). Teóricamente, esta etnografía surge como parte de un movimiento amplio de cuestionamiento del dualismo entre naturaleza y humanidad. De igual modo, ha sido el resultado de una reacción frente al colapso del humanismo eurocéntrico (Brombin, 2019). En ese contexto, los etnógrafos multiespecies se han preocupado por estudiar las zonas de contacto en las que se desdibuja la frontera entre naturaleza y cultura, donde los encuentros entre los humanos y otras especies generan ecologías mutuas y nichos coproducidos (Kirksey & Helmreich, 2010).
En suma, la EM muestra la potencia de las otras especies para moldear el mundo y señala que los humanos se construyen a través de las relaciones con otros seres (Ogden et al., 2013). Animales, plantas, hongos y microorganismos aparecen en el primer plano de los relatos, con historias que son a su vez un híbrido de biología y política. Así, en medio de las narrativas apocalípticas sobre la destrucción del planeta Tierra, los etnógrafos multiespecies comienzan a encontrar algunos ejemplos de esperanza biocultural (Kirksey & Helmreich, 2010). Ahora bien: no se trata de una aproximación romántica y armónica de la relación entre diversas criaturas vivas, sino una forma de contar historias desde lugares concretos en donde la excepcionalidad de lo humano se hace difusa (Sotelo, 2016).
Desde este punto de vista, se considera que la naturaleza y la cultura están ligadas de diversas maneras, por lo que mapear y teorizar sobre las relaciones entre humanos y otras especies vivas resulta ser una tarea muy importante (Lloro-Bidart, 2018). Los etnógrafos multiespecies argumentan que los vínculos existentes entre los humanos y otras especies se establecen en contextos domésticos o salvajes, pero también en espacios urbanos, rurales, terrestres o acuáticos. Dichos lazos son muy importantes como para dejarlos por fuera del análisis de las realidades «sociales» (Sánchez- Maldonado, 2018).
En este orden de ideas, la EM se preocupa por entender las interacciones «como un proceso bidireccional (o que va en múltiples direcciones), que afecta cuerpo, mente, comportamientos, vidas sociales y naturaleza de todos los organismos involucrados» (Singer, 2014, p. 1283). Adoptando un enfoque de coconstrucción, busca identificar cómo las entidades se relacionan, enfatizando en estudios locales donde las personas interactúan con sus entornos, demostrando que aquello que se considera
«natural» es constitutivo de lo «social» y viceversa (Brombin, 2019). La investigación de Parathian et al. (2018), por ejemplo, muestra la forma en que el vínculo entre humanos y macacos produce ciertas formas de interacción ecológica que generan nichos, los cuales están superpuestos a su vez al contexto económico, político y cultural.
Repensar «lo humano» y «lo natural»
Ir más allá de la división entre lo natural y lo humano implica repensar lo que se entiende por «humanidad». Los etnógrafos multiespecies proporcionan elementos para una reflexión importante en torno a las formas impredecibles en las que el ser humano está siendo reconfigurado (Brombin, 2019). En este sentido, lo que puede comprenderse como «humano» es un resultado de relaciones y vínculos entre múltiples especies que conforman una continuidad entre naturaleza y cultura o, dicho de otra forma, una «naturocultura» (Durand, 2020; Tsing, 2015) e incluso una «tecnocultura». Donna Haraway lo ha señalado de esta manera:
Amo el hecho de que los genomas humanos pueden hallarse en solo un 10 por ciento de todas las células que ocupan el espacio mundano que llamo mi cuerpo; el otro 90 por ciento de las células está lleno de genomas de bacterias, hongos, protistas y organismos similares que actúan en una sinfonía necesaria para que yo esté viva, algunos de los cuales se alimentan de nosotros sin causarnos ningún daño. Mis diminutos acompañantes me superan en gran número; en otras palabras, me convierto en un ser humano adulto en compañía de estos diminutos comensales. Ser uno es siempre devenir-con muchos (Haraway, 2008, p. 2).
A través de esta nueva mirada de lo «humano», la EM ha llegado a cuestionar la primacía de sus sistemas simbólicos, como es el caso del lenguaje. Más bien, se ha intentado provincializar este último, mirándolo solamente como parte de un universo semiótico más amplio que incluye además diversos signos no verbales que circulan entre múltiples especies (Kohn, 2007, 2012).
