Colombia y el neoliberalismo: de la impugnación social a la reproducción tecnocrática

Colombia and neoliberalism: from social contestation to technocratic reproduction

José Daniel Saade Figueroa
Universidad La Gran Colombia, Colombia – Correo: jose.saade@ugc.edu.co
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3990-0298

Diego Arturo Cortés Valencia
Universidad Nacional de Colombia, Colombia – Correo: diacortesva@unal.edu.co
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3705-6492

Cómo citar este artículo: Saade-Figueroa, J. D., y Cortés-Valencia, D. A. (2024). Colombia y el neoliberalismo: de la impugnación social a la reproducción tecnocrática. Jangwa Pana, 23(1), 1-12. doi: https://doi.org/10.21676/16574923.5369

Recibido: 29/06/2023
Aceptado: 11/03/2024
Disponible en línea: 10/04/2024

Artículo de reflexión/ Reflexion article


Resumen

El presente artículo reflexiona sobre la vitalidad del neoliberalismo en Colombia, país que apenas en 2022 eligió su primer gobierno que, al menos declarativamente, se propone impugnar dicha orientación económica. La idea central sobre la que versa la reflexión es el rol de la tecnocracia y cómo esta surge. Por lo tanto, se examina la enseñanza de la economía en el país y se encuentra que su característica principal es la preponderancia de la corriente ortodoxa como única o principal. Derivado de lo anterior, la economía se presenta como apolítica y técnica, cuestión que se problematiza con miras a plantear que esa formación y su rol en el Estado hace difícil realizar cambios en la política económica del país.

Palabras clave: neoliberalismo; economía ortodoxa; economía política; tecnocracia.

Abstract

This text reflects on the vitality of neoliberalism in Colombia, a country that only in 2022 elected its first government that, at least declaratively, aims to challenge this economic orientation. The central focus of the reflection is the role of technocracy and how it emerges. Therefore, the teaching of economics in the country is examined, revealing that its main characteristic is the predominance of orthodox economics as the sole or principal approach. As a result, the economy is presented as apolitical and technical, an issue that is problematized with the aim of arguing that this formation and its role within the State make it difficult to implement changes in the country’s economic policy.

Keywords: neoliberalism; orthodox economics; political economy; technocracy.


Introducción

El presente artículo reflexiona sobre la vitalidad del neoliberalismo en Colombia, país que apenas en 2022 eligió su primer gobierno que, al menos declarativamente, se propone impugnar dicha orientación económica. Esta corriente tuvo sus primeros brotes a nivel nacional a finales de los setenta, bajo el gobierno de Alfonso López Michelsen, pero realmente se consolidó con la llamada apertura económica de César Gaviria en los noventa (Díaz, 2011). Lo particular de la experiencia neoliberal colombiana es que no fue implementada dentro de una dictadura ni de esquemas libertarios; es decir, en este caso en concreto el neoliberalismo no ha derivado en fórmulas puras de mercado. Desde la Constitución de 1991, la norma en el país ha sido la cohabitación de políticas neoliberales con una aceptada intervención pública.

Incluso el neoliberalismo se ha adaptado a una formulación constitucional cuyos elementos dogmáticos le son en ocasiones contradictorios (Cruz, 2010; Díaz, 2011; Mejía, 2020; Saade, 2021). Esta situación ha dado lugar a una gran puja entre los sectores aperturistas y la Constitución, revolviéndose en reformas con mayor prelación del mercado en la misma carta magna. Un ejemplo es el llamado criterio constitucional de sostenibilidad fiscal, según el cual deben existir compromisos de reducción del déficit fiscal que aseguren el pago de la deuda, entre otros.

El escenario descrito ha hecho que la agenda de tanques de pensamiento neoliberales, como Fedesarrollo, suelan argumentar que los problemas económicos y sociales del país se deben a la falta de liberalización y a la poca escucha ante la técnica económica por móviles políticos. En palabras del exdirector de Fedesarrollo Juan José Echavarría (2001), «las reformas adelantadas en Colombia en 1990-1994 resultaron tímidas, y no fueron profundizadas» (p. 97). En estos círculos, a los cuales se les aclama por técnicos y constituyen la llamada tecnocracia, se va más allá, pues en ocasiones niegan la existencia misma del neoliberalismo.

El neoliberalismo colombiano ha gestado y afianzado soluciones mixtas para la protección social y la educación, por mencionar los ejemplos más visibles (Giraldo, 2007). Si bien es predominante el esquema de subsidio a la demanda y el ámbito promercado, este cohabita con intervenciones públicas, muchas veces focalizadas, las cuales se conciben aceptables. No obstante, la crítica social a sus postulados ha venido dándose desde algunos académicos y, sobre todo, desde los movimientos sociales. De cualquier modo, el neoliberalismo sigue en pie.

La especificidad del neoliberalismo en Colombia hace que su experiencia sea motivo de estudio, y al respecto cabe preguntarse por el carácter rupturista del Gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. Sin embargo, el interés va más allá de esta voluntad política; lo que llama la atención es el ámbito de las ideas en la sociedad colombiana. Por dicha razón, esta reflexión versa sobre la enseñanza de la economía predominantemente guiada por la ortodoxia.

También es preciso evaluar cómo este saber ortodoxo no se queda solo en los departamentos de economía, sino que se imparte mayoritariamente en los cursos de dicha disciplina dentro de otras ciencias sociales; principalmente, la ciencia política y el derecho (Maya, 2013): materias que se asumen integrales del gobierno y base de varios de los llamados tecnócratas. El resultado de este fenómeno ha sido que las políticas públicas derivadas de esa enseñanza constituyen elementos de reproducción del neoliberalismo en el país, muy a pesar de los intentos de algunos académicos críticos y los cambios en la orilla ideológica del Gobierno.

El planteamiento principal consiste en exponer cómo el neoliberalismo en Colombia se ha institucionalizado en forma tal que se reproduce y garantiza mediante una enseñanza específica en las facultades de Economía de las que se consideran las mejores universidades del país. En este sentido, conviene tener en cuenta que estas instituciones son, precisamente, de las cuales también egresan los principales responsables de las carteras económicas del Estado (Castillo-Reina & Pico, 2022).

