La muerte, los ritos, lo sagrado: prácticas funerarias entre los habitantes de la costa sur de la laguna Mar Chiquita y llanuras adyacentes en el holoceno tardío (Córdoba, Argentina)[1]

The death, the rites, the sacred: funeral practices among the inhabitants of the south coast of the Laguna Mar Chiquita and adjacent plains in the late holocene (Córdoba, Argentina)

Claudina Victoria Gonzalez
Instituto de Antropología-CONICET, Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba,, Argentina
Mariana Fabra
Instituto de Antropología-CONICET, Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, Argentina

La muerte, los ritos, lo sagrado: prácticas funerarias entre los habitantes de la costa sur de la laguna Mar Chiquita y llanuras adyacentes en el holoceno tardío (Córdoba, Argentina)[1]

Revista Jangwa Pana, vol. 18, núm. 3, pp. 445-468, 2019

Universidad del Magdalena

Recepción: 04 Diciembre 2018

Aprobación: 17 Agosto 2019

Resumen: El objetivo del presente trabajo es abordar el estudio de las costumbres mortuorias en el sur de la laguna Mar Chiquita y las llanuras adyacentes a partir del análisis exhaustivo del registro bioarqueológico local de los últimos 4000 años, del cual se dispone de información cronológica absoluta, y cultural para contextualizar los hallazgos. Interesa destacar cambios y continuidades, considerando las modalidades de entierro, la disposición de los cuerpos y su distribución en el paisaje, teniendo en cuenta para ello la cronología de las muestras, la composición biológica de la muestra, la edad y el sexo. Se calcularon prevalencias para distintas variables que permiten describir las prácticas mortuorias, y se aplicó la prueba de chi cuadrado para evaluar la significación estadística de las diferencias observadas. Si bien se observan continuidades que hablan de la pervivencia de ciertas prácticas, ciertas sutilezas respecto a la orientación de los cuerpos o la posición de los miembros inferiores o superiores, estas podrían estar indicando algunos cambios respecto a la organización social de estos grupos, con rituales que tuvieron duración acotada en el tiempo y no requirieron traslado o reubicación de sus muertos.

Palabras clave: prácticas mortuorias, bioarqueología, registro mortuorio, centro de Argentina.

Abstract: The aim of the present work is to deepen the study of the mortuary practices in the south coast of the Mar Chiquita lagoon and adjacent plains from the exhaustive analysis of the local bioarchaeological record of the last 4000 years which counts with absolute chronological and cultural information useful to contextualize the findings. It is interesting to highlight changes and continuities, taking into account the modalities of burials, the disposition of the bodies and their distribution across the landscape, considering the chronology of the samples, the biological composition of the sample, the age and sex. Prevalences were calculated for different variables that allow describing the mortuary practices, and the chi-square test was applied to evaluate the statistical significance of the differences observed. While there are continuities that may reflect the survival of certain practices, some subtleties regarding the orientation of the bodies or the position of the lower or upper limbs could indicate some changes regarding the social organization of these groups, with short term rituals which did not require relocation of the dead.

Keywords: mortuary practices, bioarchaeology, mortuory record, central Argentina.

Introducción

Desde la década de 1930 se han reportado numerosos hallazgos arqueológicos asociados a entierros humanos en la región de la laguna Mar Chiquita, en el noreste de la provincia de Córdoba (Argentina). Frenguelli y De Aparicio (1932) y De Aparicio (1933) proporcionan generalidades en cuanto a la forma de los entierros, mencionando que se los encuentra directamente sobre la tierra, sin ajuar funerario y en posición decúbito lateral. En el año 1930, los mencionados autores recuperaron restos humanos de un único individuo decapitado en el sitio Isla Chica de Mar Chiquita, el cual habría estado enterrado en dicha posición. En 1942, los mismos autores rescataron en una barranca de la laguna de Los Porongos (Aparicio, 1942) dos sepulturas de un niño de entre cuatro y cinco años y un adulto. Un hallazgo importante para la época fue el denominado "Hombre Fósil" de Miramar, encontrado en la localidad de Miramar (Montes, 1960). Se recuperaron dientes, partes del cráneo y huesos largos fragmentados con marcas de cortes, en posible asociación con restos de fauna extinta.

