Editorial
Crisis sanitaria y universidad
Health crisis and university
Crisis sanitaria y universidad
Revista Jangwa Pana, vol. 20, núm. 1, pp. 7-9, 2021
Universidad del Magdalena
En mayo de 2020, en la Universidad del Magdalena se dio una discusión, vía email, muy importante sobre la investigación en tiempos de pandemia; aunque la discusión se originó debido a una consulta por un aspecto técnico sobre un concurso de méritos para becas de investigación, gracias a los colegas de la Facultad de Humanidades y a los administrativos de las unidades de investigación e innovación, la conversación digital asincrónica dio un viraje hacia el tema de la focalización de los recursos con que contamos para investigar en el interior de la Universidad. En este editorial quiero retomar algunas reflexiones que expuse a mis colegas y compañeros de esta comunidad académica en esos momentos, no sin antes agradecerles sus valiosos aportes e invitarlos a que los divulguemos.
Aunque enseño en la Facultad de Humanidades y que edito esta revista, cuento con formación en biología y antropología y eso me sitúa en este momento –pandemia por Sars-Cov-2/Covid 19– en una encrucijada: defendemos a la sociedad frente a la ciencia, como diría Feyerabend (2001[1975]), donde podemos entender la ciencia como el eje del etnocentrismo moderno-occidental, lo cual se ve reflejado en las políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación (CT+I) y el multiculturalismo y, en general, el desarrollo (Martínez-Dueñas y Perafán, 2018); y por otro lado, defender la ciencia frente a la política y el mercado, especialmente por la emergencia sanitaria, donde sabemos que los gobiernos (y organizaciones) ponderan diferencialmente el conocimiento científico para hacer sus intervenciones: sabemos cuándo conviene o sabemos lo que nos conviene. Esto se ha hecho claro con controversias como el uso del tapabocas, la implementación de cuarentenas obligatorias generales y el regreso a las aulas de clases; en estos casos las evidencias son diversas y su aplicación es ponderada bajo argumentos económicos y psicosociales.
En este punto puede ser interesante retomar la idea de smart university, pero no para entenderla como un sistema automatizado de monitorización y regulación (que es muy pertinente en algunos procesos), sino para revalorar el rol de la universidad como una sub-unidad de la sociedad que ofrece feedback (retroalimentación, crítica, análisis) y no asumir, sin análisis, las políticas transnacionales de desarrollo (Desarrollo sostenible, Objetivos de desarrollo del milenio, etc.) y todos sus keywords y trending topics (e.g. resiliencia, sostenibilidad, emprendimiento, innovación, inclusión, empatía).
En el contexto de la pandemia, como universidad no solo debemos ser un referente de cohesión y proactividad para un fin común (e.g. reducir al máximo los contagios, sin detener los procesos de enseñanza-aprendizaje), sino que también nos corresponde focalizar nuestros esfuerzos a entender las controversias que ponen en cuestión los esfuerzos para lograr esos objetivos comunes (e.g. virtualidad vs presencialidad); para esto contamos principalmente con los espacios de aprendizaje, donde con nuestros estudiantes podemos construir una fuente de retroalimentación para tantas inquietudes que esta pandemia (y la crisis general) nos ha planteado.
En esta discusión un colega propuso un interrogante fundamental: ¿cuál es la filosofía(s) que define nuestro sistema de investigación? A lo cual se puede agregar ¿es necesario replantearlo desde un paradigma más allá del multi-culturalismo? Desde el grupo de investigación al cual pertenezco (IDHUM) hemos hecho énfasis en la inconsistencia, propia de la modernidad (por extensión, el desarrollo), en las políticas multiculturales, donde por un lado se exalta la diversidad cultural (por lo general enfatizando en el folklore) y por otro se reafirma que el conocimiento válido para intervenir los territorios y quienes lo habitan es el científico, lo cual es evidente en las intervenciones del conservacionismo, desarrollismo (sostenible y no) (Martínez-Dueñas y Perafán-Ledezma, 2017) y emprendedurismo; esta forma de abordar las problemáticas invisibiliza los conflictos, especialmente los ontológicos (Latour, 2000; Blaser, 2009) [por ejemplo cómo entendemos y practicamos limpieza, enfermedad/prácticas curativas, bienestar, las diversas seguridades].
