Sección General

Cambios en la movilidad transfronteriza del pueblo Wayúu en el contexto de la crisis venezolana

Changes in the cross-border mobility of the Wayúu people in the context of the Venezuelan crisis

Adriana del Carmen Consuegra Ascanio
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, Ecuador

Cambios en la movilidad transfronteriza del pueblo Wayúu en el contexto de la crisis venezolana

Revista Jangwa Pana, vol. 21, núm. 2, pp. 107-122, 2022

Universidad del Magdalena

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Recepción: 30 Septiembre 2021

Aprobación: 04 Abril 2022

Resumen: La crisis generalizada que se vive en Venezuela se ha manifestado en varios hechos importantes. Uno de ellos es el cambio en el patrón migratorio. Aproximadamente 5 millones de venezolanos han emigrado hacia distintas partes del mundo. Otro suceso es el cierre de la zona fronteriza compartida con Colombia decretado por el presidente Nicolás Maduro desde agosto de 2015 hasta septiembre de 2016. Ambos acontecimientos hacen parte de un contexto en el que también se ha visto alterada la vida y la movilidad del pueblo Wayúu, habitantes ancestrales de este territorio. Las prácticas productivas y reproductivas de esta comunidad dependen de la movilidad y el intercambio en este espacio. La presente propuesta parte de los resultados obtenidos en un estudio de corte cualitativo sobre los cambios anteriormente señalados. Además del ejercicio etnográfico de observación directa, este estudio realizó 17 entrevistas a personas Wayúu en Maicao (La Guajira). Los principales resultados evidenciaron que se pueden distinguir por lo menos tres transformaciones importantes en la movilidad como estrategia de defensa de la vida. La primera está relacionada con una relativa in (movilidad) manifestada en la poca circularidad en el territorio fronterizo. La segunda se caracteriza por la migración de forma más permanente por parte de algunos/as wayúu hacia territorio colombiano. Y la tercera tiene que ver con el retorno hacia los territorios. Todo esto permite comprender las fronteras como espacios social y culturalmente producidos y a la movilidad como una práctica fundamental para vivir y resistir, especialmente para las comunidades transfronterizas.

Palabras clave: movilidad transfronteriza, cambios, crisis, frontera, pueblo Wayúu.

Abstract: The generalized crisis in Venezuela has manifested itself in several important events, including the change in the migration pattern with the departure of approximately 5 million Venezuelans to different parts of the world, as well as the closure of the border area shared with Colombia decreed by President Nicolás Maduro from August 2015 to September 2016. Both events are part of a context in which the life and mobility of the Wayúu people, ancestral inhabitants of this territory, whose productive and reproductive practices depend on mobility and exchange in this space, have also been altered. This proposal is based on the results obtained in a qualitative study on the changes mentioned above, for which, in addition to the ethnographic exercise of direct observation, 17 interviews were conducted with Wayúu people in Maicao (La Guajira). The main results showed that at least three important transformations can be distinguished in mobility as a life defense strategy. The first is related to a relative lack of (mobility) manifested in the low level of circularity in the border territory. The second is characterized by the more permanent migration of some Wayúu into Colombian territory and the third has to do with the return to the territories. All this allows us to understand borders as socially and culturally produced spaces and mobility as a fundamental practice for living and resisting, especially for cross-border communities.

Keywords: cross-border mobility, changes, crisis, border, Wayúu people.

Introducción

La crisis venezolana es un fenómeno de gran alcance que ha transformado de distintas maneras el panorama migratorio de muchos países alrededor del mundo, especialmente de Colombia. El principal propósito de esta investigación es analizar la forma en la que la crisis generalizada que se vive en Venezuela ha transformado la movilidad transfronteriza del pueblo Wayúu en la frontera colombo-venezolana como una estrategia clave para el sostenimiento de la vida. Para ello se construyó un diseño metodológico de corte cualitativo en el cual predominaron la observación y la entrevista como técnicas de recolección de información. Se entrevistaron a 17 Wayúu entre los 20 y los 60 años de edad que tuvieran historia migratoria entre Colombia y Venezuela. Asimismo, se realizó un trabajo de observación en el paso de control migratorio de Paraguachón, conocido como “La Raya” y en áreas de gran actividad socioeconómica en el municipio de Maicao (La Guajira, Colombia) y zonas aledañas, incluyendo dos rancherías. Maicao fue escogido como punto central para el desarrollo de esta investigación porque es el principal eje de conexión entre el Departamento de La Guajira (Colombia) y el Estado de Zulia en (Venezuela). Aquí se presentan interesantes dinámicas de movilidad de personas y de productos a ambos lados de la frontera.

La realización del trabajo de campo tuvo una duración de tres meses. Gracias a él se pudo comprobar que, efectivamente, hay cambios observables en lo referente a la movilidad en el espacio fronterizo. El primero de ellos está relacionado con una relativa in (movilidad) manifestada en la poca circularidad en el territorio fronterizo. El segundo se caracteriza por la migración de forma más permanente por parte de algunos/as Wayúu hacia territorio colombiano. Y el tercero tiene que ver con el retorno hacia los territorios. La presentación de estos resultados en el presente artículo conserva una estructura que parte de la descripción de un contexto necesario para lograr una aproximación adecuada al objeto de esta investigación que incluye una mirada sobre el territorio; una breve caracterización del pueblo Wayúu y algunas reflexiones sobre la crisis venezolana. Seguido de ello, se expondrán de forma detallada los resultados relacionados con las transformaciones en la movilidad como una estrategia de sostenimiento de la vida. Se incluirá una reflexión acerca de las formas en la que la debacle social, política y económica de Venezuela ha trastocado la movilidad transfronteriza, en tanto que ha causado la interrupción de dinámicas de circularidad en el territorio, ha producido el retorno de los/as Wayúu a sus tierras en Colombia o ha producido procesos migratorios más permanentes por parte de personas de origen Wayúu nacidos en Venezuela. La discusión a partir de los resultados obtenidos contiene una disertación sobre las fronteras como espacios complejos en los que intervienen una multiplicidad de actores que despliegan sobre ellos estrategias de apropiación y resignificación del territorio, representaciones de control de los lugares y prácticas productivas importantes para el sostenimiento de la vida. También se consideró necesario avanzar en la comprensión de la movilidad como un proceso en el que prevalece el reconocimiento de las infraestructuras móviles e inmóviles que, en diálogo con la agencialidad de los sujetos, van dándole forma al ejercicio de desplazarse y transformar los espacios transnacionales.

Materiales y métodos

La investigación que dio lugar a los resultados que se exponen en el presente artículo fue de carácter cualitativo. Se buscó priorizar la “búsqueda de significado y de sentido que les conceden a los hechos los propios agentes, y la forma en que viven y experimentan ciertos fenómenos” (Rodríguez y Valldeoriola, 2009, p. 47). Era fundamental conocer la experiencia de movilidad de los sujetos participes de la investigación, así como también sus percepciones con respecto a la crisis venezolana y la manera en la que esto había transformado las diferentes dinámicas sociales, económicas y culturales propias de la vida en fronteras. Por todo esto, el método etnográfico fue clave para aproximarse a estas realidades y comprender, a través de la descripción, lo que estaba sucediendo en medio de un contexto concreto como lo es la problemática generalizada en el vecino país. De acuerdo con Guber (2001), la descripción en la praxis de la etnografía:

Se ocupa de lo que ocurrió para sus agentes (el ‘cómo es’ para ellos) (…) En este sentido, los agentes son informantes privilegiados pues solo ellos pueden dar cuenta de lo que piensan, sienten, dicen y hacen con respecto a los eventos que los involucra (p.13).

De esta forma, las principales técnicas de recolección de información fueron la observación directa en puntos álgidos para el comercio, la movilidad y el intercambio cultural, así como también en dos rancherías ubicadas en Maicao, centro poblado que se conecta con las distintas ciudades y municipios del Estado del Zulia. Igualmente, se implementaron entrevistas semiestructuradas a 17 personas Wayúu entre los 20 y los 60 años de edad. Quienes se desempeñaban como comerciantes, transportadores, trabajadoras/es o simplemente habitantes de los lugares en los que fue posible realizar el estudio. El principal criterio de selección fue la historia migratoria o de circularidad de estas personas y/o miembros de su familia en el espacio fronterizo compartido con Venezuela en La Guajira. Es importante aclarar que predominarán los testimonios de las personas entrevistadas y solo en determinados momentos de la presentación de los resultados se planteará un diálogo con lo hallado durante la observación.