De igual forma, hacer EM implica una reconceptualización de lo que se concibe por
«naturaleza» o por «especies no humanas». A medida que se realiza una descentralización de los seres humanos de la comprensión de la realidad, se captura la acción y la agencia de otras especies vivas, reconsiderando el papel que han desempeñado en la vida de las sociedades humanas (Lloro-Bidart, 2018; Martínez-Dueñas & Perafán-Ledezma, 2017). Bajo el lente de la EM, las otras especies son entendidas como sujetos coconstitutivos de
la vida social y no como simple alimento o como parte del paisaje (Moore & Kosut, 2014).
Según la EM, los cangrejos, las abejas melíferas o las cucarachas no deben ser pensados como un objeto de estudio pasivo. Más bien hay que preguntarse por su lugar como sujetos activos de una red de entidades y conjuntos orgánicos e inorgánicos en continuo movimiento, de la cual también hace parte el ser humano (Aroca, 2022; Moore, 2015b). Se trata de una realidad que se construye a través de relaciones
«naturoculturales» de coevolución y de conflictos (Haraway, 2008; Sánchez-Maldonado, 2022). Se podría decir, junto con Latour (2008), que cualquier especie que modifique con su incidencia un estado de cosas es un actor con capacidad de agencia.
Bajo la forma de comprensión de la EM, las especies no se encuentran estáticas en el mundo, sino que establecen una «danza de encuentros» a través de los cuales llegan a ser lo que son. De este modo se intenta deconstruir el dualismo cartesiano entre naturaleza y cultura para establecer un cambio de pensamiento hacia las materialidades como entidades activas, autoorganizadas y vitales (Brondo, 2018).
Técnicas de la etnografía multiespecies
Siendo un enfoque relativamente reciente, la EM es un campo de experimentación y creatividad en el que los investigadores están probando nuevas maneras de acceder a la información. Inclusive existen debates sobre el alcance de la etnografía en sí misma para comprender esta apuesta ontoepistemológica, así como sobre la unidad «especie» para pensar la diversidad de la vida (Hartigan, 2021; Parathian et al., 2018).
Desde los estudios etnográficos, las formas inéditas de hacer este tipo de investigaciones no han dejado de encontrarse con infinidad de problemas y cuestionamientos. Según Lloro-Bidart (2018), acceder y entender los posibles lenguajes de otras especies representa todo un desafío para esta disciplina debido a que la fisiología humana impone limitaciones para aprender y comprender esos otros «idiomas», pero también porque las tradiciones de pensamiento antropocéntricas y humanistas en la cultura occidental han visto a las otras especies como simples objetos sin capacidad de agencia.
En este sentido, Swanson (2017) se pregunta: ¿qué pasa cuando los etnógrafos plantean nuevas preguntas que
empiezan por los no humanos o por sus relaciones con los humanos, en un campo que tiene una larga tradición de empezar por las personas? Esto implica que en la EM la cuestión de los planteamientos metodológicos se vuelve central, lo cual requiere que las prácticas de investigación muchas veces entren en conflicto con las formas tradicionales de hacer etnografía. Ahora bien, el problema no proviene exclusivamente de allí, ya que la EM no solo está desafiada por la tendencia siempre presente de ver a los seres humanos como el foco apropiado de la investigación «social», sino también por el riesgo de antropomorfizar a las otras especies cuando se busca dar cuenta de su agencia (Pacini-Ketchabaw et al., 2016).
La EM ha mostrado ser un reto ya que expone las propias vulnerabilidades de la etnografía tradicional. En este sentido, «es relativamente fácil decir que tenemos que tomar más en serio a los no humanos, pero es bastante difícil saber qué prácticas de conocimiento podríamos utilizar para preguntar acerca de las prácticas no humanas» (Swanson, 2017, p. 85). Las técnicas clásicas de las ciencias sociales permiten, hasta cierto punto, entender las prácticas a través de las cuales los científicos, las comunidades étnicas o los pobladores locales entran en contacto con otras especies; sin embargo, tienden a quedarse cortas para el estudio de esas otras criaturas. Así, si bien desde el punto de vista teórico hay mayor claridad sobre lo que se quiere argumentar desde la EM, en cuanto a las técnicas aún no hay suficiente desarrollo, por lo que la mayoría de investigaciones muestran planteamientos metodológicos generales, pero pocas técnicas específicas.
Por estas razones, los etnógrafos multiespecies han utilizado una combinación de técnicas etnográficas más tradicionales con algunas que han ido surgiendo a partir del propio encuentro con otras especies en el trabajo de campo. A la observación participante, las entrevistas semiestructuradas y el diario de campo, habría que agregar también la atención plena intraespecies, las metodologías móviles de observación, la sensación participante, el diálogo con las ciencias naturales, la investigación multisensorial, la relevancia de las técnicas de registro audiovisual (fotografía, video, audio, dibujo), materiales de archivo que documentan relaciones con otras especies, entre otros. A continuación, se presentan algunos ejemplos de esto.
