Dossier: Arqueología del Caribe Oriental y Occidental: avances, retos y conexiones
Artesanos y circulación de objetos en el Bajo Magdalena: la industria de concha y el intercambio fluvial en el norte de Colombia entre los siglos XII y XVI d.C.
Artisans and circulation of objects in the lower Magdalena: the shell industry and fluvial exchange in northern Colombia between the XII and XVI centuries AD.
Artesanos y circulación de objetos en el Bajo Magdalena: la industria de concha y el intercambio fluvial en el norte de Colombia entre los siglos XII y XVI d.C.
Revista Jangwa Pana, vol. 22, núm. 2, pp. 1-27, 2023
Universidad del Magdalena
Recepción: 23 Marzo 2023
Aprobación: 08 Agosto 2023
Resumen: Los pueblos del Caribe colombiano prehispánico fueron hábiles artesanos y comerciantes durante los siglos previos a la conquista española. En diversos sitios de la región se puede encontrar objetos de gran calidad artesanal. La falta de estudios sobre estos bienes no ha permitido ver el intenso comercio e interacciones que tuvieron las comunidades indígenas que vivieron en la región. La presente investigación parte del estudio taxonómico y tecnológico de los talleres de concha encontrados en Plato, departamento del Magdalena, así como su función de puerto fluvial situado en el río Magdalena, lugar que sirve de arquetipo para otros posibles sitios aún no encontrados en las llanuras del Caribe.
Palabras clave: artesanos, comercio, concha, interacción, puerto.
Abstract: The peoples of the pre-Hispanic Colombian Caribbean were skilled artisans and merchants during the centuries before the Spanish conquest. In different places in the region you can find objects of great craftsmanship. The lack of studies on these goods has not allowed us to see the intense trade and interactions that the indigenous communities that lived in the region had. This investigation is based on the taxonomic and technological study of the shell workshops found in Plato, in the department of Magdalena, as well as its function as a fluvial port located on the Magdalena River, a place that serves as an archetype for other possible sites not found yet in the Caribbean plains.
Keywords: craftsmen, interaction, ports, shell, trade.
Introducción
El artículo propone, a partir del estudio de diferentes materiales, en especial la concha, discutir y encontrar las conexiones económicas y sociales existentes entre la costa Caribe, la cuenca del río Magdalena y las serranías y cordilleras aledañas a esta (Montes de María,[1] serranía de Tubará, Pasacaballo, la cordillera oriental de los Andes) durante los siglos XIII-XVI d.C. El enfoque de la investigación parte del análisis tecnológico y tipológico de los objetos encontrados en el sitio de Plato, y su comparación con los artefactos encontrados en otros sitios contemporáneos y en colecciones de museos y universidades de la región, apoyándose de datos etnohistóricos existentes para la región, con el fin de aclarar desde diferentes fuentes qué tipo de interacciones existían en el bajo Magdalena durante estos siglos entre los artesanos, los comerciantes y los demás pueblos de la región.
El intercambio en la Colombia prehispánica, y en general, el norte de Sudamérica, se encuentra poco estudiado; investigadores como Rafael Gassón (1996, 2000, 2002) o Carl Langebaek (1992; Langebaek y Cárdenas-Arroyo, 1996), han sido de los pocos que se han interesado en profundidad en este tema, abordándolo principalmente desde la etnohistoria y apoyándose en el dato arqueológico. Desde hace unos pocos años con la excavación de nuevos sitios arqueológicos en diversas áreas del país y el uso de nuevas tecnologías se ha logrado dar mayor atención a ciertos objetos y materiales arqueológicos que antes eran de poca importancia. Sin embargo, aun en la mayoría de proyectos arqueológicos estos objetos se siguen mirando desde lo exótico, sin un análisis especializado, siendo relegados a un apartado llamado “misceláneos”, quedando en el olvido y perdiéndose la información que nos pueden ofrecer este tipo de elementos.
Antecedentes
En el siglo XVI d.C. cuando los españoles comandados por Pedro de Heredia llegaron al bajo Magdalena, vieron una serie de comunidades que compartían rasgos culturales y que no estaban unificadas bajo una única entidad política, sino bajo varios cacicazgos o pequeñas poblaciones independientes (Langebaek y Dever, 2000, p. 19), con formaciones políticas más horizontales que verticales. A estas poblaciones los españoles les dieron diferentes etnónimos: Pacabuey y Sompallón a los que vivían en las ciénagas, Malibú a los del río Magdalena y Mocana a los que vivían entre Cartagena de Indias y el río Magdalena (Rivet, 1947, p. 142). Los arqueólogos han definido a la cerámica producida por estas personas como la Tradición cerámica Incisa alisada[2] (Plazas et al., 1993, p. 117-125), la cual se encuentra en el territorio que abarca desde el litoral Caribe hasta la ciénaga de Tamalameque, y desde el río Sinú hasta las ciénagas situadas al costado oriental del río Magdalena (Choperena, 2020, p. 56).
La economía de las comunidades indígenas que ocuparon el Bajo Magdalena durante los siglos XII-XVI d.C. se caracteriza por ser de tipo mixto, es decir, estaba basada en la agricultura de vegetales como maíz, yuca, calabaza, fríjol, batata, corozo, etc. (Reichel-Dolmatoff y Dussan, 1991, p. 16), y de actividades de obtención de alimentos de origen lacustre, como la pesca y recolección de moluscos (Álvarez, 2022; Carvajal-Contreras, 2022, 2022b; Castro y Beltrán, 2021; Ramos, 2019; Ramos y Archila, 2008; Ramos y Niño, 2019). Fuera de las actividades básicas de subsistencia, el comercio fue de vital importancia para los grupos de la TCIA; esta disposición para el comercio y el conocimiento de la cuenca del río Magdalena por parte de los indígenas fue aprovechada por los españoles, quienes la llevaron al extremo en la navegación de la boga durante la primera mitad del siglo XVI d.C., causando rápidamente un descenso poblacional por las malas condiciones de vida y el trabajo excesivo, al punto que en la década de 1560 quedaban ya muy pocos indígenas en la región, lo que llevó a la necesidad de introducir población de origen africano (Reichel-Dolmatoff y Dussan, 1991, p. 15). Sobre el comercio declara Reichel-Dolmatoff (1951): “los malibú tenían pequeñas canoas para pescar y hacer intercambios con sus vecinos de las provincias Chimila, Caribe y gente blanca”; sin embargo, Reichel-Dolmatoff, aunque tenía conocimiento de este comercio y tuvo acceso a los materiales que estaban comerciando los Malibú, poco se interesó por estos objetos, dejándolos completamente de lado.
Entre los materiales que analizaron Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussan, el caso más emblemático es la colección de la familia Oeding, un conjunto de piezas arqueológicas encontradas en la hacienda de esta familia alemana, situada en el municipio de Zambrano, Bolívar, y en las cercanías de esta, como la población actual de Plato. Estos dos arqueólogos durante su trabajo de campo en Zambrano, Plato y Tenerife, no encontraron artefactos completos, solo una gran cantidad de fragmentos cerámicos y uno que otro ornamento. Por tanto, gracias a la colección Oeding los arqueólogos tuvieron acceso a los objetos completos elaborados por la gente de la TCIA y pudieron hacerse una idea de cómo eran los artefactos que componían los fragmentos encontrados en sus excavaciones. De esta investigación se publicó el libro Arqueología del Bajo Magdalena, un estudio exhaustivo de las diferentes tradiciones cerámicas que se encuentran en la zona de Zambrano-Plato; no obstante, en el libro solo se habla de la cerámica y se omite el resto de los objetos que se hallaban en estos sitios y en la colección (Reichel-Dolmatoff y Dussan, 1991). Cuando esta colección fue donada a la Universidad del Norte, se pudo constatar que la variedad de tipos de objetos era inmensa y que los sitios tardíos de Plato-Zambrano eran más complejos que otros encontrados en la región.