El ámbito territorial de la presente reflexión tiene su centro en Maicao, eje de conexión principal entre distintos centros poblados y corregimientos en ambos lados de la frontera. Fundado en la década de 1920, Maicao cuenta con 166.000 habitantes aproximadamente, de los cuales 67.326 son indígenas y de estos el 98,9% son Wayúu (DANE, 2019). También posee una posición geográfica privilegiada. A tan solo 12 km tiene uno de los pasos fronterizos legales más importantes de Colombia: Paraguachón, el cual sirve como zona de distribución de productos y de movilidad de personas hacia distintas zonas de Colombia. Del lado venezolano se toman como “nodos de tránsito Paraguaipoa, Sinamaica y San Rafael del Moján, se extiende hasta Maracaibo, capital del estado más poblado de Venezuela y segunda ciudad del país, punto desde donde puede proyectarse por carretera hacia el resto de Venezuela” (González, 2019, p. 17). Del lado colombiano, la red de tránsito se extiende desde Maicao, pasando por Manaure, Uribia hasta Riohacha en la misma península de La Guajira. Sin embargo, tiende a ampliarse hacia otros departamentos de Colombia colindantes con la Costa norte del país (González, 2019).

Históricamente ha sido el epicentro de una intensa de movilidad de personas y productos, así como de importantes actividades comerciales. Desde su población legal en 1926 cuando el Ministerio de Gobierno de Colombia decidió enviar una guarnición militar debido al fluido intercambio mercantil entre Colombia y Venezuela por este espacio fronterizo, Maicao ha consolidado una fuerte vocación comercial que en sus inicios se basaba en la compra y venta de ganado, queso, entre otros productos básicos de consumo. En 1936 fue declarada Puerto libre Terrestre y en 1955 fue categorizada como municipio (González, 2019, p. 28). Desde entonces Maicao ha sido un punto álgido para la articulación de una economía transfronteriza de la cual depende en gran parte la vida de las comunidades que habitan el territorio colombo-venezolano de La Guajira.

Todas las actividades realizadas en el marco del estudio que dio lugar a esta reflexión contaron con el consentimiento de los/as sujetos participantes. Asimismo, el proyecto de investigación fue evaluado por personal docente calificado para determinar el cumplimiento de aspectos académicos y éticos del proceso investigativo. Durante la recolección de información se respetaron las normativas acerca del tratamiento de datos personales: Ley Estatutaria 1581 de 2012 y decreto 1377 que reglamenta parcialmente esta ley, así como también la integridad física y psicológica de los/as entrevistados.

Resultados

1. A manera de contexto: Dinámicas socioeconómicas y condiciones de vida en la frontera

La frontera colombo-venezolana de La Guajira es un territorio que se caracteriza por sus diversas dinámicas de movilidad de personas y productos así como por las complejas condiciones de vida de las comunidades que la habitan. Comprende la zona compartida entre el departamento de La Guajira en Colombia y parte del Estado de Zulia en Venezuela. Se ubica en la zona norte de ambos países, que históricamente ha sido el espacio concreto que ha permitido la reproducción social y de la vida de la población indígena y mestiza. En el ámbito fronterizo inmediato, del lado venezolano se conectan tres municipios pertenecientes al Estado de Zulia: Mara, Guajira, y Jesús Enrique Lossada. Del lado colombiano la frontera la conforman tres municipios del departamento de La Guajira: Uribia, Maicao y Hatonuevo (González, 2019).

Las condiciones de vida del lado colombiano están muy marcadas por altos indicadores de pobreza y de precarización de la vida. De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE 2020a), para el año 2018 el porcentaje de hogares en miseria estaba entre el 25 y el 50% de la población. Tan solo el 30% de los municipios tenía garantizado el acceso a acueducto. Para el 2019 la incidencia de pobreza monetaria en La Guajira alcanzó del 61,8% (DANE 2020b). Esto hace de este departamento el más afectado por la pobreza después del Chocó. Todo esto sucede en un contexto económico en el que se han favorecido históricamente proyectos extractivistas de minerales e hidrocarburos, siendo el más importante la minera Cerrejón. Para llevar a cabo dichas industrias se han utilizado grandes extensiones de tierra y recursos hídricos importantes para la vida de los Wayúu. Sumado a ello, nos encontramos con situaciones difíciles de seguridad que durante la primera década del siglo XXI ocasionaron oleadas de violencia, desplazamiento forzado y migración hacia otras zonas de Colombia, pero sobre todo hacia Venezuela.

Del lado de Venezuela, en épocas anteriores a la crisis, las cifras muestran una realidad un poco más favorable para la población. De acuerdo con Puerta (2020), en lo que respecta a servicios públicos y sanitarios, el Estado del Zulia contaba con tasas del 90% de acueducto, 61,8% de energía eléctrica y 96,8% de alcantarillado. Los efectos de la bonanza petrolera desde inicios de la década de los 70 (Puerta, 2020), unido a lo que más adelante, para finales de los 90s, se presenta como la universalidad de los derechos sociales y el reconocimiento de estos derechos a todos los sujetos sin discriminación, puso a Venezuela en el mapa como muestra de la intervención del Estado para el desarrollo social y humano. Colombia, por su parte, se mostró como un Estado cada vez más ausente y desconectado de los problemas de gran parte de la población de La Guajira. A la precariedad y la desigualdad se agregó la creciente violencia en el marco del conflicto armado del que todavía se tienen registros y secuelas. La breve comparación que expone algunas de las diferencias en lo que se refiere a condiciones de vida en ambos países tiene como fin trazar un contexto en el cual se puedan entender las dinámicas socioeconómicas de la frontera, la movilidad transfronteriza como estrategia fundamental para la preservación de la vida y la fuerte relación de dependencia que buena parte de la población tiene con Venezuela. Se considera importante aquí pensar no solo en las dinámicas históricas que hacen parte de la vida en frontera, sino también la forma en que la crisis generalizada que se vive en el vecino país ha sido un factor fundamental en ciertos cambios que se han dado en prácticas asociadas a la reproducción social del pueblo Wayúu tales como: la movilidad de personas, bienes y servicios, el acceso a alimentos y los procesos migratorios.

1.1. Breve caracterización del pueblo Wayúu

Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE 2019a), Los Wayúu son el pueblo indígena más grande de Colombia con aproximadamente 380.460 personas que se autoidentifican como miembros de esta etnia. Sus principales municipios de concentración en el departamento de La Guajira son Uribia, con el 41%; Manaure 18,7%, Maicao 17,9% y Riohacha 17,9%. La mayoría, el 88%, residen en el área rural (DANE, 2019b). Su cultura es de orden matrilineal, es decir, que son las mujeres quienes definen la identidad, el legado ancestral y la pertenencia al territorio. Lo que las convierte en sujetos claves para el sostenimiento de la vida. Principalmente son las mujeres las que se encargan del cuidado y la crianza de los/as niños/as y de transmitir de generación en generación los principales saberes de la cultura Wayúu (Jaimes et al., 2018; Amodio y Pérez, 2006). A su vez, como lo plantean Jaimes et al (2018, p. 1): “La mujer Wayúu tiene un papel matrilineal: sobre ella recae el linaje de la progenie, la cohesión del clan, orienta al grupo, promueve la solución pacífica de conflictos y la renovación del grupo”. En esta comunidad, las mujeres son prácticamente las dueñas de los conocimientos necesarios para defender la vida a partir de prácticas de cuidado ligadas.