Atención plena intraespecies
Una herramienta llamada «atención plena
intraespecies» (Moore & Kosut, 2014) permite describir el comportamiento de otras especies a través de múltiples sensaciones que implican el gusto, el sonido, la visión y el desarrollo de los afectos en momentos íntimos que generan conexión, superposición y choque. Así, las zonas de contacto entre humanos y especies no humanas pueden ser desagradables, dolorosas, terapéuticas o placenteras.
En este sentido, la atención plena intraespecies es una práctica de especulación que busca resistirse a las descripciones antropomórficas, intentando salir del humano y llegar a las otras especies. Mediante esta técnica se presta especial atención a la vida cotidiana de estas formas de vida, llegando a estar con ellas en lugar de tratar de diferenciarse de ellas (Moore & Kosut, 2014).
En su estudio sobre apicultores urbanos en Nueva York, Moore y Kosut (2014) trabajaron sobre los enredos entre insectos y humanos, explorando la forma de interpretar y traducir las acciones de las abejas, las cuales se convierten en informantes no humanos y en actores por derecho propio. Esto presenta nuevos desafíos ya que las personas no pueden comunicarse como las otras criaturas, por lo que asumir el riesgo de adoptar su visión del mundo es imposible. Sin embargo, sí es posible hacer afirmaciones sobre su sufrimiento, tal como estas autoras cuando intentan «entrar en la ontología de las abejas». De esa manera, las investigadoras interpelan a través de su percepción de las injusticias, evidenciando el trabajo forzado de las abejas industriales y su estado de migración permanente e inestable relacionado con sus territorios de origen (abejas africanizadas).
Tratar de entender a los otros animales es de cierta manera abandonar la tribu humana y ocupar la posición de esas otras criaturas. No obstante, esto no implica olvidar que se suelen inscribir cualidades humanas para dar sentido a otras especies que incluso en algunos casos se intentan dominar. Como se señaló, los humanos no comparten el idioma o la cultura de las abejas, pero sí participan en espacios íntimos que se negocian con ellas. Por lo tanto, para la EM el trabajo de traducción es primordial. Para ese fin, se puede estudiar la manera en que las personas interactúan con las abejas, y es posible también hacer una deconstrucción de la forma en que los seres humanos entienden el comportamiento de estos insectos, que a menudo se basa en descripciones tergiversadas por el antropocentrismo, asociadas con el género, la raza, las narrativas de la sostenibilidad, el desarrollo, etc. Sin embargo, cabe reconocer que los
investigadores no tienen la capacidad de ver cómo se realizan entre abejas las traducciones acerca de los seres humanos (Aroca, 2022; Moore & Kosut, 2014).
Ahora bien, tal como señala Donati (2019), en ocasiones es necesario utilizar un «antropomorfismo cauteloso» que permita hacer afirmaciones sobre los mundos sociales y emocionales de los animales. Aunque es cierto que se deben tener precauciones en los juicios sobre otras especies, no se puede negar que a ellas les gustaría comer, jugar, socializar y de hecho cuidarse unas a otras. En algunas situaciones, pueden emocionarse, tomar decisiones e incluso «razonar» de manera similar a los humanos. Los animales, en definitiva, son capaces de experimentar muchas cosas que los humanos no pueden entender. Esto demuestra la limitación humana para comprender la experiencia animal, más que la incapacidad de los propios animales para experimentar el mundo.
En otras palabras, un antropomorfismo cauteloso implica tener cuidado al asignar características humanas a otras especies, pero al mismo tiempo reconocer que sí se pueden saber algunas cosas sobre ellas a través de distintas formas de conocimiento y de la propia experiencia.
Investigación multisensorial
El ejercicio de la EM requiere cambiar la representación de las otras especies como objetos de estudio y asumir un compromiso con ellas que implique verlas como sujetos activos de investigación, lo que demanda diferentes hábitos y habilidades. De este modo, la etnografía tradicional no es suficiente; en su lugar es necesario un método de «observación» que no se base exclusivamente en representaciones visuales y textuales. Para ello es necesario dejar atrás por un momento el lápiz y el papel.