Entre los objetos a los que no prestaron atención los esposos Reichel-Dolmatoff se encuentra una serie de cuentas elaboradas con minerales de cuarzo, jades culturales, cuentas y colgantes elaborados con diferentes tipos de conchas de caracoles marinos, orfebrería, basaltos de muy alta calidad y herramientas para la elaboración de algunos de estos objetos. Tales objetos, con excepción de la orfebrería, han sido de poco interés para la arqueología colombiana y, por ende, no se ha aprovechado la información que ofrecen sobre las poblaciones que los elaboraron, usaron y las dinámicas sociales en torno a estos.
Complementando los materiales de la colección Oeding, desde el año 2015 la concesión YUMA viene construyendo la vía de Ruta del Sol III, la cual pasa por los municipios de Zambrano, Bolívar y Plato, Magdalena. Esta obra atraviesa varios de los sitios excavados por los Reichel-Dolmatoff, y permitió ampliar la información sobre estas ocupaciones. El área de arqueología de la concesión a cargo de Sandra Santacruz y Johana González encontró en el sitio de Plato un taller de ornamentos de concha que ayudó a obtener una serie de datos desconocidos hasta el momento sobre la industria y artesanos de la concha (Márquez-Prieto, 2022). Y, por último, el equipo de arqueología del proyecto vial Puerta de Hierro-Palmar de Varela y Carreto-Cruz del Viso, a cargo de Julián Gamboa, encontró una serie de tumbas -en especial en el denominado sitio La Pasión- con una cantidad inmensa de ornamentos elaborados con concha, cerámica, huesos de animales, cuentas de vidrio de origen veneciano, orfebrería, instrumentos musicales y un cánido completo (Langebaek 2021, p. 244-245).
La información obtenida en estos proyectos se complementó con los materiales pertenecientes a las colecciones de museos y privadas, que se encuentran a lo largo de la región Caribe, y que nos permiten tener un panorama mucho más amplio de la arqueología regional. En total, se analizaron 62 objetos líticos y 278 objetos de concha de la colección Oeding (Plato, Magdalena), 2.216 objetos de concha del proyecto YUMA (Plato, Magdalena), y 9.523 objetos de concha del sitio de La Pasión. En este artículo nos vamos a centrar especialmente en el material del taller de Plato.
La producción artesanal
Se puede entender por producción artesanal la transformación de materias primas en objetos manufacturados por parte de una persona o un grupo de personas, con conocimientos y técnicas tradicionales o no industriales, destinados al intercambio o comercio con otras personas o grupos. No toda elaboración de objetos se puede entender como producción artesanal; los arqueólogos han definido dos tipos de producción, la producción para uso y la producción para intercambio. La primera se refiere a la elaboración de elementos de uso doméstico para cumplir necesidades individuales, y la de intercambio ocurre cuando las personas que producen los objetos los hacen con el fin de venderlos o intercambiados fuera del contexto donde se producen, como el conjunto doméstico o el taller (Hirth, 2011, p. 15).
El estudio de la producción artesanal es un área importante para la arqueología; esta es un reflejo de la economía de los grupos humanos que vivieron en el pasado, es una muestra de los diferentes tipos de trabajos que realizaban y la articulación existente entre diferentes grupos de una sociedad. Hirth considera que la investigación sobre este tema es significativa por tres razones (Hirth, 2011, p. 13):
1. A diferencia de otros tipos de trabajo, se puede identificar fácilmente en el registro arqueológico.
2. La producción artesanal ofrece una aproximación a la escala y la organización de los grupos de trabajo en una comunidad.
3. La producción artesanal fue un componente importante de las antiguas sociedades prehispánicas.
Complementando las premisas de Hirth, la producción artesanal permite tener una visión a gran escala de las relaciones existentes entre los grupos y regiones donde se obtienen las materias primas, quienes producen los objetos, quienes los comercian, hasta dónde están llegando, son locales o foráneos, qué rol desempeñan los artesanos en su sociedad y qué rol tienen las relaciones de poder (Solís, 2019, p. 21-22). De esta manera se puede tener un panorama de las conexiones que existieron entre diferentes grupos humanos, dado que la producción artesanal casi siempre está ligada a una serie de relaciones sociales que implican la adquisición de materias primas y/o el intercambio de objetos de los fabricantes a los consumidores (Barcelo, 1997; Costin, 2001, p. 274). La importancia del estudio de este tipo de objetos no recae únicamente en nombrar la aparición de un artefacto en un punto A que proviene de un punto B, sino todas las relaciones socioeconómicas, geográficas, ambientales y temporales que implicaron el movimiento de esa materia prima u objeto de un punto al otro (Melgar y Solís, conversación personal).
Las relaciones que se pueden estudiar son de tipo de poder, control sobre los recursos y la mano de obra; por tanto, se estudia al trabajo artesanal como fenómeno social que se mueve en las esferas de lo étnico, político, económico y tecnológico. La producción es una actividad social que implica la participación de la sociedad y el acceso a bienes y servicios, crea lazos y obligaciones y en algunos casos representa diferencias de estatus y poder (Costin, 2001, p. 274). En palabras de Wright (1996, p. 30) “la producción artesanal, por extensión de los propios artesanos, trasforma objetos materiales en hechos sociales” (traducción del autor) y según Earle (Earle, 1997, p. 151-155, citado por Costin, 2001, p. 274) la producción artesanal transforma las ideas en objetos físicos que otros pueden experimentar.
El estudio sobre las técnicas y el estilo con los que se elaboran los objetos permite profundizar sobre las formas en que las diferentes sociedades se expresan a través de su cultura material, siendo estas un sello de localidad o identidad (Melgar, 2021, p. 8). No se debe suponer que la producción está determinada por la cercanía a los recursos, ya que muchas veces el trabajo de los artesanos está ligado a las preferencias y tradiciones culturales (Melgar, 2021, p. 8). Este dato es importante porque solo con el estudio estilístico o con información geológica -en el caso de los líticos- no es suficiente para definir producción, procedencias y temporalidades (Melgar, 2021, p. 8-9).
Para poder lograr este objetivo se debe realizar excavaciones controladas, con buen registro estratigráfico y de los materiales, en donde se puedan observar las relaciones espaciales entre los diferentes tipos de artefactos encontrados, y posteriormente en laboratorio, además de hacer estudios morfológicos básicos, apoyarse en técnicas arqueométricas como la taxonomía (en nuestro caso la malacología), microscopio electrónico de barrido MEB, microsonda de rayos X, fluorescencia de rayos X, espectroscopía micro-raman, etc. Desafortunadamente no en todos los casos los proyectos arqueológicos tienen acceso a este tipo de análisis por el alto costo de estos, equipos o la inexistencia de estos en los lugares donde trabajan, pero en el caso de poder hacer uso de estas técnicas se puede llegar a alcanzar información de alta precisión que de otra manera hubiese sido imposible.