El estudio propuesto partió entonces de revisar los programas de Economía de las mejores universidades colombianas según distintos rankings internacionales. En complemento, se realizaron entrevistas a estudiantes, docentes y egresados, las cuales denotan que el sentido común de gran parte de los policy makers está altamente influido por el presunto carácter apolítico y técnico de la economía principal.

En consecuencia, este ensayo ve que la falta de pluralidad en la enseñanza de la economía ha facilitado la vitalidad del neoliberalismo. Es decir, la llamada tecnocracia, formada en las principales universidades del país, es una garantía de reproducción de esta corriente. Parafraseando a Colin Crouch (2012), se plantea que la extraña no muerte del neoliberalismo en Colombia obedece a factores sistémicos e ideacionales, los cuales le han dado tan buena salud a las políticas promercado.

La estructura del texto, en la que se incluye esta introducción, consta de una delimitación teórica sobre el neoliberalismo y sus expresiones en la tecnocracia. Enseguida, se realiza una descripción de la metodología, la cual se divide en el análisis de entrevistas y el de programas académicos. Posteriormente, se abordan el rol de los economistas en el Estado, la enseñanza de la economía y la importancia de la economía política, y finalmente se presenta la conclusión-discusión.

Definiendo la tecnocracia: negación ideológica y racionalidad científico-técnica

Entre los enfoques convencionales del desarrollo económico se plantea una idea de ciencia aséptica, cuyos postulados se basan en la ilusión tecnocrática donde la problemática de la pobreza u otras solo requieren una solución técnica, dejando de lado la estructura política y social en los países (Easterly, 2013). La tecnocracia es la materialización de la separación de la economía de su vieja denominación: economía política. Esta diferenciación no es un asunto menor, pues desde el momento en que se empezó a usar solamente el término «economía» la disciplina se ha presentado como un campo de mayor cientificidad, un saber sin ideología, sin consideraciones sociales; en definitiva, una técnica.

El cambio paradigmático entre la modernidad ―y con ella el auge del positivismo― se expresa en el ideal de un Gobierno racional, un Gobierno de los técnicos que saben lo correcto pues estos son científicos y su decir es la verdad. Los científicos presentan leyes, verdades sobre el funcionamiento de la economía, todas estas basadas en evidencias y jamás en convicciones sobre lo normativo, lo justo o cualquier otra índole.

La economía no es ―ni puede ser― una ciencia en el sentido estricto de la palabra, que es el de las ciencias naturales y las formales. Sin embargo, la tecnocracia pretende que sea más parecida a una ciencia natural que a lo que es: un campo envuelto en las dinámicas y las contradicciones del mundo social. Esta postura se fundamenta en una concepción del radio de acción y del método de la ciencia, de las relaciones entre la ciencia y la técnica, y del papel social de la técnica, según la cual es real solamente aquello que es cuantificable, comprobable empíricamente y manipulable.

Al respecto, Santiago Armesilla (2024) plantea que la economía

es una disciplina del conocimiento absolutamente ideológica, construida bajo la apariencia de «ciencia» para justificar, ad aeternum, el modo de producción capitalista como algo «natural». Que a lo máximo que puede aspirar es a ser una tecnología política, que administre los recursos naturales y artificiales de manera recurrente y estable. Pero la tecnología es la forma en que las ciencias naturales y sus verdades empíricas se organizan en orden a reproducir el orden social capitalista («ley del valor»). Por tanto, la economía política es la ideología que justifica el uso de la tecnología a nivel político por parte del Estado capitalista y de la clase burguesa.

En el contexto del manejo económico colombiano, vale mencionar que los tecnócratas se autoidentifican como tales. Ser técnico se presenta como algo superior: se es científico y no político. El actual presidente colombiano, quien recientemente prescindió de varios técnicos de su Gobierno, condensó su postura en la siguiente frase en su cuenta de X: «Tecnocracia es supuestos técnicos en el poder. Democracia es el pueblo en el poder. En la primera el pueblo le sirve a los supuestos técnicos, en el segundo los técnicos sirven al pueblo» (Petro, 2024).

Ahora bien, la definición del presidente y la relación que hace es errónea: la tecnocracia no es la técnica en el poder; es una forma de poder. También es parte del Gobierno toda vez que la democracia per se no controla la técnica; al contrario: la tecnocracia se vuelve parte del modelo democrático y es una racionalización del Estado correcto y eficiente y, por tanto, las democracias profundas generan pactos duraderos que solo pueden existir en virtud de la prelación de la técnica. Cecilia López criticó al mandatario dando cuenta de su apego a cierto tipo de tecnocracia: «Vamos a caer en un activismo que destruye lo que potencia una transformación» (García, 2024).

Los funcionarios de origen no técnico no son bien vistos en los Estados modernos, pero lo que se problematiza es que la técnica no es neutra; es parte de la economía principal. De forma que el enfoque ortodoxo en esta disciplina es la fuente de la técnica, el libro mágico de una especie de logia de cuidadores de un magno saber. Se trata, más bien, de un saber experto, en la clásica visión focultiana del saber poder.

El tecnócrata se caracteriza por su enfoque técnico-científico en la toma de decisiones, deslizándose aparentemente de la política y las ideologías. Se presenta a sí mismo como neutral y guiado únicamente por criterios científicos. Sin embargo, a pesar de esta imagen, el tecnócrata ha desempeñado un papel importante en la legitimación de diversos regímenes políticos. A través del simbolismo de la experiencia y de conocimientos que van más allá de su especialidad, influye en dimensiones sociopolíticas que trascienden lo técnico-científico.

El poder es lo que justifica la experticia de los técnicos en la economía. A modo de ejemplo, Sebastián Andrés Rumié (2019) plantea lo siguiente:

El poder efectivo que el tecnócrata detenta no es permanente, sino que está garantizado temporalmente por el poder de las élites políticas que gobiernan. En tal sentido, la influencia tecnocrática solo deriva del requerido dominio de ciertas áreas especializadas del conocimiento que las élites dirigentes estiman necesarias para gobernar en condiciones de emergencia. Por ejemplo, si el problema que enfrenta una sociedad es la hiperinflación, entonces los que mejor saben cómo combatir ese mal los expertos podrían contar con una irresistible demanda por parte de los poderes políticos que buscan superar dicha amenaza (p. 141).

En síntesis, las características de la tecnocracia son (Rumié, 2019):

Actores desarraigados de política e ideologías y que afirman que el accionar de políticas públicas sigue criterios neutrales.