Al sur de la laguna Mar Chiquita se han reportado dieciséis entierros múltiples con ajuar y pintados con ocre, reportados por Nimo en el sitio Laguna Honda, a la vera del Rio Tercero (Nimo, 1946). Lamentablemente, se ha perdido el rastro de estos hallazgos. La información antropológica sobre estos primeros hallazgos era básicamente descriptiva de las modalidades inhumatorias y materiales asociados. Sin embargo, no hubo excavaciones sistemáticas sino hasta entrada la primera década del siglo XXI, cuando trabajos de Bonofiglio (2010), y particularmente Fabra y colaboradores (Fabra, Nores, Salega, & González, 2014; Mariana Fabra, Maria Soledad Salega, Claudina Gonzalez, & Aldana Tavarone, 2014b), pusieron atención sobre las poblaciones cazadoras recolectoras y de economía mixta que ocuparon esta región. Si bien en estos trabajos se aborda la problemática de las adaptaciones humanas en contextos lagunares desde una perspectiva biocultural, los cambios y continuidades en las prácticas mortuorias en esta región no fueron abordados como problemática particular, salvo en un trabajo que compara dichas prácticas entre dos regiones de la provincia, con un número menor de muestras (Fabra, Salega, & González, 2009; Gonzalez & Fabra, 2017).

En este contexto, el objetivo del presente trabajo se orienta a abordar el estudio de las costumbres mortuorias en esta región a partir del análisis del registro bioarqueológico local, del cual se dispone de información cronológica absoluta y cultural. Interesa describir las formas de inhumación de los últimos cuatro mil años en esta región, destacando cambios y continuidades, y relacionándolas con las estrategias de subsistencia desarrolladas por estas poblaciones a lo largo del Holoceno.

Cazadores, recolectores, horticultores: investigaciones bioarqueológicas recientes

Las investigaciones desarrolladas hasta el momento nos han permitido conocer diferentes aspectos de los modos de vida, la dieta, las actividades físicas y la salud de los individuos inhumados en esta región (Fabra, Salega, et al., 2014b; González & Fabra, 2018; Nores, Fabra, Garcia, & Demarchi, 2017). Se sugiere una ocupación desde hace al menos 5.000 años, y el desarrollo de diversas estrategias y adaptaciones al ambiente por parte de las poblaciones (Fabra, Salega, et al., 2014b; Laguens & Bonnin, 2009). A lo largo del Holoceno, las estrategias tecnológicas y modalidades de explotación de los recursos fueron eficaces, siendo la caza y la recolección las principales estrategias de subsistencia durante varios milenios. A inicios de la era cristiana, nuevas tecnologías tales como la producción cerámica, un estilo de vida sedentario y la incorporación de prácticas hortícolas junto a las estrategias de caza y recolección alrededor de 1.200 años AP, configuraron un nuevo modo de vida (Laguens & Bonnin, 2009). Los datos bioantropológicos indican que en ese momento se habrían producido cambios relacionados con la dieta y la movilidad de estas poblaciones (González, 2016; González & Fabra, 2018; Salega & Fabra, 2017), lo que sugiere cambios en los tipos de estrategias y obtención de recursos. Sin embargo, los datos de patologías orales y de isótopos estables no indican un cambio significativo en comparación con lo registrado en momentos previos (González, 2016), aunque sugieren que estas poblaciones presentaban un tipo de estrategias diferentes a las registradas en regiones cercanas como las sierras de Córdoba, y quizás más semejantes a un estilo de vida propio o moldeado por su entorno y los recursos. No podemos dejar de mencionar sus semejanzas con los desarrollos ocurridos en la región serrana de Córdoba (como regiones cercanas ubicadas hacia el Este) tanto del sector medio del Paraná como del delta inferior y superior del mismo río (Bonofiglio, 2010). En este último caso, es interesante mencionar la presencia de moluscos procedentes del litoral argentino en sitios costeros de la laguna Mar Chiquita (Gordillo & Fabra, 2014), lo que sugiere vínculos entre poblaciones que ocuparon ambas regiones. Estos vínculos se verían reforzados, desde un punto de vista biológico, por las similitudes encontradas en la morfología craneofacial de poblaciones de ambas regiones (Fabra & Demarchi, 2013; Bárbara Mazza & Fabra, 2015). En este sentido, al abordar las costumbres mortuorias, interesa observar similitudes o diferencias que puedan existir en cuanto al tipo de inhumación, presencia de ajuar, orientación y posición del esqueleto, que indiquen relaciones o vínculos con poblaciones aledañas o regiones cercanas.