Este tipo de investigaciones permiten tener una visión sobre la escala, organización e integración de la manufactura de objetos en el contexto social donde se lleva cabo el trabajo (Hirth, 2011, p. 14). La arqueología colombiana lastimosamente se encuentra bastante atrasada en este tipo de pesquisas. Entre las investigaciones realizadas en el país sobre algún aspecto o fase de la producción resaltan las del Museo del Oro sobre la orfebrería y algunas veces la cerámica (Cardale de Schrimpff, 1988; Cardale de Schrimpff et al., 1989; Martinón-Torres y Uribe-Villegas, 2015; Sáenz, 1990; Sáenz y Martinón-Torres, 2017; Scott, 1981; Stanley et al., 1990; Uribe, 1992; Uribe y Martinón-Torres, 2012),[3] el análisis de cuentas verdes de Acevedo y su equipo (2021), la excavación y análisis de un taller de orfebrería prehispánica por Juan Manuel Llanos (2015), los análisis sobre los volantes de uso de la zona muisca (Boada 2009; Jaramillo, 2016), y los trabajos etnoarqueológicos sobre producción cerámica de Daniela Castellanos (2004) y Angela Cadena (2020). La mayoría de estos trabajos se centran en el análisis específico de un material o un conjunto de materiales, pero no en los procesos asociados a la obtención de la materia prima, la elaboración, comercialización, uso y desecho, ni las relaciones sociales ocurridas entre los agentes asociados a su manufactura y distribución, posiblemente el único trabajo de este estilo en el país es el realizado por Lozada-Mendieta en el medio rio Orinoco (Lozada-Mendieta et., 2022).
Para poder estudiar de una manera holística la producción e interacción se debe tener en cuenta qué tipo de objeto se está estudiando, si es un recurso estratégico o recurso escaso, dentro de estos si es un recurso escaso básico como la sal o las arcillas, o si es un recurso escaso de lujo como las plumas, concha, oro, etc. Definida esta categoría, el objetivo será examinar el ámbito socioeconómico específico dentro del cual operaba la obtención y comercio de estos bienes (Williams, 2004; p. 14-15). Por tanto, lo importante no es saber que un objeto se movió de un punto A a un punto B, sino todas las dinámicas temporales, espaciales, económicas y sociales que se dieron en torno al objeto arqueológico encontrado en un sitio (Oka y Kusimba, 2008, p. 367). Por eso es esencial partir de sitios con excavaciones controladas, fechamientos confiables y cronologías muy puntuales, no tan amplias como se maneja en muchas regiones de Colombia.
Aclarado lo anterior, el fin de una investigación sobre los sistemas de producción e interacción debe tener como objetivo los seis componentes de la producción: artesanos, medios de producción, organización y relaciones sociales de producción, objetos y relaciones de distribución y consumidores, así como las interacciones ocurridas entre estos componentes (Costin, 2001, p. 277). A partir de la información que se pueda obtener de estos componentes se podrá saber sobre las estructuras y mecanismos que existieron en las relaciones humanas de una sociedad.
Es común en muchos documentos arqueológicos del país leer sobre la existencia de la producción de textiles, orfebrería, cerámicas, ornamentos, herramientas, etc., o de la aparición de un objeto de estos en un lugar poco común, y se hacen deducciones a priori de su procedencia, pero nunca o casi nunca estas conclusiones son apoyadas con estudios especializados sobre los artesanos o los objetos. Por tanto, a partir de la necesidad existente el objetivo del presente artículo es discutir el entorno, la producción artesanal y el intercambio ocurridos en el bajo Magdalena, ofrecer datos que nos permitan saber si la producción se llevaba a cabo en un contexto doméstico, público, de élite o ritual, si eran artesanos especialistas independientes, dependientes patrocinados por la élite o talleres institucionales. Y posteriormente a esto ofrecer un panorama de cómo estos artefactos elaborados en lugares específicos del Caribe se estaban intercambiando en las llanuras del Caribe y la cuenca del Magdalena.
Metodología
Para el estudio sobre los artesanos y la producción de los objetos de concha prehispánicos elaborados por los pueblos del Caribe colombiano se tomó como referencia los estudios realizados por Lourdes Suárez Diez (1981, 2002), Adrián Velázquez (1998, 2011) y Mas (2019), quienes a partir de un análisis taxonómico, morfológico y tecnológico estudian la cadena operativa de las piezas halladas en los diferentes contextos arqueológicos de Mesoamérica. Este modelo fue aplicado y en algunos casos modificado para acomodarlo a los materiales encontrados en Colombia.
Los objetos de concha, como cualquier otro artefacto arqueológico, se agrupan por tipos, los cuales comparten características o similitudes compartidas (Suárez 2002, p. 10). Estos atributos pueden ser por uso, función, técnicas de elaboración, iconografía, temporalidad, contexto en donde se encontró, etc. El primer paso para el estudio de los ornamentos es la identificación de la materia prima con la que está elaborado. Para la presente investigación, lo primero era la identificación taxonómica de las especies utilizadas para la elaboración de los ornamentos; esto permitía saber si estaban usando especies dulceacuícolas, terrestres locales, o marinas, y en el caso de estas, si provenían del mar Caribe o incluso del Pacífico, y los ambientes particulares en que estas habitan. Para esta fase se hace uso de manuales taxonómicos especializados en las conchas de moluscos (Díaz y Puyana, 1994; García-Cubas y Reguero, 2004, 2007; Yidi y Sarmiento, 2011, 2017), páginas de internet como WoRMS, World Register of Marine Species y el apoyo de la colección malacológica del laboratorio de arqueología de la Universidad del Norte, que se comenzó a preparar para la presente investigación. La identificación taxonómica no es una tarea fácil, a veces la materia prima esta tan modificada que es imposible identificar qué especie o género utilizaron. Acá son importantes los datos ofrecidos por los talleres, es en estos lugares donde se encuentra la materia prima sin modificar, preformas, desechos, defectos de manufactura, etc., fases que aún conservan rasgos diagnósticos de las conchas.
Luego de este paso se analizó las técnicas de manufactura del objeto, hay que tener en cuenta que la elección de la especie obedece muchas veces al tipo de artefacto por desear y, por ende, las técnicas (Suárez, 2002, p. 25). Esa serie de toma de decisiones es parte elemental del trabajo artesanal y debe ser registrada siempre que sea posible por el arqueólogo que estudia el objeto. Las técnicas de manufactura en la industria de concha son bastante similares a las de la lítica, y se componen por las siguientes técnicas:[4] percusión, desgaste (corte, aserrado, perforado), presión (Suárez, 2002, p. 26-28). Seguido de esto están las técnicas de acabado, que son: pulido, bruñido, decoración (acanalado, calado) e incrustación (Suárez, 2002, p. 31-33). La investigación de Elodie Mas, en el lago de Sayula, quien parte de las categorías de Velázquez (2007) y Leroi-Gourhan (1971), permitió tener un protocolo metodológico sobre el análisis tecnológico y de las evidencias de producción (Mas, 2019, p. 188-190) aplicable a la industria del Caribe colombiano, definiendo las siguientes categorías por utilizar:[5] materia prima, bloque poco modificado, esbozo, preforma, objeto terminado, desecho, desecho reutilizado y defecto de manufactura y, por último, a partir de los contextos en que se encontraron los objetos y sus características por definir, si eran de uso ornamental, votivo o utilitario (Velázquez, 1998, p. 32; Melgar, 2008, p. 196). Gracias a la excavación de contextos controlados y la obtención de fechas de radiocarbono, se asoció ciertos tipos de material a una temporalidad específica y a una cultura arqueológica.
El análisis de los objetos se llevó a cabo en el laboratorio de arqueología de la Universidad del Norte, apoyándose en un microscopio electrónico Dinolite 3113T y un estereoscopio Leica EZ4 W, observando los artefactos con aumentos de hasta 200x, permitiendo ver las huellas de manufactura a una escala mayor que la del ojo humano y la toma de fotografías de estas. Lastimosamente estos objetos no se pudieron ver en un microscopio electrónico de barrido (SEM), para poder definir a un nivel más preciso las huellas y los tipos de materiales específicos utilizados para su manufactura, y partir de estos poder encontrar diferencias entre zonas de producción (Velázquez, 2007, p. 49-54).