Estudios principalmente fuera del país y experiencia laboral en think tanks u organizaciones público-privadas.

Garantizan su poder con base en la influencia que tengan sobre las élites políticas que gobiernan.

No se concentran en una sola área de especialidad, sino que avanzan en otros aspectos y problemas sociopolíticos, manteniendo aún una apariencia simbólica de pericia o experticia en todo lo relacionado con toma de decisiones de políticas públicas.

La economía ha sido una disciplina con predominio de las características de la tecnocracia. De este modo, ha acogido a profesionales que se forman en instituciones de élite a nivel nacional e internacional, con poderosos think tanks en el país que inciden en la formulación de políticas públicas. Un caso emblemático fue la tecnocracia neoliberal de los Chicago Boys en Chile, donde promovieron el beneficio del Estado mínimo y las ventajas del mercado en optimización de la economía nacional, aunque aún requiriendo la planificación tecnocrática (Rumié, 2019). Por esta razón, a continuación, se detallarán las características de los programas de formación económica de Colombia y su relación con los tomadores de decisiones en las principales instituciones públicas del país.

Materiales usados

El presente texto hace parte de la agenda de investigación de sus autores: por un lado, el interés por la economía política y su lugar en la enseñanza de la economía y, por otro, los estudios sobre el neoliberalismo con características colombianas. Este trabajo se focalizó en las universidades cuyos programas de Economía, según el QS World University Ranking, el Shanghai Ranking y el Times Higher Education, eran considerados los mejores del país a febrero de 2023.

Las universidades que integran estos tres escalafones son: Universidad de los Andes, Universidad Nacional y Universidad Javeriana. Todas estas instituciones son de Bogotá, lo cual, siguiendo a Castillo-Reina y Pico (2022), no debe extrañar ya que en Colombia la movilidad social y la educación no van de la mano. Además, salvo la Nacional, son las instituciones de educación superior de mayor valor y las ubicadas en la capital las que acceden a cargos de decisión política.

De las tres universidades mencionadas, se revisaron los programas de Economía en cuanto a su misión, visión, perfil de egresado, costo y, sobre todo, malla curricular. Como complemento, se realizaron cuatro entrevistas y finalmente se revisó literatura relacionada al rol de la tecnocracia colombiana y el neoliberalismo. En similar sentido, se tomaron en cuenta trabajos sobre la enseñanza de la economía en Colombia. En síntesis, el texto se elaboró mediante métodos cualitativos como la revisión documental, la revisión bibliográfica y entrevistas semiestructuradas.

Los entrevistados fueron seleccionados mediante azar en los campus universitarios y en redes sociales. Se les plantearon fecha y formato de la entrevista y se solicitó su previo consentimiento del estudio. Para efectos de privacidad, los nombres de estos participantes son sustituidos por las letras A, B, C y D. Estos diálogos se analizaron conforme a una matriz en la cual se plantearon tres categorías derivadas de las conversaciones: 1) la teoría económica, 2) los métodos de la economía, y 3) la relación de la economía con la política.

Análisis de entrevistas

La entrevista con (A), representante estudiantil y estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Colombia, arroja interesantes reflexiones sobre la enseñanza de esta disciplina en Colombia. Por una parte, (A) destaca la importancia de abordar este campo desde una perspectiva más teórica e histórica, enfocándose en las definiciones fundamentales y los debates subyacentes en el área.

Así, según (A), la enseñanza de la economía debería concentrarse en comprender conceptos como el mercado, la producción, el capital, el trabajo, el valor y la moneda. Estas definiciones, a menudo utilizadas con naturalidad, requieren un consenso claro para evitar confusiones y permitir un avance más sólido en la ciencia económica. En lugar de centrarse excesivamente en la econometría y la estadística, (A) sugiere que estas disciplinas sean más adecuadas para aquellos que estudian probabilidad y estadística (A, comunicación personal, 2023).

Chang (2014) destacó que la economía tiene algo singular. Si bien, como en todos los campos de estudio, sus practicantes creen que su hacer es único, especial y útil, en la economía esto no es de enorgullecerse; todo lo contrario:

nos avergüenza. Porque lo que hace que la economía sea tan singular es el hecho de que es la única disciplina académica en la que un número significativo y cada vez mayor de estudiantes están rebelándose en contra del contenido de sus cursos de grado (Chang & Aldred, 2014, p. 5).

El alegato de Chang y Aldred (2014) hace referencia a protestas de estudiantes tras la crisis de 2008 en Reino Unido. Guardando las proporciones, puede verse que las quejas sobre el contenido de la economía no solo vienen de estudiantes que ven distancias entre la cátedra y la realidad que viven.

Por su parte, (B) plantea que la premisa de la economía como un saber técnico y apolítico es muy fuerte y cuestionable. Según este participante, ser técnico en la materia es difícil ya que siempre hay decisiones políticas involucradas:

Permíteme darte un ejemplo. Cuando trabajaba en una entidad del Gobierno, se me pidió medir cuántos turistas nuevos habían llegado a Bogotá, es decir, cuánto había crecido el turismo. Presentamos la cifra técnica, pero la instrucción que recibimos fue que teníamos que aumentarla. Entonces, entramos en una discusión técnica sobre cómo definir un turista, pero ¿cuál era la intención detrás de esa instrucción? (B, comunicación personal, 2023).

El poder de los expertos es la esencia de la tecnocracia. El saber es un validador de decisiones políticas que se asumen como las mejores pues son respaldadas por la ciencia y no por la mera orientación política. Siguiendo a Haydée Ochoa y Alejandro Estévez (2006),

la técnica tiene que ser un instrumento al servicio de la política democrática y no un «proyecto político autonomizado» de las bases y los objetivos sociales. Y la actividad humana capaz de llevar adelante esta tarea, tanto desde el punto de vista deliberativo como del práctico, sigue siendo la política (p. 17).

(A) destaca que la economía no es un saber técnico y apolítico en su totalidad. Aunque reconoce la relevancia de herramientas matemáticas y estadísticas en el análisis de esta índole, considera que la disciplina está intrínsecamente vinculada a la política. Argumenta que este campo de estudio nace como una necesidad de la política y se dedica a examinar la distribución y la producción. Por lo tanto, es difícil separar la carga política de la economía y sugiere que existen otras disciplinas más adecuadas si se busca un enfoque apolítico y técnico (A, comunicación personal, 2023).