Nuestro enfoque antropológico, en esas líneas de investigación concretas, no es, por tanto, intervenir, ni generar procesos (aunque esto pase en muchos casos), sino entender qué producen dichas intervenciones y qué podemos aprender de ello y con ellos (conocimiento en beta, en prototipo). Algo que hemos aprendido de la antropología del desarrollo, y como lo señaló un colega, es que el desarrollo casi siempre falla, bien sea porque los inodoros terminan siendo usados como materas (haciendo alusión a una leyenda sobre una intervención sanitaria en alguna zona rural), porque se acentúa la desigualdad social (TICs en tiempo de coronavirus), porque se pierde el conocimiento y las prácticas locales en pro de la implementación del conocimiento científico (transferencia y apropiación), entre muchos otros. Dicho de otro modo, algunas investigaciones no se centran en resolver un “problema” (que podría ser una de las acepciones más amplias de innovación) sino entender qué es un problema y sobre todo para quién es un problema y cómo las comunidades son involucradas en esto y cuáles son sus respuestas.
En algunos de nuestros trabajos hemos evidenciado las diversas fallas de los enfoques intervencionistas, por ejemplo en el control de enfermedades transmitidas por vectores (Perafán-Ledezma, 2017; Perafán-Ledezma y Martínez-Dueñas, 2019), donde la debilidad está, en parte, en el conocimiento que la sociedad tiene sobre el vector (falla de transferencia), pero principalmente porque deben recurrir a almacenar agua donde se desarrollan los mosquitos debido a problemas que tienen explicaciones socio-políticas (lo técnico ya sabemos cómo resolverlo) (falla de planeación). Entonces el problema es social (actores, conflictos, conocimientos), pero también indica que, a pesar de décadas de transferencia de conocimiento, alfabetización, formación en las ciencias desde la escuela, modernización del Estado, hay algo que no permite que nuestra nación “adopte” (como dicen los extensionistas) las lógicas de la ecología y la epidemiología en sus prácticas cotidianas (otra falla de la Ilustración o de la fe en la razón). Esto cuando podemos ver el bicho que nos pasa la enfermedad (mosquito, el agente transmisor en el caso del dengue, el zika o el chicungunya), ahora con el Sars-Cov-2/Coronavirus19, que “no lo vemos” (aunque los vectores somos los propios humanos) el lío ontológico es mucho mayor, y exigimos a los “usuarios finales de la civilización” un salto de fe mayor que se ve reflejado en usar la mascarilla de gargantilla y picos epidemiológicos bastante previsibles.
En trabajos cortos con comunidades de la Región Caribe se ha podido evidenciar varios proyectos de modernidades alternativas producto de décadas de intervenciones y resistencias; sin mencionar los procesos de resistencia indígena de los cuales hemos decidido aprender poco. Esos procesos son fuente de prototipos a soluciones que incluyen anhelos de bienestar heterogéneos, en parte modernos y en parte no modernos.
Ahora se nos convoca como científicos sociales y humanistas a intervenir en la emergencia, pero los términos generales en que se plantea la existencia (la vida) son los mismos, no estamos revisando lo fundamental, ¿por qué ha fallado de una manera tan contundente el proyecto tecno-científico de bienestar humano?, ¿qué ha producido décadas de intervenciones del desarrollo? Estas inquietudes las plateé en mayo de 2020 y ya en 2021 considero que es aún necesario hacerlo, aunque en el momento ya contamos con miles de millones de personas vacunadas en el mundo contra la COVID-19.
Referencias
Blaser, M. (2009). La ontología política de un programa de caza sustentable. WAN e-Journal, (4), 3-9. Recuperado de http://ram-wan.net/old/documents/05_e_Journal/journal-4/jwan4.pdf
Fayerabend, P. (2001). Cómo defender a la sociedad de la ciencia. Polis. Revista Latinoamericana, (1).
Latour, B. (2000) Guerre des mondes - offre de paix. Recuperado de http://www.bruno- latour.fr/sites/default/files/81-GUERRE-PAIX- UNESCO-FR.pdf
Martínez-Dueñas, W., y Perafán-Ledezma, A. (2018). Postsostenibilidad: notas antropológicas para imaginar otros futuros comunes. Santa Marta, Colombia: Editorial Unimagdalena.
Martínez-Dueñas, W., y Perafán Ledezma, A. (2017). Pensando la conservación desde el multinaturalismo en una localidad indígena de los andes colombianos. Universitas Humanística, (84), 77-107.
Perafán-Ledezma, A., y Martínez-Dueñas, W. (2019). Knowledge, perceptions and practices regarding zika virus of university students in northern Colombia (Santa Marta, 2016). Duazary, 16 (3), 7-24. https://doi.org/10.21676/2389783X.2964
Perafán-Ledezma, A. (2017). Algunos elementos socioculturales para el control y prevención de enfermedades transmitidas por vectores ETV: el caso del Zika en la ciudad de Santa Marta (Colombia) en 2015 y 2016. Jangwa Pana, 16 (1), 27-30. https://doi.org/10.21676/16574923.2020