La producción, el comercio y los mercados indígenas en el bajo Magdalena
Cuando comenzó el proyecto de análisis de los objetos de concha del Caribe prehispánico (Márquez-Prieto, 2021) se creía que los talleres de ornamentos se encontraban situados en el litoral, cerca de las fuentes de obtención de los moluscos, como la bahía de Cartagena o las islas del Rosario y San Bernardo. Antecedentes como la tesis de pregrado de Pisco (2017) mostraban la existencia de una producción de herramientas de concha como hachas, azadas y gubias en lo que hoy día es el centro histórico de Cartagena, entre estos materiales aparecieron algunos colgantes elaborados con caracoles del género Oliva ya terminados. En ese momento no se tenía mayor indicio de producción de objetos de concha, lo que llevaba a la deducción de que en este tipo de localizaciones estaban elaborando ornamentos.
Durante el desarrollo de la investigación se tuvo acceso al material excavado en los proyectos de YUMA y Montes de María. Gracias a estos dos se pudo ver la producción durante los siglos XIII-XVI d.C. de objetos en Plato, Magdalena, y el uso contemporáneo de estos por parte de las comunidades que vivían en la serranía de San Jacinto y las llanuras del Caribe. El análisis morfológico y tecnológico de los objetos encontrados en los talleres de Plato permitió identificar la elaboración de 20 tipos diferentes de ornamentos, entre los que se encuentran 8 tipos de cuentas, 3 tipos de apliques, 7 tipos de colgantes, 1 tipo de separador de cuentas y 1 tipo de herramienta que era un volante de uso (Márquez-Prieto, 2022). En otras colecciones como las del Museo del Oro, Museo de Galapa, Museo comunitario de San Jacinto, Mapuka y Museo Manuel Huertas Vergara, se pudieron identificar además “agujas”, narigueras, instrumentos musicales, colgantes en forma de animales como aves, platirrinos, armadillos, ranas, humano-ave, garras y dientes de jaguar, vestimentas como cubresexos y hebillas para el cabello, y objetos únicos como remates de bastón, darienes, un “hombre-langosta” y un colgante o pectoral que pertenece a una colección privada (Márquez-Prieto, 2021).
La revisión efectuada, a un nivel regional, apoyándose en los proyectos arqueológicos recientes, pudo revelar dos datos importantes: 1) La producción de objetos de concha se da a partir de una fecha situada entre los años 1150 y 1200 d.C., esto se pudo saber gracias a los objetos procedentes de sitios con excavación arqueológica y dataciones de radiocarbono (Bernal y Orjuela, 1992, p. 61; Dussan de Reichel, 1953, p. 189; Franco y Morales, 2020, p. 115; Gutiérrez, 2012, p. 255; Gutiérrez et al., 2012, p. 151; Gutiérrez et al., 2013, p. 51; Gutiérrez et al., 2016, p. 371-376; Pérez, 2017, p. 117; Reichel-Dolmatoff, 1956, p. 320; 1985, p. 201-203; Restrepo, 2020, p. 240-241; Rivera-Sandoval, 2018; Romero y Vivas, 2014, p. 85-86) y 2) En la llanura del Caribe, como la zona de Plato, se encontraban una serie de talleres artesanales que estaban elaborando objetos con conchas de caracoles marinos -en muy menor medida dulceacuícolas y terrestres-, un recurso situado a distancias variadas, a 96 km del golfo de Morrosquillo y las islas de San Bernardo, 98 km hasta Cartagena y las Islas del Rosario, y 291 km si se toma el curso del río Magdalena hasta su desembocadura. Por tanto, el sitio de Plato no se encontraba cerca de la fuente de la materia prima necesaria para la manufactura de los objetos de concha, y para su obtención debieron existir una serie de rutas comerciales e interacciones con pueblos que ocupaban las costas o intermediarios que tuvieran contacto con estos.
El contexto arqueológico encontrado en Plato cumple con algunos de los requisitos planteados por Suárez (1986) para ser considerado un taller:
1. El sitio presenta restos de la materia prima completa y fragmentada.
2. Contiene instrumentos y utensilios para trabajar, como percutores, martillos, cinceles, pulidores, punzones, lajas, lascas y cuchillos.
3. Objetos en proceso de elaboración.
4. Presencia de objetos terminados.
Suárez (1986), propone otro requisito que es el de “Ocupa un espacio preciso dentro del sitio que sirva de taller o almacén”, sin embargo, en las excavaciones de Plato, Mi Cabaña y El Palacio de la Gobernación, se pudo ver que los materiales no se encuentran en un lugar específico del sitio, sino que, las actividades artesanales se llevaban a cabo en la unidad de vivienda en general, y en sus cercanías, además, posiblemente durante la ocupación de la vivienda, en esta se habrían realizado tareas de limpieza y de adecuación del espacio, lo que dificulta encontrar con precisión el área de actividad exacta donde pudo realizarse la manufactura de estos objetos.
Se puede reconocer los sitios anteriormente nombrados, de Plato, Mi Cabaña[6] (Márquez-Prieto, 2022, p. 22-32) y el palacio de la gobernación de Bolívar (Pisco, 2017) como los únicos talleres de concha encontrados y analizados en el país. Posiblemente existan otros en ciénagas cercanas y sobre el río Sinú, pero aún no se han encontrado, publicado o investigado debidamente.
La ubicación del sitio de Plato sobre el río Magdalena en un punto geográfico importante que tiene al oriente las sabanas del Magdalena y la Sierra Nevada de Santa Marta, al occidente, cruzando el río, los Montes de María y cruzando esta serranía el mar Caribe, al norte la desembocadura del río Magdalena y las pequeñas serranías de Pasacaballo y Tubará, y al sur, La Mojana y el camino fluvial hacia la región andina. Todo esto le permitió ser un importante punto comercial, donde vivían artesanos de la industria de concha y comerciantes que obtenían artefactos y materias primas de procedencia externa.
Talleres de Plato-Zambrano[7]
Como se dijo anteriormente, Suárez da unas pautas para establecer cuándo se está ante la presencia de un taller artesanal. En el sitio de Plato se encontraron los siguientes objetos que nos permiten afirmar la presencia de un taller: 454 objetos de materia prima, 787 esbozos, 5 preformas, 936 objetos terminados, 3 desechos, 16 descartes, 2 defectos de manufactura y 13 no identificados, un total de 2216 objetos (Tabla 1). De los 25 tipos de objetos identificados en todo el proyecto de YUMA, 20 fueron encontrados en Plato, lo que indica una producción diversificada de objetos de concha en este lugar, pero lo más común fueron las cuentas circulares y tubulares. En el material de la colección Oeding se encontró materia prima, esbozos, preformas y objetos terminados (Figura 2), manteniendo así el mismo comportamiento de lo encontrado por YUMA.
Gracias a la excavación controlada del sitio, se puede deducir que los talleres se encontraban en las unidades de vivienda y los alrededores de estas (conversación personal Johana González, coordinadora del proyecto YUMA); por tanto, estos lugares no eran espacios exclusivos para la manufactura, la producción artesanal ocurría en los mismos lugares donde la gente dormía, se alimentaba y llevaba a cabo otras actividades cotidianas, y en viviendas donde por los tipos de materiales encontrados se puede deducir que no era un espacio de la élite; por los demás artefactos encontrados, la vivienda de este o estos artesanos, era más similar a la de cualquier pescador de la región. Esto permite tener una visión más amplia del uso, función y de las actividades llevadas a cabo en la unidad doméstica (Solís, 2019, p. 63-64) y también saber de otros aspectos de la organización socioeconómica de las poblaciones del Bajo Magdalena, pues generalmente solo se cuenta con los datos de la cerámica, lítica, fauna o de los objetos terminados que se han hallado en contextos funerarios o desechados en basureros.