En efecto, la economía, aunque sea considerada una disciplina técnica, siempre tiene una intención política. Desde la academia, los economistas buscan posicionarse y participar en debates políticos a través de centros de pensamiento y realizando investigaciones. Además, es cada vez más común que los grupos de estudios económicos de bancos y otras instituciones financieras emitan sus propias conclusiones y busquen influir en discusiones políticas.

Un ejemplo reciente fue el estudio del Grupo de Análisis del Mercado Laboral del Banco de la República (Grupo de Análisis del Mercado Laboral [GAMLA], 2023) sobre los posibles impactos en pérdida de empleos formales de la propuesta de reforma laboral del Gobierno de Gustavo Petro. A pesar de que el documento dice que «las opiniones y posibles errores son responsabilidad exclusiva del autor y sus contenidos no comprometen al Banco de la República ni a su Junta Directiva», el gerente de esa institución asistió a audiencias públicas en el Congreso defendiendo las conclusiones del documento, lo cual da una validación importante a los planteamientos de dicha publicación, que se sustentan en una construcción técnica debatible.

En relación con las discusiones en la economía, (A) enfatiza que aún persisten y están abiertas en gran medida. Menciona el ejemplo del multiplicador keynesiano, cuya aplicabilidad en el corto y largo plazo, a pesar de que existe cierto consenso, aún se discute. Además, señala que las nuevas ramas de esta área, como la economía experimental, también generan discusiones profundas sobre metodologías y fundamentos (A, comunicación personal, 2023).

Tomando en cuenta estas reflexiones de (A) y (B), se puede concluir que la enseñanza de la economía en Colombia debería adoptar un enfoque más teórico, histórico y conceptual. Es preciso abordar los debates y las definiciones fundamentales de la disciplina, proporcionando a los estudiantes una comprensión sólida de los conceptos clave. Asimismo, es crucial reconocer la relación inherente entre la economía y la política, evitando la separación artificial de ambas áreas. Al fomentar un enfoque teórico y brindar un análisis crítico de las implicaciones políticas en la economía, se puede promover un desarrollo más completo y enriquecedor de este campo en Colombia.

Otro hallazgo interesante resulta del hecho de que (A) y (B) tomaron cada uno asignaturas de ciencias sociales y además sus historias de vida los acercaron a carencias que no son usuales en estudiantes de las llamadas universidades de élite en Colombia. Estos elementos también deben considerarse para analizar sus respuestas.

La economía tradicional se enseña como algo difícil y más cercano a la física que a las ciencias sociales, lo que en parte es el soporte de su apoliticismo y su tecnicidad (Chang, 2014). (C), economista del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, destaca la necesidad de comprender que la economía va más allá de los modelos de equilibrio general y la maximización individual (C, comunicación personal, 2023).

(C) propone un enfoque teórico que vincule el análisis económico con las relaciones políticas y sociales. En ese sentido, sugiere incorporar perspectivas interdisciplinarias, como el marxismo y el institucionalismo, que permitan un análisis más profundo de las complejidades económicas. Al respecto, afirma: «Creo que debería empezar a vincularse otro tipo de análisis de relaciones políticas y sociales. Una cosa más interdisciplinar, que no necesariamente acabe con la economía neoclásica, pero por lo menos sí la transforme» (C, comunicación personal, 2023).

En la entrevista realizada a (D), una estudiante de economía en la Universidad Javeriana, se abordaron varios aspectos relacionados con la enseñanza de esta disciplina y su conexión con la política. Esta participante mencionó que la economía se diferencia de otras ciencias sociales por su enfoque cuantitativo y matemático, utilizando herramientas como la estadística y las regresiones para asociar comportamientos de variables (D, comunicación personal, 2023).

Si bien ambos entrevistados ven la economía dentro de las ciencias sociales, el primero encuentra una corriente de pensamiento principal que busca alejarse de ese vínculo. En cambio, (D) plantea que la matematización es el rasgo distintivo de la economía. Para esta última, resulta de importancia fusionar la parte econométrica con las teorías micro y macroeconómicas desde el principio para comprender la intuición detrás de estos postulados y su aplicación en situaciones concretas. También resaltó la necesidad de introducir la estadística desde los primeros semestres ya que el manejo de datos es fundamental en la disciplina (D, comunicación personal, 2023).

En relación con la politización de la economía, (C) argumenta que la economía no es un saber apolítico. Reconoce que existen sesgos y supuestos políticos en el análisis económico y sugiere que esto debería abordarse en la enseñanza de la disciplina. Así, afirma: «No creo que sea apolítico, porque igual hay supuestos, hay sesgos. En ese sentido, es muy político, más bien siento que el análisis económico es muy político» (C, comunicación personal, 2023).

(D), entretanto, señaló que, aunque la economía se considera un saber técnico, no puede ser completamente apolítica. Si bien se buscan primordialmente la eficiencia y la cuantificación de variables económicas, existen elementos políticos presentes en el campo, como la ética organizacional, la historia económica y el pensamiento crítico orientado al bienestar social (D, comunicación personal, 2023). La economía considera lo técnico, pero también toma en cuenta aspectos políticos en su formación.

En suma, las cuatro entrevistas muestran un estrecho vínculo entre la economía y la política. También dejan ver que la enseñanza de la disciplina está sesgada hacia una sola corriente de pensamiento como fuente principal. En palabras de (B):

Yo vengo de una escuela. Estoy hablando de los Andes. La universidad de los ministros de Hacienda. Yo estudié becado en la universidad. Entonces fue llegar a un contexto socioeconómico y sociocultural muy diferente en el cual yo habitaba, en el cual crecí. Digo esto pues quizá por eso yo tenga una mirada y una apreciación diferente a la de muchos de mis compañeros.

[…] tuve la fortuna de tener profesores muy queridos; otros no tanto, pero personas de mucha trayectoria. Te voy a dar algunos nombres. Es decir, al mismo Alejandro Gaviria, Guillermo Perry, personas que todavía en la academia son muy importantes. Marcel Eslava, Leopoldo Ferguson. Pero en economía todos tendían hacia lo tradicional (B, comunicación personal, 2023).