Las acepciones Wayúu de disposición y habitabilidad en el territorio son aspectos fundamentales para comprender las prácticas productivas y reproductivas de este pueblo. Estas ideas son precisas, a su vez, para entender su movilidad, que no solo se limita a la comprendida en los confines de ciertas porciones de tierra, sino que incluye el desplazamiento o circularidad transfronterizos, tema central para este estudio. Al respecto, es necesario referirse a su noción más esencial de hábitat. Para ellos, el hábitat es la distribución de la tierra, sobre todo en la vasta zona desértica de La Guajira, en la que es importante que las familias que las rancherías, principales formas de vivienda, cuenten con suficiente espacio para desarrollar sus actividades de pastoreo y cultivo. De esta forma se pueden evitar conflictos. Las rancherías son un conjunto de casas tradicionales habitadas principalmente por miembros de la misma familia, atendiendo el orden matrilineal que organiza la vida de los/as Wayúu. En ocasiones, varias rancherías llegan a convertirse en una comunidad en la cual se configuran ciertos liderazgos que permiten distintos tipos de negociaciones, sobre todo con las instituciones públicas (Saldarriaga, 2019).

Para efectos de disponer del territorio de manera efectiva se suele dividir la tierra teniendo como criterio los cementerios. Polo (2018) informa que “la cercanía a las fuentes de agua dulce y a un cementerio donde reposan los restos de sus familiares son los indicios de la pertenencia a un determinado clan familiar” (p. 62). Esto es relevante porque, a pesar de tener claro lo correspondiente a los linderos de una u otra familia o clan, la circularidad por este espacio no es excluyente. Se actúa conforme al respeto por la propiedad ajena. Por ello, los únicos límites reconocidos en el sistema cultural Wayúu son los que definen las porciones de tierra en las cuales se pueden ejercer las actividades productivas y reproductivas que garantizan la vida individual y colectiva y en las que reposan los muertos. La movilidad por la inmensa Guajira que se extiende hasta Venezuela es, en principio libre. Los límites son simbólicos, no políticos. Sin embargo, como podrá leerse más adelante, las fronteras políticas establecen marcos de restricción o exclusión de las distintas realidades que pesan sobre el territorio de los/as Wayúu (Consuegra, 2021b).

1.2. Prácticas (re) productivas del pueblo Wayúu y la movilidad como estrategia clave para el sostenimiento de la vida

En general, las prácticas productivas del pueblo Wayúu están relacionadas con los saberes y las concepciones sobre el territorio habitado y producido por la comunidad. Sus principales actividades económicas están conectadas con dinámicas puntuales de supervivencia en la vasta extensión de La Guajira y sus diferentes zonas desérticas y semidesérticas. Dependiendo de la ubicación de las familias, varían en alguna medida las formas de producir recursos para la subsistencia o para el intercambio comercial. Unos se dedican a la pesca, otros a la ganadería, al pastoreo y algunos a actividades mercantiles diversificadas, sobre todo en zona de frontera (Hostein, 2010; Salamanca, 2015; Patiño, 2005). Por ello, es menester pensar en la movilidad y las representaciones sobre el espacio fronterizo como estrategias que permiten la producción y la reproducción social a favor de la vida. Actividades como el transporte de personas y mercancías, la compra y venta de productos agrícolas, artículos de primera necesidad, ganado e incluso gasolina de contrabando que son transportados haciendo uso de los saberes que se construyen alrededor de un estar aquí y estar allá entre Colombia y Venezuela, así como también gracias a las redes y canales de comunicación que históricamente se han consolidado debido a esa circularidad constante en los confines de ambos países. De hecho, dado el reconocimiento de la binacionalidad de los/as wayúu y la relación de dependencia con Venezuela, los gobiernos colombiano y venezolano acordaron la promulgación de marcos normativos que permitieran el ingreso de mercancías necesarias para la supervivencia.

La Resolución 01922 del 23 de febrero de 2007 de la Dirección Nacional de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) establecía una lista de bienes y los cupos máximos semestrales que se podían ingresar por Paraguachón hacia los depósitos privados habilitados por la DIAN pertenecientes a la comunidad indígena Wayuu» (Guerra, 2007, p. 153 citado por Puerta 2020, p. 98).

Aunado a lo que se ha descrito anteriormente, autores como Salamanca (2015) y Patiño (2005) resaltan la importancia de las lógicas de apropiación territorial de los/as wayúu para comprender para enfrentar la precariedad de la vida en zonas tan complejas como la Guajira colombo-venezolana.

El amplio conocimiento territorial que permitió a los wayúu perpetuar su dominio no se restringe al uso y explotación de los recursos naturales, y se vincula con el extenso conocimiento necesario para el aprovechamiento de la posición geográfica estratégica para la circulación y el intercambio de mercaderías […] El poder territorial indígena se hizo a través del uso y apropiación de la frontera como práctica social, política y económica, la intensificación de las relaciones con el espacio exterior y el mercado, y la forma acotada, puntual y circunstancial en que esta red de transacciones se articulaba para su funcionamiento con los no-indígenas (Salamanca 2015, 126-127).

A lo anterior vale incluir lo planteado por Patiño (2005):

Los Wayuu se han desarrollado como personas hábiles para el intercambio y el trueque, por lo cual son quienes asumen el comercio entre Venezuela y Colombia, entre otras cosas porque como “dueños” del territorio son quienes transitan libremente por él y se ocupan de todo el proceso que implica garantizar la entrada de las mercancías. Como sea, son los Wayuu quienes ponen las mercancías en Maicao, en donde son comercializadas por guajiros, árabes o blancos (el resto de la población generalmente, de zonas del interior del país).

En efecto, al caminar las calles de Maicao, sobre todo en la zona céntrica, saltan a la vista las prácticas que ponen a la movilidad transfronteriza como estrategia que, a lo largo de la historia del pueblo Wayúu, ha sido fundamental para garantizar su existencia y resistencia en territorio. Se observan las chirrincheras, es decir, camionetas de doble tracción que transportan personas, mercancías y también gasolina– usualmente de contrabando– por toda la Guajira colombo-venezolana. Son conducidas en su mayoría por hombres Wayúu principales, conocedores de la zona y de las estrategias necesarias para transitar de manera segura en una zona controlada por múltiples actores sociales. En algunas conversaciones informales sostenidas con conductores y personas en situación de movilidad se hacía recurrente el relato del pago de zona, una especie de transacción económica entre los conductores y personas u organizaciones que administran el paso por las trochas para circular entre Colombia y Venezuela sin ser asaltados o violentados. Así como también la contratación de una “mosca”, o sea un motorizado que va realizando los diversos pagos a los que haya lugar a fin de resguardar la integridad de los vehículos, las personas y las mercancías. Cada una de estas estrategias de gestión fronteriza no institucional sino más bien popular, se han reforzado sobre todo con el cierre prologado que se decretó desde el 2015 y que únicamente se levantó para el paso peatonal. Esta coyuntura hizo que fuera conveniente para unos/as y obligatorio para otros/as el tránsito por las trochas como principal medio de movilidad y circularidad en la frontera colombo venezolana de La Guajira. El viaje se hace más rápido a través de estos caminos porque se pueden esquivar múltiples puestos de control aduanero y militar en la vía hacia Maracaibo. Además, no se corre el riesgo de ser requisado o interpelado por las autoridades.

En toda esta trama de transacciones y condiciones dispuestas para la movilidad, son los/as Wayúu, como pueblo originario transfronterizo, quienes han participado de manera genuina en las dinámicas territoriales. Son ellos quienes han establecido una serie de prácticas productivas y reproductivas para el sostenimiento de la vida que van de la mano con unos saberes y unos mecanismos de apropiación del espacio de los cuales se han valido para enfrentar las crueles condiciones de pobreza, la violencia, la exclusión y la indiferencia por parte de los estados, que en ocasiones intervienen para restringir el avance de la movilidad de artículos y personas con la excusa de la defensa de la soberanía y prevención de delitos asociados con unas lógicas propias de la dinámica comercial y cotidiana de las fronteras. Un ejemplo de esto es la medida del cierre fronterizo decretado en el 2015 que afectó a una gran cantidad de personas Wayúu y que de alguna manera diezmó la economía fronteriza que se nutre de la fluidez en el intercambio comercial e intercultural. A continuación, se profundizará en estos aspectos.