Los principios de la etnografía sensorial, como la interconexión de sentidos, el emplazamiento y el conocimiento en la práctica, pueden ser ilustrativos sobre esta nueva forma de hacer etnografía (Pacini-Ketchabaw et al., 2016). La EM enfatiza en «la centralidad del cuerpo y de las experiencias sensoriales como herramientas privilegiadas para comprender y articular la interacción entre humanos y no humanos» (Brombin, 2019, p. 202). Así, la etnografía no se trata solamente de la observación participante, sino de una «sensación participante» (Howes, 2019) o una «percepción participante» (García, 2017).
Hacer EM implica repensar lo que significa el uso de los diversos sentidos. Por ejemplo, la experiencia visual es una de las más importantes y está atravesada por el deseo humano de observar las interacciones con otras criaturas. Sin embargo, desde la EM no se alude a la visión como una herramienta objetivadora de la racionalidad moderna, que estaría regresando al distanciamiento entre un sujeto activo que «ve» mientras hay un objeto pasivo que es «visto». Más bien, el acto de ver implica proximidad, intimidad, afectación mutua y compromiso material con las otras especies a través del contacto directo (Brombin, 2019).
El ejercicio de la escucha y la atención a los diversos sonidos también ilustra muy bien la importancia de los sentidos. Las grabaciones finas de sonidos humanos y no humanos, la selva tropical, glaciares que se derriten, vuelos de pájaros, entre otras, son una herramienta que se torna relevante (Howes, 2019). La investigación llevada a cabo por Fonck y Jacob (2018), por ejemplo, muestra de qué modo estos registros se vuelven fundamentales a la hora de comprender el vínculo existente entre los humanos y las otras especies. A través de caminatas con los «sentidos abiertos» por el bosque, se produce un encuentro temporal y espacial con otros seres que emiten diversos cantos y sonidos.
Asimismo, las sensaciones y las emociones deben tener un lugar central en las técnicas desarrolladas por los etnógrafos multiespecies, ya que es necesario leer la vida emocional de las otras especies, pero también de los propios investigadores. En las EM feministas desarrolladas por pensadoras como Gillespie (2019), la emotividad y lo sensorial se convierten en un asunto político y resultan ser la forma central de conocer y pensar sobre otras criaturas. No obstante, no se puede dejar de reconocer que las percepciones que se obtienen a través de los sabores, los sonidos o el tacto también están atravesadas por el género, la clase social, la orientación sexual o la cultura (Howes, 2019).
La escritura etnográfica se convierte así en una forma de ser mundano. Desde esta perspectiva, escribir es también una forma de captar percepciones, una prosa que tiene una textura fina para describir las sensaciones y emociones propias. Además, los medios audiovisuales como las películas y las grabaciones de audio podrían ser considerados como extensiones de los sentidos, por lo que la etnografía podría ser llevada a cabo fílmicamente (Howes, 2019). Asimismo, las fotografías y los dibujos hechos por los propios etnógrafos pueden describir de
manera muy vívida los encuentros entre humanos y otras especies, capturando la acción de un modo que no es posible señalar únicamente a través de la escritura, lo que termina acercando mucho más la realidad a quienes leen (Eraso-López, 2018; Moore & Kosut, 2014).
El diálogo con las ciencias naturales
Pensar en una relación distinta entre los humanos y otras especies implica investigar a través de una combinación de ciencias sociales y ciencias naturales. Sin embargo, este diálogo aún está lleno de debates y desconfianzas mutuas entre «ambos lados» de las ciencias. Las tensiones entre la EM y las ciencias naturales están presentes en la mayoría de investigaciones, aunque pocas veces se hacen explícitas.
En efecto, existe una tendencia a ver un dualismo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales: las primeras, en su relación con mundos no modernos/indígenas
«animan» al mundo y abren posibilidades ontológicas y políticas, mientras que las segundas son señaladas de
«cosificar» al mundo, creando una visión positivista que refuerza las ontologías modernas dominantes (Swanson, 2017). Además, este diálogo puede generar algo de inquietud debido a la posibilidad de que el cruce de líneas active jerarquías epistémicas históricas, toda vez que el conocimiento natural sigue siendo privilegiado por encima del trabajo en ciencias sociales, particularmente en cuanto a lo producido sobre la «naturaleza» (Lloro- Bidart, 2018).