De los cuatro entrevistados, tres trabajan hoy en agencias de Estado encargadas de temas económicos. La pregunta que queda es: ¿cómo son los directivos y cuál es la dirección económica por la que guían al país? Por lo que se puede ver, la hegemonía de la ortodoxia y su cualidad de disfrazar la política en técnica hace parte de los currículos de estudio. A continuación, se revisan los programas de las universidades seleccionadas para esta reflexión.

Análisis de programas

La oferta de programas de Economía no era relevante hasta la década de 1930, como una respuesta a la necesidad de formar personas especializadas en la dirección de las nuevas instituciones como el Banco de la República (Mayor & Tejeiro, 1993, citados en Castillo-Reina & Pico, 2022). Para 2020 existían ya setenta programas de Economía ofertados en todo el país, pero solo unos son considerados de alta calidad. Sobre los resultados de las pruebas Saber Pro, Castillo-Reina y Pico (2022) afirman: «los mejores puntajes son obtenidos en su mayoría por Universidades privadas […]. Salvo la Universidad Nacional (sede Bogotá y Medellín), el resto de las universidades públicas están por debajo del Top 15».

La disputa de formación y orientación teórica de las facultades de Economía en Colombia ha reflejado la pugna en donde hay presiones económicas y políticas por cómo orientar estos programas, principalmente en las instituciones que son de élite, o de alta calidad privada. Esto lo ilustra por ejemplo el episodio en la década de 1990 en el que el economista Eduardo Sarmiento Palacio, en ese momento decano de la Facultad de Economía de los Andes, renunció irrevocablemente (El Tiempo, 1994) por mantener sus críticas a las políticas neoliberales que se habían empezado a implementar desde la apertura económica, lo cual promovió presiones desde el Ejecutivo «para silenciarlo o al menos impedir que siguiera divulgando sus ideas en los medios de comunicación» (Sierra, 2021).

Revisando los programas de las universidades seleccionadas en 2023 para esta investigación, en los aspectos de la presentación de la carrera, el perfil del egresado y la visión del programa es notable que solo la Universidad Nacional realiza una mención a la necesidad de enfoques globales e «interdisciplinarios con otras ciencias» como característica de su programa. La Javeriana, por su parte, menciona la importancia del perfil del aspirante con conocimientos en «humanidades, historia, filosofía» y la Universidad de los Andes, a su vez, plantea que el egresado tendrá un dominio de «la historia de los hechos y de la disciplina», pero no indican nada adicional a un enfoque de múltiples disciplinas.

La Universidad de los Andes es la única que centra la exposición de sus egresados en la demanda laboral. Recalca que estos «ejercen importantes cargos» en sectores como el de hacienda y otros ministerios, el Departamento Nacional de Planeación o el Banco de la República. También destacan la presencia de sus graduados en el ámbito privado, como en entidades multilaterales o el sector financiero nacional e internacional, y además en la academia.

Con respecto a los créditos, la Javeriana tiene 160 en toda la carrera, de los cuales apenas 19 (12 %) corresponden a historia, pensamiento económico, derecho, filosofía y teología. No hay nada de economía política y, si bien contempla otras materias electivas y optativas, no queda clara la oferta diversa de la institución. La Universidad Nacional, sede Bogotá, tiene 151 créditos del total de la carrera, de los cuales 24 (16 % del total) están relacionados con historia, pensamiento económico y economía política. Por el lado de los Andes, de 132 créditos en total de la carrera, apenas 12 (9 %) son de historia, y ninguno aborda la política; solo cuenta con una materia de Constitución y Democracia.

La falta de pluralidad en los currículos y la homogeneización de los programas de Economía por seguir el ejemplo que marcan las facultades de más alta calidad en el país, como las que se revisaron en este artículo, genera un fenómeno de validación y revalidación autorreferenciadas. Al respecto, María Esperanza Cuenca Coral (2010) destaca que en el consenso macro la síntesis neoclásica se hace aún más inquebrantable cuando la economía se enseña distanciada de otras ciencias sociales.

Este fenómeno se profundiza en la medida en que espacios de trabajo profesional de mayor prestigio, tanto públicos como privados, priorizan y concentran la contratación de personas que tienen un tipo de formación específica. Como se verá en el siguiente apartado, para el caso de las instituciones de política económica más importantes del país, la concentración de profesionales de una o apenas un puñado de facultades confirma que existe un sesgo de validación también desde los cargos públicos más importantes.

El rol de los economistas en dependencias económicas del Estado

Después de los abogados, los economistas son los que ocupan con mayor frecuencia cargos en los ministerios (Salas et al., 2021, citados en Castillo-Reina & Pico, 2022). Desde el año 1985 se han nombrado dieciséis ministros de Hacienda distintos, de los cuales tres han sido ministros en dos ocasiones. Del total, trece son egresados de universidades privadas, y los otros tres, de instituciones extranjeras. A su vez, más de la mitad (nueve exministros) son de la Universidad de los Andes. El único con estudios en una universidad pública colombiana ha sido el recién nombrado ministro Ricardo Bonilla, que cursó unos semestres en la Universidad Nacional de Colombia y fue posesionado en mayo de 2023.

Al revisar a los directores del Departamento Nacional de Planeación, entidad fundamental para la formulación de políticas públicas y la orientación de desarrollo económico del país, se detecta una tendencia similar: de los veintidós funcionarios que han ocupado este cargo desde 1986, el 60 % (trece exdirectores) son de la Universidad de los Andes; solo tres son de una institución pública; y los restantes son de otras universidades privadas como la Javeriana (dos) o de instituciones de Estados Unidos. También es importante mencionar que varios de estos fueron también ministros de Hacienda en su momento, y se resalta una puerta giratoria con otros ministerios, centros de pensamientos e investigación privados, gremios económicos e incluso docencia en las mismas universidades de donde son egresados.

En el caso del Banco de la República, solo ha tenido cinco gerentes generales desde 1985. Tres de ellos son de la Universidad de los Andes, aunque uno tiene doble título como economista de la Universidad de Antioquia. Los restantes son de una universidad de Estados Unidos y de la Universidad Nacional, sede Medellín. Aun así, cuatro de cinco gerentes generales han pasado o por los Andes o por una institución extranjera.