1.3. Sobre la crisis venezolana

Para efectos de la presente investigación se aborda la crisis venezolana como un fenómeno que inicia en el año 2013 con las complicaciones que a nivel económico, social y político se empezaron a evidenciar en este país. Tuvo su punto más álgido en el año 2015. En la actualidad, dicha crisis se mantiene, afectando a una buena parte de su población. Con relación a la creciente problemática que cada día se agudiza en Venezuela, Castillo y Renguant (2017, p. 152) mencionan que, para el 2015, el índice de escasez de bienes materiales fue del 40% y de medicinas del 60%. Con relación a la economía, este año fue completamente negativo. Se alcanzó una inflación del 180,9% y una caída del producto interno bruto de al menos -5,7% (Sánchez, 2016, p. 367). Asimismo, la inseguridad se tomó las calles de las ciudades y se convirtió en una realidad muy compleja para la población. Afirma Sánchez (2016) que en el 2015 se reportaron aproximadamente 28.000 homicidios, lo que puso a Venezuela en la lista de los países más peligrosos del mundo. Estas condiciones críticas empujaron a al menos 606.821 personas a abandonar su país. Esto coincide con el cierre fronterizo decretado de forma unilateral por el presidente Nicolás Maduro en agosto de 2015, el cual se levantó en septiembre del 2016 habilitando los puestos de control únicamente para el paso peatonal. En los primeros días de ejecución de esta decisión la prensa nacional reportó que

En los mercados de Maicao y Riohacha ya no llegan venezolanos a vender granos, maíz, azúcar, harina pan, huevos. Ni los wayúus, que tienen un derecho excepcional, ancestral, están cruzando la frontera y lamentan no poder hacerlo, porque son comerciantes y además tienen a sus familias de uno y otro lado […] El cierre fronterizo ha aumentado el drama de los wayúus de Uribia, alta Guajira, Puerto López, Nazareth, Punta Espada, Siapana y la Flor de La Guajira que están pasando hambre por no poder cruzar la frontera para comprar productos básicos de la canasta familiar. (Redacción Revista Semana, 2015).

En los últimos años, lejos de alcanzar una estabilidad, la situación en Venezuela se ha vuelto más crítica. Tanto que se estima que se hayan por lo menos 5,4 millones de migrantes y refugiados procedentes de este país alrededor del mundo. Colombia es el principal país receptor, con aproximadamente 1700.000 migrantes venezolanos (Galindo, 2021). Entre 2005 y 2020 se reporta el ingreso de al menos 961.759 personas por el paso de control fronterizo de Paraguachón, de acuerdo con cifras obtenidas directamente del facilitador de servicios migratorios de Maicao, municipio en el que se estima se encuentran 54.00 personas de origen venezolano.

Resumiendo, la crisis venezolana ha sido un fenómeno muy amplio que ha causado importantes impactos en la región, sobre todo en Colombia, especialmente en los territorios en los que se comparte frontera. Es importante comprender que lo que sucede en el vecino país tiene consecuencias que se trasladan hacia distintos ámbitos de la Región. En el caso de La Guajira, los efectos no solo se sienten en la vida de la generalidad de la población, sino también en las dinámicas propias del pueblo Wayúu, para quienes este complejo contexto ha significado transformaciones en sus estrategias de reproducción social y sostenimiento de la vida, como se verá a continuación.

2. Cambios en la movilidad transfronteriza del pueblo Wayúu en el contexto de la crisis en Venezuela.

2.1. Relatos de movilidad: La movilidad transfronteriza como principal estrategia para la consecución de trabajo y para la preservación de la cultura wayúu

Los procesos de movilidad transfronteriza del pueblo Wayúu son bastante frecuentes dada su condición de pueblo originario que habita un territorio dividido por las fronteras artificiales establecidas bajo tratados entre dos estados: Colombia y Venezuela. En general, los/as wayúu se movilizan a lo largo y ancho de la Guajira colombo-venezolana por distintos motivos. Los siguientes podrían ser los más relevantes: 1) para resistir los largos períodos de sequía que amenazan el desarrollo de actividades esenciales para la vida como el cultivo o el pastoreo, 2) para sobrevivir a la violencia en el contexto del conflicto armado colombiano y los constantes ataques por parte de grupos al margen de la ley y 3) para acceder a empleos y al intercambio comercial de productos básicos para la subsistencia.

La migración hacia Venezuela ha sido común entre los Wayúu y se pueden identificar por lo menos tres grandes oleadas: alrededor de 1910-1920, cuando se inició la explotación petrolífera y se da una trata de esclavos indígenas para cubrir las necesidades de las haciendas, así como una migración económica voluntaria. En la década de 1970 el país vecino era boyante y otra oleada de migración puede ser identificada con la bonanza marimbera colombiana. Finalmente, en las décadas de 1990 y 2000 la migración es por la violencia —se recuerdan las masacres en el sur de La Guajira y en Portete (Puerta, 2020, p. 107).

Con la crisis venezolana se han ocasionado una serie de alteraciones en distintos aspectos relacionados con la movilidad transfronteriza que durante años han ejercido los Wayúu en virtud de su derecho constitucional a la binacionalidad y a sus prácticas ancestrales sobre un territorio en el que por tradición no reconocen límites que separen o que inhiban sus posibilidades de vivir en un aquí y un allá entre Colombia y Venezuela. A continuación, se explicarán de forma detallada los principales cambios observados en el estudio que antecede la realización de este artículo con relación a la movilidad como estrategia de reproducción social.

2.2. La movilidad como estrategia facilitadora de la vida

Es importante comprender que la movilidad transfronteriza, manifestada en procesos migratorios de circularidad, temporales o definitivos o en el transporte de mercancías es una estrategia de reproducción de la vida en tanto es la garantía para muchas comunidades de sostener su economía (Sanz 2015, 201). Por ello, prácticas como el contrabando o el ingreso legal de productos de la canasta familiar o artículos para el consumo general están arraigadas a las economías populares que emergen en estas zonas complejas como las fronteras y son las principales vías de acceso a bienes fundamentales para la existencia. De hecho, como lo manifestaría Olga, una de las personas entrevistadas

Imagínate si no entra combustible venezolano en pueblos como Nazareth, Puerto Estrella, se quedan sin servicio eléctrico, porque es el combustible más económico que puede entrar a esa zona y es de más fácil acceso que enviándola desde Riohacha hasta Nazareth o hasta Puerto Estrella. (Olga, comunicación personal, 1 de marzo del 2020, citada en Consuegra, 2021a, p. 82).

En el mismo plano, la posibilidad de desplazarse por todo el territorio fronterizo también garantizó la posibilidad de acceder a empleos que en tiempos de bonanza en Venezuela representaba mayores rangos de ganancias. Esto facilitó la generación de recursos para procurar el bienestar individual y familiar. Al respecto, Ángela comenta que desde su comunidad:

Nos fuimos, como está la gente ahora de allá de Venezuela, nos fuimos en busca de trabajo, a trabajar, y trabajamos allá y luego me encontré con el papá de ellos allá y nos metimos a vivir, tengo un pedazo de solar allá (…) era por la necesidad (…). (Ángela, comunicación personal, 13 de febrero de 2020, citada en Consuegra, 2021a, p. 88).

Como la de Ángela, muchas fueron las historias de población Wayúu y no Wayúu que, en tiempos de violencia e incertidumbre en Colombia, migraron a Venezuela. Los mínimos vitales, que en algún momento fueron dispuestos por el gobierno venezolano para toda la población, fueron un gran atractivo para un grueso de la población que en Colombia no contaban ni siquiera con la infraestructura o los recursos básicos para vivir dignamente. Asimismo, la posibilidad de enviar remesas y alimentos hacía sus comunidades fue lo que en muchos sentidos permitió que las familias Wayúu pudieran enfrentar las difíciles condiciones climáticas, los episodios de violencia y la precarización cada vez más angustiante de la vida. Conforme a lo expuesto en anteriores apartados, la movilidad en todo el territorio de la Guajira colombo-venezolana es una práctica que se puede vincular con la reproducción social, pero también con las tradiciones Wayúu que suponen sostener vínculos con los familiares a través de visitas frecuentes. En algunos relatos obtenidos se observó que en los últimos años algunas familias han visto limitado ese ejercicio de ir de un lado a otro de La Guajira colombo-venezolana porque es complejo obtener los recursos para emprender los viajes o porque no hay ningún motivo para regresar a Venezuela y es preferible entonces permanecer en Colombia. Al respecto Javier nos cuenta que

Antes, cuando nosotros viajábamos pa' la alta Guajira, pasábamos en el carrito de Uribia y, ahí, nada más llegas aquí, hace una compra, y de ahí (...) Ahora no, ahora la familia quiere hacer compra, llega hasta Uribia, nada más. Pero antes no, antes salía de la Alta (Guajira), pasaba por Uribia y por aquí pa' Maracaibo, y de ahí de Maracaibo. Ahora no, ahora llega a Uribia y se queda (Javier, comunicación personal, 4 de febrero del 2021).