En todo caso, como diría Swanson (2017), es necesario hacer el papel del impostor: moverse de un lado a otro entre las ciencias sociales y naturales, hacer que los límites sean difusos y contaminar los métodos. Los estudios feministas de la ciencia pueden ayudar en este trabajo, llamando la atención sobre la forma en que la raza, la clase y el género dan forma a las prácticas de producción del conocimiento científico, lo que no implica tomar una posición anticiencia, sino más bien un compromiso profundo con una ciencia «situada» que surge a partir de «perspectivas parciales», rechazando tanto el objetivismo clásico como el constructivismo social (Haraway, 1988; Harding, 1986; Swanson, 2017).
Cuando se trata de habitar mejor los mundos destruidos por la humanidad, hay que comenzar por describir mejor las relaciones multiespecies que suceden en ellos. Este tipo de narraciones requieren a su vez que los etnógrafos sepan mucho más sobre otras especies, lo que implica cultivar un diálogo con los científicos
naturales, los cuales pueden ser colaboradores de aprendizaje sobre los entornos más que humanos (Swanson, 2017). Al respecto, Latour (2004) ha propuesto escuchar a los «portavoces» de los no humanos, que serían aquellos biólogos, agrónomos, zoólogos, virólogos y otros que pueden representar a esos otros organismos. Sin embargo, esta actitud no siempre es suficiente puesto que sus preocupaciones pueden ser muy distintas de las que tienen los etnógrafos multiespecies.
Swanson (2017) señala que también es necesario que los etnógrafos hagan uso de técnicas que han sido probadas en otros campos. Tal es el caso de la geografía animal, donde se han rescatado las historias de algunas especies a partir de dispositivos de rastreo y recolección de datos que pueden ser colocados en animales difíciles de seguir, instrumentos para el registro bioacústico, mapas satelitales o datos geoespaciales, e inclusive el uso de tecnologías para indagar sobre formas de comunicación que están fuera del rango visual y auditivo del humano, o a través de las técnicas de análisis genómico.
En la investigación de Parathian et al. (2018), por ejemplo, se intenta romper las barreras disciplinarias entre las ciencias sociales y naturales a través de un diálogo de perspectivas biológicas de la primatología con las herramientas etnográficas de la antropología, con la finalidad de comprender los resultados benéficos y peligrosos de la relación entre los humanos y otros primates en África occidental. Sin embargo, para el uso de este tipo de técnicas hay que tener en cuenta que no se trata de estudiar a las especies en sí mismas (ya que esto sería de interés de las ciencias naturales), sino más bien de analizarlas en medio del neoliberalismo, el capitaloceno, la crisis ambiental y todas aquellas relaciones que las otras especies establecen con humanos, constituyendo la precariedad de la vida contemporánea.
En síntesis, una revitalización de las ciencias implica que los científicos naturales se involucran en la producción de la teoría social, mientras que los científicos sociales exploran las posibilidades abiertas por los primeros (Smart, 2014). Sin lugar a dudas, los etnógrafos multiespecies pueden beneficiarse mucho de este diálogo, sin dejar de estar alertas a los desequilibrios de poder existentes en las políticas del conocimiento y en la relación entre las diversas formas de hacer ciencia.
Etnografía con enfoque relacional
Según Donati (2019), los estudios de caso tienen un valor particular para la EM ya que se centran en problemas específicos y cuestiones de la vida cotidiana en las que se pueden narrar con detalle los enredos entre especies. Para llevar a cabo sus estudios, los etnógrafos multiespecies también han dado un viraje relacional a las metodologías tradicionales para hacer etnografía, utilizando técnicas como grupos focales o entrevistas a partir de una atención particular hacia las «relaciones» entre especies.
Un ejemplo de lo anterior es el estudio de Bear y Eden (2011), en donde se utilizó un acercamiento a los clubes de pesca en varios ríos del Reino Unido con la finalidad de observar la manera en que se construía la relación entre pescadores y peces. Así, primero abordaron con mayor detalle a algunos pescadores en dos grupos focales y luego hablaron, en un total de sesenta entrevistas, con otros participantes que encontraron en eventos públicos de pesca, usando la técnica de bola de nieve. La metodología utilizada por estos autores no les permitió observar directamente el comportamiento de los peces, pero sí motivó a las personas a reflexionar sobre cómo se acercaban a estos animales y cómo se veían afectados por la agencia de ellos. Aunque este trabajo no fue completamente simétrico en la forma de estudiar los peces y los humanos, cabe destacar que adoptó un enfoque relacional donde se reconocía que ambos afectan y son afectados en una red donde todos los actores (humanos y de otras especies) están en constante relación.