Gracias al uso de la metodología planteada por Suárez (1981, 2002) y Velázquez (1998, 2011), este análisis pudo identificar que los artesanos malibúes basaban su industria en el desgaste, es decir, pasaban otro objeto -no necesariamente de mayor dureza, como la cuerda-, realizando un movimiento reiterativo, apoyándose en algunos casos con arena y agua, y destruyendo poco a poco la materia prima hasta conseguir el objeto y la forma deseada (#4 Y #5 de la Figura 2). No obstante, las técnicas no eran excluyentes, y en algunos casos los artesanos realizaron en un objeto múltiples métodos. Por ejemplo, en el caso de la elaboración de cuentas tubulares hechas con escafópodos y vermétidos, estas se hicieron a través de un proceso que comenzaba con una fractura por presión, seguido por un desgaste en los bordes y, por último, el pulido de la superficie (Figura 3). Otros objetos que pudimos identificar que estaban elaborando en Plato eran cuentas circulares, cuentas tubulares, cotas de malla y otros tipos de cuentas de diversas formas geométricas, separadores de cuentas, remates de bastón, colgantes antropomorfos, apliques para textil, apliques rectangulares, apliques circulares, colgantes en prunum prunum, colgantes en Oliva, y se encontró lo que podría ser un volante de uso.
En cuanto a las herramientas de YUMA, no se tuvo acceso a estas, pero se pudo observar a partir de fotos la existencia de una industria lítica basada en lascas de chert y lajas/metates en arenisca que pudieron haber sido utilizados para las diferentes etapas de producción de los objetos. Revisando la colección Oeding, hay una serie de lajas elaboradas en areniscas, con acanaladuras de diferentes tamaños, quizá para hacer cuentas tubulares de diferentes tamaños (Figura 4). Al situar sobre estas lajas las cuentas de diferentes tamaños pertenecientes a la colección y excavadas en el sitio se puede ver que muchas encajan sobre las ranuras.
Esbozos y objetos terminados que se han hallado en Plato, colección Oeding. Museo Mapuka, Universidad del Norte. 1. Fragmento de espira de Cassis madagascariensis. 2. Colgantes elaborados con el objeto #1. 3. Materia prima/desecho, última vuelta de un Aliger gigas. 4. Lámina obtenida de un Aliger gigas. 5. Cuentas rectangulares en proceso de elaboración a partir del objeto #4, se puede observar la presencia de dos trabajos de desgaste
Se ha planteado por parte de algunos colegas (comunicación personal con Julián Gamboa) que este tipo de herramientas también pudieron ser utilizadas para afilar hachas y para la elaboración de cuentas hechas con minerales, pero tanto en la colección Oeding como en YUMA no se ha encontrado la cadena operativa de este tipo de cuentas, lo que lleva a la deducción de que en el caso de las cuentas de cuarzo ya estaban llegando manufacturadas a este sitio y ahí se intercambiaban nuevamente. Puede ser que en los talleres donde se elaboraban las cuentas de cuarzo contaran con tecnologías similares, pero aún no se han reportado en contextos arqueológicos, desconociendo en este momento cuál era su proceso de elaboración; en el caso de las hachas, sus filos no se adecuan a las ranuras de las lajas. Por otro lado, algunos arqueólogos dicen que las hachas del bajo Magdalena son remates de bastón de uso ritual, supuestamente por la falta de huella de uso, pero eso no es un dato verídico ya que una gran cantidad de hachas presentan un avanzado desgaste en el filo y su aparición no se reduce a contextos rituales (Casas, 2023); por tanto, estas lajas no fueron herramientas para afilar hachas y las hachas no fueron de un estricto uso ritual.
Otra técnica identificada gracias al Dinolite fue la del uso de cuerda para la elaboración de calados (Figura 5); en esta técnica partían de una perforación bicónica, introducían una cuerda y posiblemente apoyándose con arena y agua, mediante movimientos de vaivén de la cuerda iban desgastando el exoesqueleto del molusco. Sin embargo, no se ha podido realizar arqueología experimental y comparación de huellas con objetos arqueológicos usando un MEB, lo que lleva a la inexistencia de datos certeros sobre qué materias primas y herramientas específicas usaban para las labores como perforaciones, calado, bruñido, pulido, etc.
¿Qué especies estaban utilizando? ¿De dónde provenían las materias primas?
Los análisis taxonómicos de los moluscos encontrados en los contextos arqueológicos y en la colección Oeding pudieron identificar que en su mayoría son moluscos de especies y géneros provenientes de ambientes estuarinos, con fondos de Thalassia, fondos rocosos y fondos arenosos, como los corales. En algunos lugares puntuales como las islas de San Bernardo, Islas del Rosario y algunas zonas del Tayrona y La Guajira, se encuentran estos tres ambientes marinos; por tanto, cerca de 75% de las especies se puede encontrar en estas zonas. En menor medida, se encontraron especies que habitan fondos fangosos y manglares, ambientes que tienen una dispersión mayor a lo largo Caribe colombiano, pero en especial la zona del antiguo delta del río Magdalena, que abarcaba desde la bahía de Cartagena hasta la Ciénaga Grande de Santa Marta y en la desembocadura del río Sinú, como la Ciénaga de la Caimanera (Márquez-Prieto, 2021, p. 138-140).
Como se dijo al inicio del apartado sobre producción, comercio y mercados, las costas más cercanas y que presentan estas características están aproximadamente a 100 km de distancia en línea recta, y cruzando la Serranía de San Jacinto; por tanto, la obtención de la materia prima tuvo que llevarse a cabo a través de varios puntos hasta llegar a Plato. Lo interesante es que en los sitios de la Serranía de San Jacinto se encuentran solo objetos manufacturados y ninguna muestra de materias primas sin modificar. Otra posible ruta de movimiento de la materia prima pudo haber sido la zona que actualmente es el Canal del Dique, que en tiempos prehispánicos era una serie de ciénagas que conectaban en época de lluvias la bahía de Cartagena con el río Magdalena (Blanco, 2014, p. 527); sin embargo, en los sitios ubicados por esta zona sucede lo mismo, se encuentran objetos manufacturados, pero no conchas sin modificar. Lo que lleva a plantear dos posibles hipótesis: la primera, que esta materia prima estuvo llegando directamente al sitio y que existiera algún tipo de control por parte de los artesanos para que esta no se quedara en diferentes puntos a lo largo del camino, y la segunda, que la obtención se dio desde puntos más lejanos como La Guajira y el Tayrona, al nororiente, y no se hayan encontrado los sitios por donde hubiese pasado esta ruta comercial: sitios como Jardín de Rosita y Mi Cabaña indican una ruta comercial y talleres al oriente de Plato y al sur de la Sierra Nevada. Futuras publicaciones del proyecto YUMA y del sitio Villa Icha ofrecerán datos sobre estas relaciones aún bastante desconocidas entre el río Magdalena con el valle del río Cesar.
Se ha podido identificar a nivel regional el uso de 19 especies de moluscos, 15 marinos, 3 dulceacuícolas y 1 terrestre. Resalta la aparición de cuentas (14) hechas con Spondylus crassisquama[8](Figura 6), especie que habita el mar Pacífico, lo que indica la obtención, aunque en una medida muy baja (0.63%), de taxones procedentes de la provincia malacológica Panámica, posiblemente su obtención haya sido en Panamá; sin embargo, no hay certeza del lugar donde se recolectó la materia utilizada ni la ruta que debió tomar esta concha para llegar hasta el bajo Magdalena; los demás taxones marinos son de la provincia malacológica del Caribe, en especial provenientes de fondos de arena, coralinos y rocosos.