Lo anterior denota una alta concentración de los cargos ejecutivos de importancia en la dirección económica de Colombia en manos de pocos centros de formación académica del país. La tecnocracia formada principalmente desde la segunda mitad del siglo XX tiene como precedentes las misiones de economía política que llegaron desde el extranjero, como la Misión Kemmerer para la creación del Banco de la República y la Misión del Banco Mundial liderada por Lauchlin Currie para conformar las políticas de desarrollo y promover la conformación del Departamento Nacional de Planeación en Colombia. Los programas de Economía se han fundamentado en responder a esa necesidad de orientar y dirigir las instituciones económicas formadas bajo estas direcciones (Castillo-Reina & Pico, 2022).

Esa misma tecnocracia se retroalimenta precisamente porque resuelve las necesidades de las directrices políticas definidas en cada momento, y así mismo se valida como acertada. Salir ―así sea medianamente― de esos mecanismos de validación aísla a una masa de académicos y profesionales que no coinciden con los planteamientos predominantes. De nuevo, se remite al caso de la Universidad de los Andes en 1994, cuando tenían un decano crítico de la apertura económica que se promovió durante esos años y que tuvo altas presiones por quienes estaban en cargos de poder ejecutivo para renunciar a su cargo.

En 2023 se cumplió un año del gobierno de izquierdas de Gustavo Petro y Francia Márquez. Aun cuando su campaña se concentró en una diferenciación frente a quienes han gobernado en Colombia las últimas décadas, los nombramientos ministeriales han reflejado un comportamiento similar al observado históricamente. De esta forma, existen dos grupos observables en quienes ocupan estas carteras: uno que representa esa tecnocracia que ha asumido cargos de dirección política en pasadas administraciones y otro que proviene más de una academia alternativa a esas escuelas de formación y cuyos planteamientos rompen con la hegemonía ideológica y técnica.

Un buen ejemplo de lo anterior es la política de combustibles del país. En este caso, la ministra de Minas y Energía ha defendido una apuesta que se aleja de las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional y es semejante a la defendida por Gobiernos alternativos como el de Lula en Brasil. Entretanto, el ministro de Hacienda asumió una postura más ortodoxa en el manejo económico y los precios de los combustibles, contradiciéndose con la primera funcionaria (Cortés, 2023).

Estas disputas en el quehacer de política económica son las discusiones teóricas que se manejan en las facultades de Economía del país. La homogeneización ideológica y la validación desde la academia y los centros de definición política promueven la reducción de escuelas heterodoxas o alternativas de formación. De tal modo se disminuye el debate teórico, epistemológico y empírico, con los costos que esto supone sobre la toma de decisiones de política y sus impactos sobre la economía y las personas del país.

La enseñanza de la economía y el predominio de la ortodoxia como enfoque único o principal

La enseñanza de la economía ha sido objeto de debate en los últimos años debido al predominio de la ortodoxia como enfoque único o principal. Esta postura se basa en las teorías y los modelos neoclásicos que enfatizan el equilibrio de mercado, la maximización de la utilidad individual y la eficiencia económica. Sin embargo, existe una creciente preocupación por los efectos limitantes de esta concepción y su capacidad para abordar los desafíos económicos y sociales contemporáneos.

Según Nelson (2015), el predominio de la ortodoxia en la enseñanza de la economía ha llevado a una falta de diversidad de enfoques teóricos y metodológicos en las aulas. Esto limita la capacidad de los estudiantes para comprender las diferentes perspectivas y aproximaciones que existen dentro de la disciplina económica. Además, esto puede perpetuar una visión estrecha y simplificada de esta área, alejada de su complejidad y sus implicaciones en la sociedad.

En línea con lo anterior, Klein (2017) argumenta que el predominio de la ortodoxia en la enseñanza de la disciplina ha llevado a una falta de atención hacia temas críticos, como la desigualdad, la sostenibilidad ambiental y las asimetrías de poder en la economía. Estos temas son fundamentales para comprender y abordar los desafíos económicos y sociales contemporáneos, pero a menudo se les presta menos atención en los programas de estudio basados en la ortodoxia.

La crítica a la predominancia de la ortodoxia en la enseñanza de la economía no busca eliminar por completo este enfoque, sino más bien fomentar una mayor pluralidad de planteamientos teóricos y metodológicos. Como sostiene McCloskey (2018), la diversidad de posturas en la enseñanza de la economía permite una comprensión más completa y rica de los fenómenos económicos, así como evaluar y cuestionar las suposiciones subyacentes en los modelos y las teorías.

En síntesis, el predominio de la ortodoxia como enfoque único o principal en la enseñanza de la economía plantea desafíos importantes. La falta de diversidad de concepciones y la limitada atención a temas críticos pueden restringir la comprensión y el análisis de los problemas económicos y sociales. Por lo tanto, es esencial promover una mayor pluralidad de enfoques en la enseñanza de la economía para desarrollar una comprensión más completa y contextualizada de la disciplina.

La repercusión de esto en la formulación y ejecución de políticas públicas se expresa en dos tipos de funcionarios: por un lado, aquellos que, ensimismados en la técnica, no permiten formular apuestas que se salgan de la ortodoxia. Por otro lado, se encuentran quienes conciben tan técnico su quehacer que no creen que la política importe, por lo que, si bien se adaptan en principio, al final plantean que no es posible llevar a cabo cierto tipo de medidas.

En esencia, el tecnócrata guía las decisiones del Estado bajo el supuesto de neutralidad, aunque todo su cuerpo teórico y práctico es político. Este es, en definitiva, el manejo económico bajo el estándar del discurso principal de la disciplina, la ortodoxia. En los programas analizados y en las respuestas de los entrevistados, esto puede verse reflejado con claridad, por ejemplo, en afirmaciones como: «somos ciencia y no social. Somos técnicos en el sentido que nosotros miramos qué tan eficiente es, cuántos recursos se tienen» (C, comunicación personal, 2023).

Según se mencionó en el análisis de los programas de Economía, la enseñanza actual de la disciplina no la vincula con la política. Esta última es vista como algo distinto, un efecto colateral, son pocas las clases que abordan está relación y, sobre todo, la carga académica en economía política es baja.

La importancia de la economía política en los programas de Economía

La economía política desempeña un papel fundamental en la formación ya que proporciona un marco teórico y analítico para comprender las interacciones complejas entre la economía, la política y la sociedad. Al combinar los aspectos económicos y los políticos de la toma de decisiones, esta disciplina les proporciona a los estudiantes una imagen más profunda de los procesos económicos y las instituciones que los rodean.