Menciona que se quedan porque, en estos momentos, tanto él como su familia y muchos de sus conocidos han decidido quedarse en algunos municipios fronterizos como Maicao y Uribia, precisamente porque las extremas condiciones económicas dificultan la existencia en el vecino país. Por ello, resulta más provechoso tener largas estancias del lado colombiano, esperando reunir dinero, para eventualmente enviar a quienes se quedaron en Venezuela o para regresar si es indispensable. La misma situación plantea Lucía:

Antes, el 12 de octubre nos reuníamos toda la familia. En mi casa. En la de mi abuela y eso era que la comida, que si la chicha, que el otro va a poner eso, que si mi primo traía los tambores pa bailar, los niñitos que bailaban chichamaya, se pintaban, se ponían sus mantas, sus cosas, nos poníamos. Ya tenemos como dos años que ya no. La situación, porque como decimos nosotros, nosotros ya no nos reunimos como antes. Como dice mi primo, ya Maduro nos ha quitado hasta visitar a la familia, porque nosotros tenemos mucha familia y ya la familia de nosotros ya no nos visita. Porque bueno, sale caro (Lucía, comunicación personal, 3 de marzo del 2020).

De alguna manera, la crisis venezolana ha trastocado las dinámicas de encuentros basados en la movilidad que les garantizaba a los/as Wayúu la preservación de los de vínculos con sus familias y con el territorio. Es posible que esto no sea una premisa general. Sin embargo, en los casos consultados, fue recurrente encontrar relatos que narraban la dificultad de poder desplazarse por todo el territorio ante la precariedad que impera del lado venezolano y que siempre ha estado presente en Colombia. Si antes la salida concreta para superar las vicisitudes de la vida era ir hacia el país vecino para obtener los recursos que posibilitaran condiciones materiales de existencia, en la actualidad, la solución para muchas personas es permanecer en territorio colombiano esperando que eventualmente la situación tome otra forma. Sumado a todo esto, a pesar de las restricciones y las complicaciones que esto acarrea, la movilidad sigue estando en el centro de los mecanismos para procurar la vida. Es así como aparece en el mapa los procesos migratorios de los/as Wayúu nacidos en Venezuela, que deciden emprender rumbo a Colombia con el único fin de encontrar familiares y ayuda para vencer la precariedad.

2.3. Decididos a dejar Venezuela

Los efectos de la crisis venezolana son palpables en las historias de todas las personas que se han visto forzadas a abandonar este país con el único deseo de subsistir. Para los Wayúu nacidos en Venezuela, esta es una realidad que atraviesa sus vidas y que de alguna manera era casi impensable. No había sido necesario despegarse de sus posesiones o de sus trabajos de manera tan definitiva hasta el punto de contemplar la posibilidad de alejarse de lo que siempre ha sido su gran hogar: La Guajira. Este fue el caso de Raúl, hombre Wayúu nacido en Mara (Estado del Zulia), quien luego de perder todos sus trabajos y ante acontecimientos importantes en su vida, como fue la conformación de su propia familia, decidió partir de su tierra con la esperanza de encontrar en Colombia conocidos, familiares o instituciones que le ayudaran a crear mejores condiciones de vida para él y para su familia. Fue así como en el año 2018 arribó a Maicao para dirigirse a Barranquilla, a 347 kilómetros de Maicao. Pero no le fue posible llegar a su destino porque al final quienes ofrecieron su mano decidieron que no era podían recibirles y atenderles. Desde ahí comenzó una gran travesía y la aventura de inventar todo lo que fuera posible para resistir y no regresar “derrotado” a su municipio natal en Venezuela. Según Raúl

La situación por la cual emigré es por la mejoría económica. Porque ya la situación en Venezuela no estaba, digamos, como que bien del todo. Porque ya uno no trabajaba ni siquiera para comer. Porque uno prácticamente trabaja para comer uno o dos platos de comida de los 3 que se come normalmente uno. Y bueno, acá con mucha expectativa de progresar (Raúl, comunicación personal, 23 de enero del 2020, citado en Consuegra, 2021a, p. 105).

En Mara, cerca de Maracaibo, Raúl era estudiante universitario. Para sostenerse trabajaba en las iglesias y en las tierras de su familia en la que se sembraban “fríjol, que comen caraotas, lentejas, plátanos, todo lo que tiene que ver con el tiempo” (Raúl, comunicación personal, 23 de enero del 2020, citado en Consuegra, 2021a, p. 105). Al llegar a Maicao, advirtió que era imposible ejecutar las mismas labores a las que estaba acostumbrado. Luego de recorrer por muchos meses las calles de este municipio en búsqueda de sustento, se encontró con el emprendimiento que realmente cambiaría sus días en medio de lo caótico que suele ser moverse en espacios abigarrados, ruidosos y atiborrados de personas y vehículos que diariamente se mueven entre el Zulia y Maicao para transportar mercancías y provisiones. Inició entonces su historia como “pastillero”, un oficio muy particular de las dinámicas económicas transfronterizas de esta zona de la Guajira colombo -venezolana que consiste en vender medicamentos para todo tipo de enfermedades a precios realmente bajos con respecto a los establecidos en las farmacias.

Durante varios días acompañé a Raúl en su jornada laboral diaria, sobre todo en la zona del centro de Maicao. Pude evidenciar que este negocio dependía totalmente del ingreso y la circularidad de miles de personas que a diario arriban a Maicao para buscar artículos de primera necesidad, entre esos, jarabes, pastillas o ampollas que en Venezuela son muy costosas o imposibles de conseguir. Supe que rápidamente Raúl comenzó a identificar las medicinas que funcionaban para aliviar síntomas o tratar enfermedades, así como también a sus potenciales compradores, quienes se caracterizaban según él por cargar bolsas y maletines grandes para guardar sus compras, lo cual le aseguró conformar una clientela asidua que semanalmente lo contactaban para obtener sus productos. Así pues, la crisis, además de generar escenarios de pobreza e incertidumbre, de alguna manera pone a prueba la agencia de los sujetos que, de una u otra forma, se valen de la necesidad del movimiento para afianzar sus redes y crear posibilidades de sostenimiento desde sus saberes y desde sus propias necesidades. De aquí también se desprende un tema de interés para este estudio. Es una suerte de práctica de retorno de miembros de la etnia Wayúu que, durante mucho tiempo, han vivido en Venezuela y que ante la debacle no tuvieron más solución que regresar a sus territorios.

2.4. De vuelta a los territorios

La crisis venezolana ha marcado un antes y un después en la vida de miles de personas que constantemente buscan la manera de resolver sus condiciones de vida migrando. También ha sido así para las comunidades que habitan la frontera por la fuerte dependencia que hay entre las dinámicas socioeconómicas de ambos países, especialmente de los/as Wayúu, quienes aprovecharon las libertades de recorrer la frontera para vivir en un aquí y un allá que les permitió defenderse y sostenerse. Sin embargo, a lo largo de los últimos años se han evidenciado cambios en la movilidad de este pueblo. Uno de ellos es el regreso de personas que durante años han vivido en Venezuela y hasta ahora retornan de manera más permanente a sus territorios en Colombia. Así pues, Ángela, desde su ranchería, en la que vive con sus hijas y nietos entre carencias, ausencias y con dificultades para tener acceso a servicios básicos como agua potable o atención médica, comenta que retornó para el año 2014 porque ya no era posible vivir en buenas condiciones en Maracaibo (Estado de Zulia, Venezuela), lugar al que emigró muy joven y en el que encontró estabilidad económica y laboral. Cuando todo empeoró retornó a su ranchería a realizar labores de cría y cuidado de animales, ella cuenta que:

Ya estaban comenzando las cosas difíciles. Fue cuando, fue cuando comenzó el problema del gobierno y siempre quise regresar porque a mí me gusta criar. Yo quiero tener chivos, quiero tener gallinas. Allá no porque, ajá, el espacio es pequeño. Sí tuve bastante animales cuando llegué. Se han ido acabando por la sequía y por la gente que les gusta agarrar las cosas ajenas. Las roban. (Ángela, comunicación personal, 13 de febrero 2020, citada en Consuegra, 2021a, p. 101).