En cuanto a las especies más utilizadas, se pudo observar en el material del Museo del Oro que para los objetos que tenían un mayor grosor o tamaño, como cuentas grandes, remates de bastón, pectorales o cubresexos, la familia más utilizada es Strombidae, con 61.18% (Márquez-Prieto, 2021, p. 133). En el taller de Plato se identificaron varias de las especies encontradas en otros sitios de la región (Tabla 2), pero resalta el uso de vermetidos y escafópodos para la elaboración de cuentas tubulares (Márquez-Prieto, 2022, p. 58), el uso de estos moluscos había sido registrado previamente en la colección del Museo del Oro y del Museo de Galapa (Márquez-Prieto, 2021, p. 132), pero no la zona de producción. De los objetos más generalizados -dejando de lado las cuentas tubulares y circulares- son los colgantes en caracoles Oliva spp. Se pudieron identificar en siete sitios excavados del Caribe, y se encuentran en todas las colecciones privadas y de museos de la región; asimismo, se hallan a lo largo del río Magdalena y de la cordillera oriental (Pérez, 2010, p. 209), siendo así de los objetos de mayor dispersión luego de las cuentas circulares y tubulares.
Las especies identificadas en el sitio de Plato excavado por la concesión Yuma son las siguientes:
Además de los taxones del cuadro 1, en el material analizado de la colección Oeding se identificó el uso de Aliger gigas, Charonia Variegata, Turbinella angulata y Cassis madagascariensis. Todas provenientes del Caribe, de ambientes arenosos y coralinos.
Otros objetos identificados en Plato
Dentro del material analizado se encuentran otros tipos de artefactos cuya materia prima no es local, ni se encuentran huellas de su producción en el sitio: las herramientas de basalto, materia prima que no se encuentra en la zona pero sí en las serranías cercanas,[9] con las que estaban elaborando hachas y diversas herramientas posiblemente para la industria orfebre (Figura 8), producción que no se registró en Plato, dado que no hay presencia de hornos, crisoles ni desechos asociados a la metalurgia; cuentas elaboradas con minerales como cuarzos, variscita y serpentina (Acevedo et al., 2021), asociadas siempre a una producción por parte de los grupos chibchas de la Sierra Nevada de Santa Marta (Figura 9). Y por último, las cerámicas finas, conocidas como bajo Magdalena Rojo Bañado[10] (nombradas por Reichel-Dolmatoff como Plato Rojo Bañado), las cuales son elaboradas por grupos de la TCIA, pero aún no se sabe con exactitud si cada sitio producía sus cerámicas o si había centros de producción y distribución. Un análisis -aún no publicado- realizado por Alejandro Rey de Castro, de la Universidad de Florida, Tania León y el autor del presente artículo, en el año 2022, en el laboratorio de la Universidad del Norte, con varios fragmentos de este tipo cerámico, de siete sitios de la región, incluidos en el presente artículo: Plato, Zambrano, Barrio Abajo, Arroyo de Piedra, Tierra Bomba, La Vergona y Zapayán, han arrojado una gran diversidad de técnicas de manufactura y de tipos de pastas, lo que podría indicar múltiples zonas de producción y artesanos con sus técnicas particulares, quienes están elaborando el mismo tipo de ollas pero con características locales de manufactura.
Volviendo a la orfebrería, los artefactos identificados en Plato-Zambrano pertenecen al grupo nombrado Serranía de San Jacinto, el cual, según Falchetti (1995, p. 32) fue un “conjunto que se prolongó hasta épocas tardías, aun después de la conquista española… aparecen en el bajo Magdalena y formaron parte del intenso intercambio de la tumbaga en esas regiones, en el cual cumplieron un papel fundamental los Malibúes del bajo Magdalena, orfebres y comerciantes del río”. En el proyecto vial de los Montes de María se encontraron crisoles en los sitios tardíos de la TCIA excavados en esta serranía (Gamboa, sin publicar), lo que apoya la posibilidad de una producción orfebre por parte de comunidades de la TCIA. Clemencia Plazas (conversación personal) plantea que casi toda la producción orfebre tardía se da en los Montes de María. Actualmente la investigadora del Museo del Oro Lina Campos está llevando una investigación con la orfebrería tardía, y su trabajo arrojará información muy valiosa sobre la industria de metales por parte de poblaciones que tuvieron contacto con los ibéricos.
Circuito Costa - río Magdalena - Montes de María
Lo propuesto a continuación es un modelo para el intercambio y las interacciones en el bajo Magdalena durante los siglos XII-XVI d.C. La falta de más sitios excavados y publicaciones accesibles no nos permite tener aún la visión completa de la región, pero como se ha dicho en el presente artículo, gracias a trabajos y datos recientes, como a la revisión personal de colecciones a lo largo del Caribe colombiano, se cuenta con una visión parcial de estas relaciones humanas y económicas durante este periodo específico en esta región.
Hasta el momento podríamos considerar al sitio de Plato como el único puerto comercial y artesanal encontrado para el bajo Magdalena. Se llega a esa conclusión porque los materiales encontrados en el sitio y las características geográficas del lugar cumplen los requisitos necesarios para saber si un lugar es un puerto de intercambio o un simple varadero de canoas (Mckillop, 1996). Plato se encuentra en un lugar geográfico importante al lado del río Magdalena, entre la Sierra Nevada de Santa Marta al oriente, los Montes de María al occidente, la Serranía de Tubará y Pasacaballo al Norte, y la Mojana y los Andes al sur, siguiendo contracorriente el río; presenta materias primas foráneas tanto en objetos manufacturados como en proceso (talleres) y presenta una mayor abundancia y diversidad de objetos que las comunidades vecinas del mismo rango.
Si comparamos a Plato con sitios cercanos con características geográficas y tamaños similares como Mompox (Romero y Vivas, 2014) y Santa Fé (Álvarez, 2022), vemos que son sitios donde se encuentran los objetos ya terminados en tumbas, pero una ausencia total del proceso de elaboración, así como de las herramientas para elaborarlos. Esto nos permite deducir que a estos lugares estaban llegando objetos ya manufacturados, y su fin era ser usados por las personas que vivían en el sitio, pero no se ve que haya existido allí comerciantes que se encargaran de redistribuirlos con otros sitios, pues se ve una ausencia de estos objetos en otros contextos que no sean funerarios, es decir, estos sitios eran su destino final, si existió una redistribución fue tan efímera que no dejó rastro en las áreas de actividades. Seguramente todos los sitios malibú, así como los pueblos pescadores actuales, tienen un varadero de canoas, donde llegan los pescadores o los comerciantes itinerantes, pero que se vea la existencia de un puerto comercial y artesanal donde estaban viviendo comerciantes y artesanos, obteniendo una variedad considerable de objetos y materias primas externas, con talleres que evidencian cadenas operativas, solo se puede percibir hasta el momento en Plato.
La industria de concha, su comercio y acceso
Las investigaciones sobre la industria de concha en Colombia (Márquez-Prieto, 2021, 2022; Pisco, 2017) han permitido conocer la existencia de una rica industria de objetos de concha a partir de los años 1150/1200 d.C. aproximadamente, con una intensa y compleja red de intercambio de materias primas y objetos manufacturados a lo largo del bajo Magdalena. Hasta el momento sabemos que existían dos tipos de industrias, una de herramientas, limitada en su producción y uso a los pueblos del litoral (Pisco, 2017) y otra orientada a la elaboración de ornamentos e instrumentos musicales, que se llevó a cabo en las sabanas del Caribe, en sitios como Plato, ubicado a más o menos 100 km de distancia del mar Caribe.