De igual modo, la investigación realizada por Greenhough (2012) sobre el virus que produce el resfriado común, utiliza relatos de aquellos que vivieron y trabajaron en la Unidad de Investigación del Resfriado Común del Reino Unido, complementados con datos de archivos históricos de varios institutos médicos y un registro de entrevistas que habían sido realizadas dos décadas atrás. La información fue analizada con la finalidad de comprender la manera en que se constituían los ensamblajes materiales e institucionales para realizar la investigación de relaciones entre virus y humanos, a través de las cuales se crean «espacios epidémicos» en los que microorganismos, pacientes, médicos, animales, laboratorios, reglamentaciones y otros actores aprenden a vivir con los virus. Para esta autora, en lugar de ver a estos microorganismos como amenazas externas que es necesario erradicar, hay que tomarlos como
«compañeros virales» con quienes se hace necesario aprender a vivir.
Otro ejemplo es un estudio sobre los bosques en Chile, donde Fonck y Jacob (2018) utilizaron técnicas tradicionales como entrevistas semiestructuradas (54 en total) y talleres de conversación, en combinación con la
«observación participante en terreno», que implicó una convivencia cercana con los actores involucrados en la gestión de dichos ecosistemas a través de la participación en sus actividades diarias. De igual modo, los autores recurrieron a las «metodologías móviles de observación participante», que consistían en caminatas cotidianas con los guías, ambientalistas y campesinos de la zona de reserva, lo cual se consideró como una estrategia clave de recolección de información, basada en recorrer los caminos del bosque con los sentidos abiertos siguiendo a expertos en biodiversidad.
Discusión y consideraciones finales
La EM es un enfoque de investigación situado, local y relacional que permite obtener un conocimiento empírico con el objetivo de aprender a estar presentes en un mundo que no es solo humano y sobre el cual no hay soluciones perfectas, intentando que haya mucha más sintonía entre las personas y las demás especies (Pacini- Ketchabaw et al., 2016). Traer animales, plantas, microorganismos y algunos dispositivos biotecnológicos una vez más hacia la etnografía, está animando nuevos debates sobre la necesidad de superar la división intelectual del trabajo entre humanidades, ciencias sociales, ingenierías y ciencias naturales (Smart, 2014), y sobre la importancia de repensar aquello que se denomina «lo humano» y «lo natural».
Sin lugar a dudas, la EM está revolucionando las certezas de diversos campos, entre los que se podrían mencionar la política, el diseño o los estudios de la familia. El significado de la «política», por ejemplo, se desplaza radicalmente cuando se considera la agencia de las otras especies en la producción de colectivos sociales. Por esto, Ogden et al. (2013) han sugerido un enfoque antiesencialista denominado ecología política multiespecies. Mientras tanto, en el diseño, se está cuestionando la atención excesivamente centrada en el ser humano y en los «usuarios», llamando a tener en cuenta a otras especies para diseñar y reimaginar el futuro en la Tierra (Gatto & McCardle, 2019). Asimismo, los etnógrafos multiespecies han demostrado que las
nociones dominantes de la familia humana deben ser reformuladas con la finalidad de comprender el surgimiento de las «familias más que humanas», en tanto se está dando una resignificación de las cuestiones familiares que no solamente tiene en cuenta asuntos de género, sino también las relaciones de parentesco con otras especies (Acero, 2019; Sánchez-Maldonado, 2018).
Ahora bien, las conceptualizaciones poshumanistas y del giro ontológico que se retoman desde la EM están firmemente establecidas, pero sus acciones están llenas de dificultades (Pacini-Ketchabaw et al., 2016). Esto implica que, aunque la investigación en EM crece exponencialmente, aún queda mucho por explorar en términos de las técnicas y planteamientos metodológicos. Como se evidenció en el presente estudio, hay una constante invitación a incluir a las otras especies en los estudios etnográficos; sin embargo, los dilemas de método en estos trabajos tienen todavía un largo camino por delante.
Por ejemplo, cabe pensar en la siguiente pregunta:
¿cómo se podría comprender a las otras especies a través de una metodología que está orientada en gran medida al estudio de lo humano? Este interrogante, de hecho, ha implicado diferentes discusiones sobre la teoría y las técnicas de la EM, entre los cuales han tomado especial relevancia los cuestionamientos a muchos conceptos y procedimientos usados por los etnógrafos multiespecies. Por ello, es necesario reconsiderar el hecho de que aún muchas EM prioricen el conocimiento humano sobre otras especies, en lugar de las realidades materiales vividas por esas otras formas de vida. Esto origina un problema que tiene que ver con la representación de las otras criaturas, ya que la mayoría de etnógrafos no debaten lo que significa que sean los humanos quienes observan y afirman el poder de hablar por «ellos» (Gillespie, 2019).