No obstante, la ortodoxia y el discurso dominante en este campo han relegado la economía política a su mínima expresión. La economía, definida solo con ese término, se planteó como apolítica y estrictamente técnica, según lo reflejan las entrevistas realizadas, pero lo cierto es que antes de denominarse de ese modo se destacaba su estrecho vínculo con el proceso político, las clases sociales y las relaciones de poder. En esa medida, se trataba de una disciplina que en general iba más allá de un modelo matemático guiado por supuestos.

Según Acemoglu y Robinson (2012), la economía política ayuda a explicar cómo se forman y evolucionan las instituciones económicas y políticas, y de qué modo estas influyen en los resultados económicos. Los programas que incluyen esta área como parte de su currículo permiten a los estudiantes analizar críticamente las medidas económicas y comprender cómo los intereses políticos pueden afectar la toma de decisiones en este ámbito.

Retomando a los clásicos, la economía se enfoca en el llamado modo de producción, hoy sencillamente el estudio del capitalismo. Por lo tanto, no dejan de ser vigentes los planteamientos de Polanyi (1947), quien afirmó que «el mercado libre no puede existir sin un conjunto de instituciones sociales y políticas que lo protejan» (p. 38). En similar sentido se destaca la obra de Kalecki (1943), en la que planteó que «el capitalismo tiene una tendencia inherente a la depresión y al desempleo prolongado» (p. 17).

La economía política también es relevante para comprender las desigualdades tanto en lo económico como en lo social. De acuerdo con Stiglitz (2012), la distribución del poder desempeña un papel clave en la determinación de los resultados en las dos esferas. En esa medida, los programas de Economía que incorporan esta asignatura ofrecen a los estudiantes herramientas conceptuales y analíticas para examinar las causas y las consecuencias de las inequidades y explorar posibles soluciones para abordarlas.

Es claro que la política y la economía no están separadas. Chang (New Economic Thinking, 2020) recalca al menos cinco razones de esta relación: 1) la mayoría del tiempo que se habla de economía se hace con base en medidas del Gobierno o en referencia a cuándo o no debe intervenir el Estado; 2) las teorías económicas y políticas se nutren entre sí: acorde a una idea económica se organiza el poder, y la idea de planificación centralizada dio lugar a Estados grandes; 3) todas las teorías económicas tienen juicios de valor de origen político; 4) las relaciones de poder afectan la economía; y 5) el mercado es una construcción política.

Además, la economía política brinda una comprensión más amplia de la economía global. Como señalan Rodrik (2011) y Oatley (2012), los programas académicos que integran este enfoque permiten a los estudiantes examinar las interacciones entre los actores políticos y económicos a nivel nacional e internacional. Esto es especialmente relevante en un mundo cada vez más interconectado, donde las estrategias económicas de un país pueden tener efectos significativos en otras naciones.

En Colombia, según se puede ver en los programas analizados, la economía política parece ser más común en facultades de ciencia política y sociales, pero no en las de economía. Los entrevistados coincidieron en que, si encontraron otras formas de ver esta disciplina, fue debido a que tomaron cursos de otras ciencias sociales. Esto resultó más claro en las universidades privadas objeto de este estudio, aunque en la pública al parecer existe mayor pluralidad en cuanto al pensamiento económico.

Conclusión y discusión

Este artículo abordó la consolidación de la tecnocracia neoliberal en Colombia a partir de la validación ideológica y técnica en las principales facultades de Economía del país. Las reformas de libre mercado se implementaron en América Latina y Colombia desde la década de 1980, con el auspicio de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que presionaron por reformas macroeconómicas estructurales en la región (Bértola & Ocampo, 2013). Acompasados a las reformas, se consolidaron centros de formación de economistas que respondieron a las necesidades técnicas de las entidades creadas en el siglo XX, como el Banco de la República y el Departamento Nacional de Planeación (Castillo-Reina & Pico, 2022), y los nuevos enfoques requeridos con las reformas neoliberales del país.

Se realizaron entrevistas a estudiantes y egresados de Economía de las principales facultades del país, con el fin de valorar la percepción de pluralidad en esta carrera. De tal forma se pudo constatar una carencia desde la misma formulación de los programas académicos en el diálogo interdisciplinar con otras ciencias sociales, una falta de formación en ciencia política y una percepción de separación de lo técnico sobre lo político de la economía.

Estos resultados coinciden con la revisión de los programas y las mallas curriculares de tres carreras de Economía de las instituciones mejor ranqueadas de Colombia. Estas tienen muy pocos contenidos interdisciplinares con otras ciencias sociales y solo la Universidad Nacional tiene materias específicas de economía política. Los hallazgos se alinean también con el trabajo de Castillo-Reina y Pico (2022), quienes al revisar los currículos de la carrera en el país evidenciaron poco pluralismo y que no «se propone una lectura exhaustiva de autores o categorías específicas (como la Escuela clásica, neoclásica, keynesiana, marxista, monetarista, etc.)» (p. 65).

La homogeneización de las carreras del país obedece a un fenómeno de líder-seguidor (Castro & Raffo, 2016, citados en Castillo-Reina & Pico, 2022), donde las facultades de menos calidad siguen el ejemplo de las de más alta calidad, pero atendiendo a diferencias inalcanzables precisamente por los costos de matrículas. A esta situación se suma como un factor de validación que las principales entidades de política económica del país han tenido una presencia mayoritaria de egresados de las facultades de Economía mejor ranqueadas, las cuales a su vez se posicionan porque sus exalumnos se destacan como ministros de Hacienda, directores del Departamento Nacional de Planeación o gerentes generales del Banco de la República. Es así como más de la mitad de estos cargos, desde el año 1985, han estado en manos de profesionales graduados de la Universidad de los Andes.

La síntesis de la reflexión presentada es que el rol de los tecnócratas deriva de la manera en que se formaron, es decir, de la predominancia en el saber económico de la corriente ortodoxa. A esto le sigue la idea de que la economía es un saber técnico y no político. Ahora bien, en el panorama político actual, con un Gobierno que dice ser contrario al neoliberalismo, el rol de los tecnócratas como funcionarios en las dependencias clave debe evaluarse como una barrera posible a las reformas. Asimismo, se estima importante abogar por programas de economía más plurales y donde las materias de economía política tengan cabida en los planes de estudio.