Esta producción se basa en especies marinas como Strombidae, Cassis madagascariensis, Turbinella angulata, Oliva spp, entre otras, provenientes de ambientes coralinos, fondos de arena y rocosos, ecosistemas que se encuentran en lugares específicos como las Islas del Rosario y San Bernardo, la bahía de Cartagena, algunas zonas del Tairona y la Guajira (Díaz y Puyana, 1994, p. 34-35). En muy menor medida, el uso de especies que habitan en el manglar, agua dulce y tierra, los pocos objetos que se encuentran elaborados en estas especies parecen más una industria ocasional que la materia prima esencial de algún tipo de objeto. En el proyecto de Yuma, los sitios de Jardín de Rosita y Mi Cabaña -no discutidos en el presente artículo- están basados en unas especies que provienen de manglares y estuarios, como la Melongena melongena (Márquez-Prieto, 2022, p. 22-40); futuras publicaciones tratarán sobre estos contextos.
Examinando los materiales encontrados en los sitios arqueológicos de los Montes de María y el Canal del Dique, sobresale la ausencia de materia prima como conchas sin modificación o fragmentos de estas. En los sitios de estas zonas se encuentran ornamentos terminados en contextos funerarios, no en las áreas de actividades. Por tanto, es hasta el momento una incógnita cuál fue la ruta comercial por donde llegaron las conchas a Plato, o las formas en que esta se dio. Una hipótesis es que la ruta sea en dirección opuesta, es decir, por el nororiente, desde las playas de la Sierra Nevada de Santa Marta o de la península de La Guajira, y no se han encontrado los sitios; la otra opción es que exista algún tipo de control por parte de los artesanos para que las conchas lleguen directamente al sitio y no se queden a lo largo de los asentamientos de los Montes de María y el Canal del Dique.
De los objetos elaborados en Plato, todos se han encontrado en las excavaciones -y saqueos- llevados a cabo en los Montes de María y en los departamentos del Atlántico, Bolívar, Magdalena y Sucre (Tabla 3), llegando casi hasta el Urabá; ahora bien, los ornamentos que se encuentran por el río Sinú, aunque presentan la misma iconografía, la forma en que se representan son diferentes, lo que lleva a pensar que por esta cuenca hídrica debe haber otros talleres de concha con su estilo propio de representar las mismas ideas. La falta de contextos arqueológicos excavados por profesionales no permite afirmar esta hipótesis, pero al estar esta zona ocupada por otros grupos étnicos como los zenúes, emparentados y mestizados con los malibúes para los siglos XII-XVI d.C. (Falchetti, 1996, p. 28-29), hace que sea muy viable que hicieran parte de una misma tradición tecnológica, pero con estilos y rasgos ideológicos propios (Márquez-Prieto, 2021, p. 152-153). Un dato que apoya esta hipótesis es la existencia de un skeuomorfismo en los Montes de María y el costado occidental de estos hacia el río Sinú para los siglos XIII-XVI d.C. (datación relativa por cerámica), donde formas típicas de la orfebrería zenú y chibcha como los darienes, “hombres-langosta”, aves con alas desplegadas o los remates de bastón, aparecen elaborados con concha (Figura 10).
Los ornamentos de concha fueron seguramente el principal bien de intercambio de la gente de la TCIA. Su uso generalizado por parte de todas las personas de esta tradición llevó a que fuera una industria activa e importante debido a la demanda de este recurso estratégico. Pero como se ha visto, no en todas las aldeas se producían estos objetos; se sabe que los vecinos de los Montes de María eran orfebres durante los mismos siglos que en Plato elaboraban objetos de concha, por tanto podríamos pensar que los comerciantes llevaban conchas sin trabajar al río Magdalena, para obtener en sitios como Plato, herramientas de basalto, cuentas de minerales y bienes ya terminados de concha, que a la vez llevaban a intercambiar a la Serranía de San Jacinto por objetos de tumbaga y viceversa.
La duda en este punto es sobre qué estarían intercambiando los poblados que no tenían producción artesanal para el trueque por bienes de concha; los recursos naturales en los sitios ribereños son prácticamente los mismos, lo que plantea la pregunta de cómo una familia de pescadores podría acceder a estos objetos. Tal vez existían otras industrias que no han dejado una huella clara en el registro arqueológico y no se han investigado por los colegas, como la producción textil, cestería, salinera o la obtención de otros bienes de subsistencia -maíz, yuca, carne de monte-, o la existencia de algún tipo de distribución o mecanismo de control local en cada sitio entre los comerciantes y los agricultores-pescadores, que permitía el acceso de estos últimos a esos productos, en especial las cuentas circulares y tubulares, que son las de un uso más generalizado.
La falta de datos sobre la existencia de una élite visible en el registro arqueológico del sitio (además es el sitio más grande encontrado en la zona), lleva a pensar que estas personas eran artesanos independientes, que controlaban su producción y posiblemente la comercialización de su trabajo. Las cuentas y colgantes elaborados con concha, cerámica y cuarzos rojos son comunes en la mayoría de contextos funerarios de la región, hasta en la decoración de animales enterrados en urnas, como el caso de los loros y guacamayas encontrados en San Pedro, Sucre (Gutiérrez et al., 2016, p. 376-383). No obstante, la existencia de los pectorales/colgantes en forma de aves con alas extendidas, colgantes con forma de cabezas de aves, los remates de bastón zoomorfos, figuras Darién u “hombre-langosta” indican la existencia de ciertos símbolos que posiblemente eran de un uso más restringido para ciertos eventos ceremoniales por parte de personas que tenían rasgos diferenciados; desafortunadamente no se han encontrado en proyectos arqueológicos este tipo de bienes de prestigio y los que se encuentran en museos provienen de saqueos. Un caso de producción y uso similar lo registra Boada en El Venado, en Boyacá, quien aun habiendo encontrado una “zona de élite” y con una acumulación de 94% de los materiales, considera que la élite no controlaba la producción de textiles ni tenía la capacidad burocrática de poder hacerlo, sino que el control existía sobre ciertos objetos de mayor calidad y con símbolos que solo unas pocas personas podían usar (Boada, 2009, p. 306); posiblemente en el bajo Magdalena sucedía algo similar, los objetos que tenían representaciones de ciertos símbolos estaban limitados para el uso de unas pocas personas.
Como se ha venido diciendo, los bienes de concha son comunes en los contextos funerarios de la región, pero eso no significaba que todos tuvieran acceso a los mismos bienes ni a la misma cantidad de estos. Tumbas como las encontradas en La Pasión, cerca de Ovejas, Sucre, son la muestra de un acceso desigual a los bienes de prestigio (estas tumbas son del período colonial, pero son de clara tradición indígena). Mientras que la mayoría de tumbas o urnas encontradas en todo el bajo Magdalena aparecen individuos que tienen una pulsera o collar con cuentas circulares mezcladas de cerámica, roca, mineral y concha, y algún colgante simple. En las tumbas de La Pasión solo cuatro individuos poseen 9.523 objetos de concha, compuestos por conjuntos diferentes de más de 10 tipos de cuentas y colgantes, además de contar con miles de cuentas de cerámica, hueso animal (huesos largos de gallinas), láminas de oro martilladas y enrolladas, narigueras de tumbaga, cuentas hechas con caninos de cánidos, flautas de cerámica con decoraciones de Crocodilia, flautas hechas con huesos de falconiformes, figurinas cerámicas y herramientas de procedencia europea como machetes, hachas, clavos y cuentas de vidrio de origen veneciano. Lo que es claramente un acceso diferencial a estos tipos de bienes y que, por las características de esta tumba, el sujeto central que presentaba la mayor cantidad de ornamentos parece ser un líder religioso que tenía toda una parafernalia asociada a la música y el ritual (Figura 11).
Pese a la riqueza de los contextos de La Pasión, si se comparan los contextos funerarios con las unidades de vivienda no se ve en la cotidianidad ninguna diferenciación económica y de acceso a otros recursos como la fauna y la alimentación; por tanto, el uso de ciertos símbolos, bienes y parafernalias sería exclusivo para algunas personas que tendrían funciones cívico-ceremoniales y no por diferencias económicas personales. Posiblemente la “élite malibú” estaba más relacionada con este tipo de actividades que con el control sobre la producción artesanal, el comercio o la acumulación de excedentes.