Lo anterior se manifiesta, por ejemplo, cuando los humanos definen a las otras especies como «no humanos», un concepto bastante frecuente en los estudios de EM. No obstante, decir «no humano» es como usar la expresión «no blanco»: implica la falta de algo, por lo que sigue siendo una categoría notablemente antropocéntrica que se refiere a la ausencia de humanidad (Kirksey & Helmreich, 2010). Además, esta distinción no tiene en cuenta que algunos «no humanos» están dentro de nuestro propio cuerpo y constituyen lo que es humano (Brombin, 2019; Kohn, 2007), así que la adopción de estos términos constituiría de nuevo la
separación dualista entre naturaleza (no humano) y cultura (humano), que por supuesto es difícil de superar.
De otro lado, la EM también presenta serias limitaciones al centrar mayoritariamente su atención al estudio de los animales de sangre caliente y prestar poco interés en aquellas especies de «sangre fría». Así, muchos de los estudios existentes tienden a enfocarse en las relaciones humano-animales cotidianas y sostenidas que se dan en contextos domésticos o de producción. Las especies más estudiadas, entonces, son los perros (Bolton, 2020; Weinberg, 2019), los gatos (Stone, 2019), los caballos (Dashper, 2020), las vacas (Nisly, 2019), los primates (Parathian et al., 2018) e incluso los elefantes (Remis & Jost, 2020). Sin embargo, cuando se trata de los lazos con peces y otros animales de ambientes acuáticos, los contactos son diferentes porque tienden a ser intermitentes y fugaces. Por ende, llama la atención la extrañeza de los cuerpos de los peces y los espacios acuáticos casi «alienígenas» en donde viven, los cuales contrastan con los contextos «aireados» donde viven los humanos. A pesar de esto, no se puede negar la necesidad de estudiar los vínculos de intimidad entre humanos y especies de «sangre fría», lo que continúa siendo una deuda de la EM (Bear & Eden, 2011; Swanson, 2017).
Por otra parte, aún se requiere que las EM vayan más allá del estudio de las relaciones entre otras especies y los humanos. Esto significa que no se trata solo de describir esos momentos de contacto, sino también de comprender cómo las especies se relacionan con otros organismos (además de las personas) y tienen una vida propia aparte de la humanidad. Por ejemplo, para Swanson (2017), las prácticas de los animales incluyen su lazo con la humanidad, pero también superan por mucho ese vínculo. Esto implica que no se debe prestar atención solamente a los encuentros íntimos entre otras especies y personas, sino también a la forma en que esos animales, plantas y microorganismos se constituyen según su asociación con los minerales, al huir de los depredadores, en su flujo migratorio de reproducción, o al actuar bajo la influencia de las estaciones climáticas, etc. De este modo, las historias de los encuentros entre humanos y otras criaturas se inscriben dentro de redes de relaciones multiespecies mucho más amplias.
Con respecto a los dilemas ético-políticos del consumo de carne y otros productos derivados de animales, Gillespie (2019) y Watson (2016) señalan que una de las críticas frecuentes a la EM es que no está claramente
diseñada para alterar las jerarquías entre especies debido a la falta de voluntad de muchos investigadores para cambiar sus propias prácticas diarias de consumo de animales. Estos autores argumentan que, en muchos casos, la EM sigue siendo un método que necesita tomarse más en serio su dimensión ética y política, atendiendo al abordaje y transformación de las injusticias, el sufrimiento y la violencia que los humanos ejercen sobre otras especies, con la participación de los propios estudiosos. Si en última instancia algunos animales solo importan en la medida en que se transforman en comida, la práctica de comer y vivir bien debe considerar de manera más explícita, quién vive bien y quién muere bien bajo las condiciones actuales, y cómo se podrían mejorar dichas condiciones (Donati, 2019; Ginn et al., 2014).
Queda señalar también como reto la importancia de ampliar los estudios en el campo de nuevas especies cyborg, de organismos cibernéticos o robóticos. A medida que los avances tecnológicos van impactando cada vez más la relación con la vida como se conoce para adentrar a la humanidad en la inteligencia artificial, quedan preguntas abiertas sobre los principios y acuerdos éticos, así como sobre la justicia multiespecies (Celermajer et al., 2020) en estos contextos.