Asimismo, las narrativas de los/as retornados/as dan cuenta de un movimiento de vuelta al territorio, a la cultura y a las formas productivas tradicionales de los/as Wayúu en Colombia. Al momento de migrar hacia Venezuela, mayoritariamente al Estado de Zulia, algunos/as de los/as entrevistados/as se emplearon en haciendas o casas de familia. Dejaron un poco de lado las actividades que son propias del estilo de vida desértico y rural de las rancherías que habían abandonado en búsqueda de bienestar. Mujeres como Soraya y Ángela, cuyos testimonios rememoran parte de su historia en Venezuela, revelan la manera en que debieron apropiarse nuevamente de los saberes que les fueron transmitidos desde niñas. Para subsistir en una tierra con la cual hace algún tiempo no guardaban mayor conexión, más allá del contacto con la familia debido al envío de encomiendas, de remesas o a las visitas.

Soraya, quien trabajaba en las haciendas ayudando en labores domésticas y en los cultivos, cuenta que al regresar en el año 2015 se encontró con un panorama de desempleo abrumador y que, por tanto, decidió retomar su habitual labor del tejido. Gracias a este oficio ha logrado obtener lo necesario para vivir. Sin embargo, argumenta que no le ha resultado tan rentable por el manejo de los precios entre las mochilas fabricadas por ellas y las que traen desde Venezuela. Según ella “(…) las mochilas más que todo, vienen traen sus mochilas y las venden más baratas (…) y así aja quien quiere trabajar así, ay no, si ellos venden todo más barato” (Soraya, comunicación persona, 6 de febrero 2020, citada en Consuegra, 2021a, p. 103). De igual forma, Ruth, quien solía trabajar como empleada doméstica en casas de familia, relata que a su regreso en el año 2016 tuvo que afrontar muchos inconvenientes con sus familiares. Al regresar, no solo encontró cierto rechazo por parte de sus hermanos y su padre debido a su partida a temprana edad, sino también la imposibilidad de realizar el mismo trabajo, ya que era mal pago en relación a como era en Venezuela. Por ello, decidió emprender basándose en los conocimientos que en su infancia le transmitió su abuela sobre el tejido para incursionar en la elaboración de mochilas y artesanías que hoy en día es su principal fuente de sustento. Ruth cuenta que

Así fue que nosotros empezamos a reunir la plata. Mandamos a tejer o lo tejemos. Así que cuando yo empecé, yo empecé con 20 mochilitas nada más, aquí. Después que yo vende, voy comprando material, voy poniendo. Ahí es que se crece el negocio. Así fue (…) (Ruth, comunicación personal, 2 de marzo del 2020).

Durante las visitas a las rancherías y gracias a la escucha de los relatos hallados durante la investigación se puso de manifiesto una situación particular en el contexto mismo de la crisis venezolanos contemplada también por otras autoras como Ochoa (2021). Son las dificultades que atraviesan los/as Wayúu que retornan, quienes, en ocasiones, no encuentran sus tierras o sus pertenencias tal como las dejaron al momento de irse y sus familias no cuentan con los recursos necesarios para recibirlos cómodamente y sostenerlos mientras encuentran estabilidad laboral o económica. A continuación, Sarah, mujer Wayúu, habla un poco al respecto:

Ellos en Venezuela, ellos estaban, pues vivían en condiciones mejores que ahora. Vea, ellos de pronto se fueron y se olvidaron de que ellos tenían un territorio acá no se preocuparon de pronto por construir una casa. Porque ellos estaban bien allá. Entonces llegan ellos, retornan nuevamente y no consiguen una casa donde llegar. De pronto un buen trabajo que todos ellos todo el tiempo vienen es por trocha. Los camiones grandes esos, o sea vienen super incómodos. Entonces llegan acá y de repente a empezar de cero. Porque ellos no tienen un trabajo y ellos tienen que buscar la manera de como buscar el sustento (Sarah, comunicación vía telefónica, 15 de marzo del 2020, citada en Consuegra, 2021a, p. 101).

Los anteriores testimonios revelan las diversas realidades que se producen en el contexto de la crisis venezolana. Esta ha trastocado la vida y las dinámicas de las personas y de los territorios en la frontera colombo-venezolana de La Guajira. Este lugar padece de muchas maneras los efectos de la incertidumbre, del desplome de la economía, del éxodo migratorio y de las decisiones gubernamentales alrededor de todo ello. Asimismo, se reafirman y se validan las estrategias consolidadas a lo largo de los años para defender la vida. A pesar de las dificultades que representa recorrer el espacio fronterizo para habitar entre un aquí y un allá que garantizaba las conexiones filiales y con el territorio, los/as Wayúu continúan fortaleciendo sus sistemas de comunicación y de transporte de personas y artículos. También se ha optado por retornar a enfrentar la vida con los recursos y los saberes aprendidos a través del tiempo y en virtud de un sistema cultural tan fuerte como el que ha sido protegido y preservado por las comunidades Wayúu.

Discusión

Reflexiones alrededor de las fronteras y de la movilidad como estrategia para el sostenimiento de la vida

Inicio la discusión planteando que la frontera no es algo natural, estático e inmutable. Por el contrario, la frontera es un espacio socialmente producido en el que interviene una multiplicidad de actores que transforman y dotan de significado esa porción de tierra compartida entre estados-nación. Asimismo, es importante ubicar en el centro del análisis la movilidad como una estrategia de defensa de la vida que, en zonas fronterizas como la colombo-venezolana, es fundamental debido a la dependencia que puede darse entre las dinámicas culturales y socioeconómicas de ambos países.

En el amplio marco analítico propuesto desde los estudios de fronteras, coexisten diversas perspectivas, que más que excluirse una de otra, se interpelan y se complementan para llegar a una comprensión de lo que sucede en los contextos concretos donde se fijan líneas divisorias en los territorios. Así, por ejemplo, algunas lecturas piensan las fronteras mucho más allá de su función de separar o de ser barreras que aparecen en cualquier situación en la que se puedan establecer límites. Al respecto, autores como Mezzadra y Neilson (2017) están convencidos de que “la imagen ampliamente difundida por los estudios críticos recientes de la frontera como un muro, o como un dispositivo que sirve ante todo y principalmente para excluir, termina resultando engañoso” (p. 25).

Por otra parte, están los aportes de Grimson (2000), para quien es importante “pensar las fronteras, desde las fronteras” (p.1), es decir, es imprescindible aterrizar al contexto concreto que dibujan las propias fronteras políticas y cómo estas fijan los derroteros desde los cuales fluyen las identidades o se dan diferentes tensiones en lo simbólico y lo cultural entre la agencia y la estructura. Según el citado autor, el análisis de las fronteras debe incluir una aproximación a la capacidad de las poblaciones de intervenir, negociar o disputarse con el Estado o con otras comunidades las fronteras territoriales. Además de eso, es necesario mirar también en las periferias, en eso que sucede en los márgenes de las fronteras, que tienen mucho que ver con el ejercicio de apropiación de los espacios que surgen “desde abajo”, desde los propios procesos identitarios de resistencia o de supervivencia que emergen en las comunidades transfronterizas. Cuyo control, en ocasiones, rebasa las capacidades de los estados

Las fronteras son espacios de condensación de procesos socioculturales. Esas interfases tangibles de los Estados nacionales unen y separan de modos diversos, tanto en términos materiales como simbólicos (…) En las fronteras la tensión entre legalidad e ilegalidad es parte constitutiva de la vida cotidiana. Las transacciones comerciales entre las poblaciones son consideradas muchas veces como «contrabando» por los Estados mientras es la actividad más natural para la gente del lugar (Grimson, 2005, pp. 129-130).