Mapa 1.
Interacciones y movimiento de ornamentos que se puede identificar en el bajo Magdalena durante los siglos XIII-XVI d.C.
Conclusiones
Los estudios de concha en el Caribe colombiano abrieron la puerta a un estudio escasamente realizado hasta el momento en Colombia (Lozada-Mendieta et., 2022), con esos materiales poco “atractivos” para los arqueólogos: los ornamentos, las cuentas de mineral y roca, las figuras talladas, etc. Pasaron de ser objetos que siempre quedan relegados en la categoría de misceláneos, donde terminan siendo desaprovechados y su información perdida o en deducciones simplistas, que no tienen análisis taxonómicos, tecnológicos o regionales, a ser objetos que aportan datos sobre el trabajo artesanal, la economía y política de las comunidades del pasado. Es común leer en informes, libros o presentaciones, frases como “esto es una prueba irrefutable de los contactos entre zenúes y taironas”, “conchas que provienen del mar” o “cuentas provenientes de X serranía”, pero sin ningún tipo de estudio especializado con estos materiales, ni datos fuertes que confirmen tales aseveraciones.
Trabajos como los del presente artículo son necesarios para toda una gran cantidad de materiales que se encuentran en los sitios arqueológicos de Colombia, con el fin de comenzar un discurso construido con objetos que tengan contexto y temporalidades más puntuales, cronologías exactas, que tengan en cuenta los estudios regionales, la producción artesanal y análisis tecnológicos, datos que sirven para hacer una interpretación más correcta de muchos objetos que se encuentran en museos y no se tiene mayor información que la que puede ofrecer el elemento per se.
Futuros análisis arqueométricos podrán dar luz sobre el intercambio e interacción prehispánica en Colombia. Los estudios especializados como MEB y arqueología experimental para la industria de concha, o microsonda de rayos X y espectrometría micro-raman para otros materiales, permitirá plantear con mayor confiabilidad la procedencia de estos artefactos, como, por ejemplo, los encontrados en Plato y la región del bajo Magdalena. A pesar de esto, los análisis taxonómicos usando una completa colección de referencia y el uso de tecnología básica, como la microscopia óptica apoyándose de un Dino-lite o un estereomicroscopio, permitieron ver las huellas del uso generalizado de la técnica de desgaste como base para la industria de concha de la gente de la TCIA, así como la existencia de una gran diversidad de objetos encontrados en este sitio fluvial, elaborados con materias primas provenientes de diferentes serranías, costas y ambientes. Esto permite plantear la idea de que Plato era un puerto comercial y artesanal importante del río Magdalena, que contaba con una industria local de objetos de concha, con posiblemente artesanos independientes que obtenían materia prima proveniente de corales y la trabajaban localmente, pero también donde llegaban objetos elaborados en otros sitios y regiones y que en este lugar se redistribuían a las poblaciones y artesanos de comunidades vecinas, que los necesitaban para sus labores, como es el caso de las herramientas líticas utilizadas en la orfebrería de la serranía de San Jacinto.
Podemos pensar que los objetos manufacturados por grupos de la Sierra Nevada estaban llegando hasta el río Sinú, o los ornamentos de concha que se movieron por todas las sabanas del Caribe y llegaron en algunos casos hasta la cordillera oriental andina, llegaron a través de estos puertos y comerciantes. Según Angulo Valdés (1984), existió un intenso comercio en la zona de Ciénaga, Magdalena, donde los taironas que ocupaban este lugar intercambiaban con los grupos circundantes a la Ciénaga Grande del Magdalena productos como sal, pescado y camarones con los bienes que obtenían de los taironas que vivían en la Sierra, posiblemente a través de este tipo de truques era como los indígenas de la TCIA obtenían las cuentas hechas con mineral y roca que hacían los grupos chibchas de la Sierra y que llegaban a diferentes sitios de las llanuras del Caribe.
En el área entre el río Sinú, el río Magdalena y la Sierra Nevada de Santa Marta hasta Tamalameque, al sur, hubo una constante producción, interacción y movimiento de objetos durante los siglos XIII-XVI d.C. Este comercio se dio a través de puertos comerciales como Plato (no sería el único), al cual llegaban objetos de otras comunidades y ahí eran obtenidos por otras, moviendo así los bienes de mano en mano, de sitio en sitio. La presencia de materiales que eran producidos en los Montes de María, la Sierra Nevada de Santa Marta o de materias primas que podían tal vez venir desde los Andes u otros lugares, es muestra de una serie de movimientos en un amplio territorio; no obstante, hasta el momento no se puede afirmar el contacto directo y la presencia de ciertos grupos en territorios de otros, por ejemplo, de taironas en el río Sinú o malibúes en la Sierra Nevada o los Andes; se necesitan datos fuertes, que vayan más allá de lo estilístico, como la genética, patrones funerarios diferentes u otros, para aseverar este tipo de afirmaciones muy comunes; por el momento, los datos arqueológicos fuertes nos hacen pensar un modelo de intercambio que se llevaba a cabo de mano en mano, con la existencia de lugares importantes que eran puertos comerciales y artesanales, donde llegaban mayor cantidad de objetos y materias primas de variadas procedencias.
El estudio regional sirve para ver la producción y el amplio movimiento y consumo de los ornamentos de concha; las cuentas circulares y tubulares eran de un acceso generalizado en toda la población, pero ciertos objetos y símbolos estaban restringidos a personas que tenían un estatus diferenciado. Esto afirma el dato etnohistórico de poblaciones con una organización socioeconómica y política más horizontal, en la cual la existencia de una élite cacical en la región es casi nula y los líderes se limitaban a ciertas personas en época de guerra o de rituales religiosos.
Lo propuesto en el presente artículo es un modelo para explicar la producción, las interacciones e intercambios ocurridos durante los siglos XIII-XVI d.C. en la región Caribe de Colombia. Futuros análisis arqueométricos permitirán afirmar o refutar hipótesis acá planteadas, principalmente las rutas por donde se movieron los materiales y las zonas puntuales de producción. Se espera que esta investigación motive a los colegas a darle mayor atención a este tipo de artefactos y a la información que estos ofrecen, así como el discurso manejado en sus investigaciones.
Contribuciones del autor
Leonardo Enrique Márquez-Prieto: investigación y redacción del documento.
Agradecimientos
A los arqueólogos y colegas que han trabajado el Caribe y colaboraron a lo largo de los años con la presente investigación, especialmente a Sandra Santacruz y Johana González, del proyecto YUMA. A Luis Carlos Choperena, Julián Gamboa, Lina Campos, Camilo Beltrán, Javier Sandoval-Rivera, Juan Guillermo Martín, Clemencia Plazas, Johnny Meca, Lázaro Cotes, Jorge Quiroz, Juliana Campuzano, Sergio Castro, Marcos Klaus, Nicolás Pulido, Augusto Oyuela, Alexander Casas. A los habitantes de Zapayán, que nos han recibido a lo largo de ocho años, en especial a la familia Gómez Santana y a Víctor Medina. Los proyectos de Yuma y Cruz del Viso-Carreto. A los museos que conservan el patrimonio de la región, museo Mapuka, Museo de Galapa, Museo del Oro Zenú y Museo MAMHVE.
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Notas
Información adicional
Cómo citar este artículo: Márquez-Prieto, L. (2023). Artesanos y circulación de objetos en el Bajo Magdalena: la industria de concha y el intercambio fluvial en el norte de Colombia entre los siglos XII y XVI d.C. Jangwa Pana, 22(2), 1-27. doi: https://doi.org/10.21676/16574923.5089
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redalyc-journal-id: 5880