De otra parte, cabe observar que, si bien la EM aún presenta muchos retos, con ella se abre una ventana muy importante para realizar este tipo de estudios en América Latina, en especial debido a su alta diversidad biológica y cultural, lo que brinda una posibilidad de relacionamiento multiespecies muy interesante de investigar. En este trabajo se han mencionado varios trabajos latinoamericanos que se han estado haciendo durante los últimos años y, aunque sería imposible mencionarlos todos, es evidente que existe ya una agenda para desarrollar este tipo de abordajes en la región.
En este sentido, se adelantan estudios detallados sobre asociaciones que establecen muchos pueblos con las otras especies. La relación tensa y ambivalente que mantienen los pescadores, los campesinos, los pueblos indígenas y negros con otras especies, no puede ser vista simplemente como una de explotación especista. Estas otras entidades, como vacas, cerdos, mulas, plantas, aves, etc., hacen parte del trabajo y la cotidianidad de las comunidades locales, y en muchos casos se les considera como seres esenciales para la reproducción de la vida.
Solo por poner un ejemplo, en una reciente investigación, De la Cadena y Martínez (2020) examinaron
las prácticas y categorizaciones vinculadas a las vacas en Colombia, analizando cómo estas reflejaban cuestiones sociales y culturales más amplias. Como resultado, destacan las diferencias entre aquellos enfoques utilizados para criar «reses» o «ejemplares», distinguiéndolos y subrayando la importancia de la palabra «raza» en el lenguaje del mundo bovino colombiano. También resaltan la interrelación compleja entre elementos humanos y no humanos, ofreciendo una exploración minuciosa y matizada de las prácticas y clasificaciones asociadas con las vacas, así como de sus implicaciones culturales.
A su vez, hay otras investigaciones recientes realizadas en Colombia que vinculan las dinámicas del conflicto armado con sus impactos sobre la vida de otras especies y entidades no humanas. Es el caso de estudios como el de Pardo (2023) o el de Pinto-García (2022), en los que se destaca la colaboración sensorial entre perros y personas en diversas tareas de desminado humanitario, así como las complejas condiciones de salud, dependencia emocional y lazos afectivos entre soldados y caninos del ejército. De igual modo, el trabajo adelantado por Ojeda y Ruiz (2023) invita a reflexionar sobre actores no humanos, como plantas, animales, sustancias o tecnologías, que se mezclan con las historias de violencia y guerra. En este contexto, pensar la paz y la reconciliación hace necesario también reconstruir las relaciones de cuidado mutuo con otras comunidades más que humanas.
Por último, es importante tener en cuenta que muchas investigaciones similares adelantadas en América Latina y en otras latitudes del mundo, no reciben el nombre de
«etnografía multiespecies» o «estudios multiespecies». Sin embargo, parten de presupuestos ontológicos, epistemológicos y hasta metodológicos muy parecidos, como es el caso de aquellas hechas desde las miradas del
«perspectivismo amerindio» (Viveiros, 1996), el
«multinaturalismo» (Martínez-Dueñas & Perafán- Ledezma, 2017), el «pensamiento indígena» (Green, 2011) o el «afrolatinoamericano» (Bispo, 2015). Por lo tanto, también se deben tener en cuenta estos trabajos cuando se estudia la relación naturaleza/cultura en la región.
En síntesis, este trabajo llama la atención sobre la importancia de abrir los diálogos con respecto a la EM, para continuar aportando en la producción de nuevas aproximaciones epistemológicas, ontológicas, metodológicas y prácticas. La EM emerge como una
posible avenida para recrear vida interrelacionada en medio de unas condiciones planetarias de existencia cada vez más degradadas.
Contribuciones del autor
Juan David Arias-Henao: búsqueda de documentos en bases de datos, ordenamiento y sistematización de información, análisis de información, esquema del texto, redacción, corrección de estilo, debate teórico y metodológico.
Denisse Roca-Servat: búsqueda de documentos en bases de datos, análisis de información, esquema del texto, redacción, corrección de estilo, debate teórico y metodológico.
Declaración sobre conflictos de interés
Esta investigación fue realizada sin ninguna influencia de agentes externos, ni de intereses personales del equipo de investigación que hayan afectado la rigurosidad científica del estudio. Los resultados que aparecen aquí son producto del proceso de revisión de literatura académica en el tema, y sus autores manifiestan no tener ningún conflicto de interés.
Agradecimientos
Agradecemos a las y los pares evaluadores anónimos, que leyeron atentamente este escrito y compartieron su valiosa retroalimentación, la cual permitió enriquecer de manera significativa el mismo.
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