En el mismo eje de las reflexiones sobre las fronteras autores como Pablo Vila (2000) defienden la importancia de evidenciar lo diversas que son las fronteras y las culturas e identidades que desde ella se construyen. Por eso considera importante trascender las metáforas que omiten las múltiples realidades que confluyen en estos territorios. Como la de “cruzadores de fronteras”, a fin de observar otras dinámicas y otros actores que le apuestan más al reforzamiento de las mismas. Desde su orilla teórica y empírica, Caggiano (2003) enfatiza en la efectividad de las fronteras territoriales, por arbitrarias que estas sean, para entender la forma en la que se establecen fronteras simbólicas que separan a quienes habitan uno y otro lado de las mismas. Para efectos de la discusión que aquí se plantea es imprescindible pensar en las fronteras desde todas dinámicas de movilidad y de habitabilidad que puedan darse en los linderos de los estados-nación y en sus márgenes de manera que se incluyan en la discusión las prácticas de atravesamiento y de reforzamiento, de integración y exclusión, de negociación o de disputa. Importa observar estos territorios desde sus complejidades y desde las estrategias de producción social del espacio y de reproducción de la vida.

En tal sentido, importa incluir entonces las miradas que aborden las experiencias y a los procesos de territorialización de los pueblos indígenas sobre las fronteras. Se podría partir del concepto “movilidad territorial ancestral” trabajado por Torres y Carrasco (2008) que entienden los territorios como “espacios de prácticas culturales anteriores” (p.11). Implica pensar en la movilidad de los pueblos originarios que habitaban un territorio antes que fuera fragmentado por los Estados nacionales. Igualmente, en los estudios de distintos autores (Gros y Sánchez, 2011; Ossola, 2013; Naizot, 2011; Piedrasanta, 2014) se analiza la forma en la que las prácticas culturales y el ejercicio de apropiación del territorio ejercidos por los pueblos indígenas desbordan los límites establecidos por los Estados-nación. Esto significa que, en alguna medida, las fronteras de América Latina que son por lo general indígenas deben observarse no solo desde su carácter político sino también cultural.

Recordemos que las sociedades tienen sus visiones y representaciones sobre el territorio y sus propias vías y redes para moverse en él. Esto puede tener o no consonancia con los relatos oficiales. O pueden ser acciones que se dan más allá de lo que se impone desde las estrategias de control soberano sobre los cuerpos y la tierra ejercida desde los Estados. La cosmovisión de los pueblos indígenas y la identidad vinculada al territorio le dan otro sentido al estar en un aquí y un allá propio de las zonas fronterizas (Ossola, 2013). En el caso del pueblo Wayúu, autores/as como Patiño (2005), Giraldo (2011) y Ochoa (2021) afirman que los límites más que políticos son simbólicos y tienen que ver con su habitabilidad en toda La Guajira. Independientemente de lo que se impone como propiedad de Venezuela o de Colombia, la Gran Nación Wayúu es libre y soberana de transitar y habitar el territorio ancestral que conocen y moldean en medio de tensiones y disputas con los diferentes actores sociales (Estado, grupos ilegales, terratenientes etc.). De hecho, esto prueba que la frontera podría funcionar para determinar la adscripción a un Estado, “pero muchas veces no marca cortes respecto a las condiciones de vida similares, las demandas compartidas (por ejemplo, por la ocupación de las tierras), los usos de la lengua indígena, y el sostenimiento de redes de parentesco extendidas”. (Ossola 2013, p. 553). Estos son procesos que están más conectados a una proyección cultural y simbólica del sentido de habitar un territorio más allá de lo institucionalmente establecido.

Por la misma razón, los/as citados/as autores/as dejan claro que este movimiento entre Colombia y Venezuela no se trata de una migración. Más bien, es un retorno a los lugares habitados por sus ancestros, sus familias y por ellos/as mismos/as. Considero importante tener en cuenta que para la organización de los resultados que se exponen en el presente artículo resultó conveniente clasificar los cambios en la movilidad y no solo hablar de retorno, sino también de la experiencia de las personas Wayúu cuyos vínculos están más arraigados a Venezuela que a Colombia, pues perciben de manera diversa el hecho de desplazarse de manera más o menos definitiva desde su lugar de origen hacia este otro lado de la frontera. De manera concreta me refiero a la imposibilidad, para algunos/as, de acceder a empleos formales, bien remunerados o a atención de salud integral. No cuentan con documentación colombiana a pesar de la doble nacionalidad establecida en la constitución y, en cierta medida, esto es así por la efectividad que tienen las fronteras políticas institucionalizadas por los Estados-nación en la configuración y el ejercicio de la identidad y la ciudadanía. Si bien los Wayúu son una gran nación sin fronteras, el acceso a derechos o a ciertos beneficios está limitados por la no posesión de un documento que acredite la calidad de ciudadano, por lo menos en Colombia (Consuegra, 2021b).

La propuesta de pensar las fronteras como territorios en los que fluyen distintas prácticas y representaciones del territorio tiene su razón de ser en la centralidad que cobra aquí la movilidad como estrategia para defensa de la vida. Además, es una práctica de apropiación y producción del espacio que condiciona de alguna manera el accionar de los estados y los múltiples significados que se construyen en torno a la porción de tierra compartida entre dos o más naciones. Por ello, partimos de los postulados del “giro de la movilidad”, ampliamente discutidos por autores como Sheller y Urry (2006, pp. 209-210) y Cresswell (2010), quienes proponen enfocar la mirada en todos los procesos que incluyen los múltiples desplazamientos de los objetos y las personas en el espacio internacional. Igualmente, se incluye en esta reflexión la mirada de Alain Tarrius con respecto a lo que él ha considerado la circularidad migratoria y los territorios de la circularidad para concluir que es el movimiento y no lo estático lo que finalmente le da significado a un territorio y a la experiencia individual o colectiva sobre el mismo. La apuesta teórica del paradigma de la movilidad es fundamental para el análisis que se plantea porque conduce a concentrarnos en el lugar del movimiento, en habitarlo y entenderlo, como lo propondría Tarrius (2005). Todo esto implica comprender la movilidad en el marco del conjunto de prácticas que ponen en marcha todos los dispositivos y estrategias de producción y reproducción de la vida.

Se trata de examinar el lugar del movimiento en el funcionamiento mismo de las instituciones sociales y de las prácticas sociales, aquellas instituciones y prácticas que forman la vida de las personas. Cada uno de ellos presupone movilidades múltiples e interdependientes (Sheller, 2017, p. 6).

Asimismo, podemos pensar en toda la infraestructura móvil e inmóvil que hace posible o impide el flujo de cuerpos, capitales y productos por los espacios nacionales y transnacionales. Se trata no solo de poner todo el interés únicamente en lo dinámico del movimiento, sino en todo aquello que, permaneciendo aparentemente fijo, condiciona el devenir de las prácticas de movilidad de las personas o las cosas. De acuerdo con Sheller y Urry (2006) “El estudio de la movilidad incluye también aquellas infraestructuras inmóviles que organizan el flujo intermitente de personas, información e imagen, así como las fronteras o "puertas" que limitan, canalizan y regulan el movimiento o movimiento anticipado” (p. 212). En consonancia con esto, observar los cambios en la movilidad de los Wayúu desde el contexto propio de la crisis en Venezuela y sus múltiples manifestaciones, siendo el cierre fronterizo del año 2015 una de las más cruciales por la connotación histórica que esto ha tenido en términos de relaciones diplomáticas y de gestión de las fronteras, así como para las garantías de habitabilidad y movimiento de las comunidades involucradas nos lleva a reconocer la importancia de incluir en el análisis de lo transfronterizo a la pluralidad de actores que despliegan sus prácticas de apropiación y de representación este espacio que es a veces de todos y a veces de nadie. Solo así se podrá comprender el impacto que una medida como esta puede tener en un pueblo originario que se supone poseedor ancestral de este espacio geográfico liminal y, por lo tanto, libre transeúnte. A pesar de ello, han visto trastocadas sus costumbres y sus dinámicas de vida por lo que de una u otra forma se han renovado las estrategias de reproducción social o se han reforzado las ya existentes transacciones o prácticas de negociación populares diseñadas para el control territorial en cabeza no solo de los/as Wayúu sino de otros actores que se disputan la administración de las fronteras en sus márgenes.