Contribución de los autores

José Daniel Saade Figueroa: planteamiento previo, coordinación de entrevistas, análisis de entrevistas, recopilación de fuentes y elaboración de los elementos referentes con la economía política, el rol de los economistas en dependencias estatales; también aportó a la definición de tecnocracia y el análisis de la enseñanza de la economía para no economistas.

Diego Arturo Cortés Valencia: recolección y análisis de los programas de economía, corrección de estilo y elaboración de los elementos referentes a la enseñanza de la economía, el rol de los economistas en dependencias estatales y definición de tecnocracia.

Declaración sobre conflictos de interés

Conforme a lo estipulado en la Declaración de Ética y buenas prácticas de las publicaciones científicas y para garantizar la independencia, objetividad y rigor científico los autores del texto mencionado, comunicamos mediante el presente que no estamos inmersos en ningún tipo de conflicto de interés.

Referencias

Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2012). Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty. Crown Business.

Armesilla, S. [@armesillaconde]. (2024, 22 de febrero). [Post]. Instagram. https://www.instagram.com/p/C3pXE3qoRO2/?utm_source=ig_web_button_share_sheet&igsh=MzRlODBiNWFlZA==

Bértola, L., & Ocampo, J. A. (2013). El desarrollo económico de América Latina desde la Independencia. Fondo de Cultura Económica.

Castillo-Reina, M. Á., & Pico, C. M. (2022). ¿Quiénes tienen el poder? La formación y la tecnocracia de economistas colombianos. En A. S. Lambertini, & I. Silva (eds.), Economía en crisis: La enseñanza de la economía en Latinoamérica y los límites de la teoría ortodoxa (pp. 54-84). Rethinking Economics.

Chang, H. J. (2014). Economía para el 99% de la población.DEBATE.

Chang, H. J., & Aldred, J. (2014). Después del crack, necesitamos una revolución en el modo de enseñar economía. En IADE, La teoría económica y su enseñanza, en cuestión. IADE; Realidad Económica.

Cortés, D. (2023, 18 de junio). La gasolina, un dolor de bolsillo. Razón Pública. razonpublica.com/la-gasolina-dolor-bolsillo/

Crouch, C. (2012). The Strange Non-Death of Neoliberalism. Polity Press.

Cruz, L. E. (2010). La constitución política de 1991 y la apertura económica. Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, 18(1), 270-280.

Cuenca, M. E. (2010). La enseñanza en economía: una reflexión desde la perspectiva del contenido. Semestre Económico, 13(26), 135-147.

Díaz, J. A. (2011). Estado, poder y neoliberalismo en Colombia: análisis sociológico a finales del siglo XX. Universidad de Caldas.

Easterly, W. (2013). The Tyranny of Experts: Economists, Dictators, and the Forgotten Rights of the Poor. Basic Books.

Echavarría, J. J. (2001). Colombia en la década de los noventa: neoliberalismo y reformas estructurales en el trópico. Cuadernos de Economía, 20(34), 57-102.

El Tiempo. (1994, 5 de julio). Renuncia decano. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-166073

GAMLA. (2023). Estabilidad en el mercado laboral y análisis cuantitativo de algunos impactos del proyecto de ley de reforma laboral – Reporte de Mercado Laboral.

García, S. D. (2014, 1 de marzo). Para Cecilia López, Gobierno Petro ‘vapuleó la tecnocracia´: ‘Es una vergüenza´. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/cecilia-lopez-habla-de-la-presidencia-de-petro-mi-preocupacion-es-que-el-cambio-muera-860219

Giraldo, C. (2007). Origen de la protección social. En C. Giraldo, ¿Protección o desprotección social? (pp. 41-89). Universidad Nacional.

Kalecki, M. (1943). Political Aspects of Full Employment. Political Quarterly, 14(4), 322-330.

Klein, N. (2017). No Is Not Enough: Resisting Trump’s Shock Politics and Winning the World We Need. Haymarket Books.

Maya, G. (2013). Economía: ciencia imperialista. Semestre Económico, 16(33), 207-236.

McCloskey, D. N. (2018). How to be human*: *Though an economist. University of Michigan Press.

Mejía, D. (2020). La aplicación del neoliberalismo en Colombia: una aproximación teórica desde la Sociología Económica. Revista Colombiana de Sociología, 43(2), 195-214.

Nelson, J. (2015). Reimagining the undergraduate economics major: A view from the periphery. International Review of Economics Education, 18, 12-22.

New Economic Thinking. (Director). (2020). Five Reasons Why Economics Is Political | Economics for People with Ha-Joon Chang [Película].

Oatley, T. (2012). International political economy: Interests and institutions in the global economy. Routledge.

Ochoa, H., & Estévez, A. (2006). El poder de los expertos: Para comprender la tecnocracia. Universidad del Zulia.

Petro, G. [@petrogustavo]. (2024, 1 de marzo). Tecnocracia es supuestos técnicos en el poder. Democracia es el pueblo en el poder. En la primera el pueblo le sirve a los supuestos técnicos, en el segundo los técnicos sirven al pueblo [Tuit]. X. https://twitter.com/petrogustavo/status/1763579812604420182?t=TR2ThuE7dh3JYSY5rVyuXQ&s=19

Polanyi, K. (1947/2001). The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time. Beacon Press.

Rodrik, D. (2011). The globalization paradox: Democracy and the future of the world economy. W. W. Norton & Company.

Rumié, S. A. (2019). Chicago Boys en Chile: neoliberalismo, saber experto y el auge de una nueva tecnocracia. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales64(235), 139-164. https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2019.235.61782

Saade, J. (2021). Constitucionalismo y financiarización: la constitución económica del capital financiero. Revista Latinoamericana Liderazgo, Innovación y Sociedad, 2(3), 1-5.

Sierra, J. (2021, 4 de abril). Eduardo Sarmiento Palacio, un economista con modelo propio. Eje 21. https://www.eje21.com.co/2021/04/eduardo-sarmiento-palacio-un-economista-con-modelo-propio/

Stiglitz, J. E. (2012). The price of inequality: How today’s divided society endangers our future. W. W. Norton & Company.