Finalmente, pensar en la movilidad en términos de tiempo y espacio es un ejercicio que desarrolla Tarrius de manera ejemplar. Para el citado autor, abarcar la relación tiempo y espacio respecto a las movilidades, más que migraciones, implica entender que la migración es tan solo una dimensión de las movilidades. En consecuencia, es preferible referirse a aquella porque este ejercicio no se agota con salir de un lugar de origen y arribar a un destino en concreto. En su cotidianidad, los sujetos se desplazan no solo en el espacio físico delimitado por los estados-nación sino a través de actuaciones que tienen ritmos, flujos, sucesiones que conectan distintos lugares y transforman los territorios que recorren.

Los espacios que jalonan los recorridos individuales toman todo su sentido solamente si los regresamos a las redes en las cuales se imbrican esos itinerarios y a los grandes corredores migratorios que se despliegan sobre largos espacios nacionales y transnacionales (…) Tiempos y espacios mantienen relaciones muy estrechas en cualquier acto de movilidad: ritmos, flujos, secuencias, sucesiones genealógicas, no solamente organizan los recorridos en trayectorias que expresan por supuesto historias de vida, sino también se articulan en destinos colectivos. (Tarrius, 2000, p.49).

De esta manera, según Tarrius, son precisamente las movilidades las que crean unas redes y conexiones interesantes que terminan interviniendo en el qué y cómo de esos desplazamientos por los territorios nacionales y transnacionales. A la vez, esto hace que se consoliden territorios de circularidad, es decir, espacios en los que los sujetos reconocen y transforman en su trayectoria migratoria. Son ellos quienes “ofrecen los recursos simbólicos y fácticos del territorio” (Tarrius 1993, 53). Son territorios que abarcan las redes definidas por las movilidades de poblaciones que tienen su estatuto de su saber circular. Los/as migrantes “son sujetos de una historia secular de las migraciones, de los movimientos de hombres que remodelan sin cesar las rigideces planetarias de múltiples “puestas bajo fronteras” (Tarrius, 2000, p. 52).

Reflexiones finales

A manera de reflexiones finales considero importante volver al centro de la discusión y mirar la crisis venezolana como un fenómeno amplio que tiene incidencias en diversas dinámicas de la vida en frontera. Para el caso puntual, en las dinámicas de movilidad de un pueblo transfronterizo como el Wayúu. Se debe tener en cuenta que los procesos de territorialización son fundamentales para entender la movilidad en la frontera. El sentido y las lógicas de apropiación que se ejercen sobre el territorio parten de la manera en la que se conciben las fronteras desde la experiencia de las comunidades indígenas. Vale decir que, inicialmente, para los Wayúu La Guajira es un territorio con significado ancestral. Ellos son los primeros habitantes y propietarios, por lo que pueden transitar libremente y llevar a cabo distintos tipos de actividades e intercambios que impliquen una circularidad constante.

La movilidad se convierte en una estrategia clave para sobrevivir a las complejidades físicas y de infraestructura propias del territorio, también a la precariedad y a la violencia que los hizo víctimas de despojos y desplazamientos. Por esta razón, la posibilidad de migrar hacia Venezuela o circular de forma más o menos frecuente se convirtió en una experiencia plausible para garantizar la vida y el bienestar de muchas familias. No obstante, los últimos seis años han sido realmente convulsos para ejercer, de manera constante y segura, esa movilidad que facilita la subsistencia. De esta manera, según Tarrius, son precisamente las movilidades las que crean unas redes y conexiones interesantes que terminan interviniendo en el qué y cómo de esos desplazamientos por los territorios nacionales y transnacionales. A la vez, esto hace que se consoliden territorios de circularidad, es decir, espacios en los que los sujetos se reconocen y transforman en su trayectoria migratoria. Son ellos quienes “ofrecen los recursos simbólicos y fácticos del territorio” (Tarrius 1993, 53). Son territorios que abarcan las redes definidas por las movilidades de poblaciones que tienen su estatuto de su saber circular. Los/as migrantes “son sujetos de una historia secular de las migraciones, de los movimientos de hombres que remodelan sin cesar las rigideces planetarias de múltiples “puestas bajo fronteras” (Tarrius, 2000, p. 52).

Como se señaló, el primer cambio observable es la relativa inmovilidad que se vive por parte de algunos Wayúu. Ya no ven tan sencillo emprender viajes cortos para visitar a sus familiares o abastecerse. Deben instalarse en territorio colombiano o venezolano de manera más permanente. Esto implica que, para ciertas familias, ya no sea posible encontrarse, compartir, sostenerse o recibir la ayuda que en otros tiempos de solvencia en Venezuela era factible. La segunda transformación tiene que ver con la migración de Wayúus nacidos en Venezuela que, ante la incertidumbre y la imposibilidad de vivir dignamente, deciden iniciar nuevos proyectos de vida en Colombia. Esto a pesar de las dificultades con las que pueden encontrarse cuando no consiguen obtener ayuda de sus familiares o cuando les es difícil incorporarse formalmente a la vida laboral. La tercera alteración a la movilidad de esta etnia está vinculada con los procesos de retorno de personas Wayúu que migraron hacia Venezuela en búsqueda de oportunidades laborales que les posibilitaran proveer a sus parientes. Este retorno implica regresar a sus rancherías a realizar labores relacionadas con las costumbres de sus comunidades, las cuales habían sido dejadas de lado durante la estancia en el país vecino.

Identificar la incidencia de la crisis venezolana en las dinámicas de movilidad transfronteriza de los/as Wayúu nos conduce a pensar en las múltiples formas de interdependencia que existe en el territorio de frontera. En cómo lo que sucede de un lado tiene repercusiones en el otro lado y en la población que ha construido redes y canales de interacción que rebasan las lógicas de regulación y control de los estados. Para los Wayúu, en todo caso la frontera es un territorio de integración y de comunicación ancestral y cultural. Sin embargo, desde los gobiernos se implementan medidas que alteran esas concepciones. Ello provoca la reinvención y el refuerzo de prácticas de movilidad que permanecen en los márgenes y que continúan garantizando, así sea en medio de la incertidumbre, la circularidad de bienes y de servicios populares. De todo esto aún queda la pregunta sobre qué otros cambios se han generado al interior de las familias que hoy en día experimentan el retorno de sus parientes. Asimismo, sería interesante profundizar en cómo han incidido los procesos migratorios de venezolanos/as en las dinámicas socioeconómicas de la frontera. Especialmente en aquellas en las que el pueblo Wayúu ha sido protagonista. Quedaría pendiente preguntarse por las alteraciones que con la crisis venezolana se pudieron haber suscitado –o no– en los sistemas de valores y de rituales preservados por los/as Wayúu de forma milenaria. Todas estas preguntas podrían ser leídas en clave de movilidad y son las varias ventanas que quedan abiertas para continuar estudiando a futuro los efectos de la crisis venezolana en los pueblos originarios de frontera.

Agradecimientos

Especiales y sinceros agradecimientos a cada una de las personas que estuvieron dispuestas a contarme su historia y a hacerme un espacio en sus casas y en sus vidas, a quienes me ofrecieron su ayuda y su apoyo durante el período de trabajo de campo, a mi directora de tesis por su orientación y su compañía y a la FLACSO-ECUADOR por financiar y avalar este proyecto.

Referencias

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Información adicional

Cómo citar este artículo: Consuegra, A. (2022). Cambios en la movilidad transfronteriza del pueblo Wayúu en el contexto de la crisis venezolana. Jangwa Pana, 21(2), 107-122. doi: https://doi.org/10.21676/16574923.4594

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