Los sitios ubicados en la costa sur de la laguna Mar Chiquita son numerosos: Laguna de la Sal (Frenguelli & De Aparicio, 1932), Pozo de las Ollas (Oliva, 1947), El Diquecito (Fabra, Salega et al., 2014b; Nores et al., 2017), El Mistolar, Costa Este Laguna del Plata Colonia Müller, Isla Orihuela y La Para (Fabra, Salega et al., 2014b; Tavarone et al., 2018). Estos sitios brindan información suficiente como para percibir diferencias y similitudes con otros sectores de la provincia de Córdoba, a diferencia de lo observado en la región serrana, en llanura no se han encontrado evidencias de viviendas semi-subterráneas, los emplazamientos han aprovechado la cercanía al ambiente lacustre o los cursos de agua (Frenguelli & De Aparicio, 1932; Montes, 1960; Oliva, 1947). Los sitios en general se han definido por el hallazgo de restos humanos, inhumados de forma individual y sin ajuar (Fabra et al., 2009). Se puede particularizar el hallazgo de numerosas estructuras subterráneas denominadas arqueológicamente como hornillos o botijas (Cornero, Del Rio, & Ceruti, 2013; Fabra, Salega, Gonzalez, Smeding, & Pautassi, 2008), cuya presencia ha sido asociada a diversas funciones. En cuanto a las características de la tecnología cerámica, abundan los restos de vasijas y platos de formas diversas, con decoración tanto incisa como pintada. En este último caso, con características similares a la de Santiago del Estero, así como cabezas de ave que recuerdan a las frecuentemente halladas en sitios del litoral argentino, y tiestos con impronta de redes y cestería (Bonofiglio, 2004, 2010). Los sitios más representativos de este sector son Costasacate (Bonofiglio, De La Fuente, & Herrera, 1982), Cosme (Bonofiglio, 2004) y Laguna Honda (Nimo, 1946), asentamientos de tipo aldeano donde los entierros se encuentran debajo de los pisos habitacionales.

Sitios arqueológicos considerados en este estudio
Figura 1.
Sitios arqueológicos considerados en este estudio

1: Estancia La Elisa; 2: La Para; 3: Colonia Müller y Orihuela, e Isla Orihuela; 4: El Diquecito; 5: Campo Bocassi; 6: Tío Pujio.

Región de estudio

Las llanuras o planicies orientales extraserranas son tierras bajas con alturas que oscilan entre 150 y 65 m s.n.m. en los sitios cercanos a la laguna. En su porción norte se encuentra la laguna Mar Chiquita o Mar de Ansenuza. Se trata de un gran espejo de aguas salobres ubicado a 64 m s.n.m., con una variación hidrológica importante en los últimos 20.000 años (Piovano, Ariztegui, Córdoba, Cioccale, & Sylvestre, 2009). La zona ofrece el aspecto de una estepa con isletas de monte, con frecuentes bañados y lagunas permanentes o estacionales. El sector sureste posee características similares a la llanura pampeana en su parte media inferior, y chaco-pampeana en su parte septentrional y occidental (Cabido et al., 2018; Capitanelli, 1979).

Las muestras

Se estudiaron 22 individuos –7 femeninos y 15 masculinos– recuperados en 6 sitios arqueológicos cercanos a la laguna Mar chiquita –La Para, Colonia Muller, Estancia La Elisa (Fabra, González, & Robin, 2015), El Diquecito, La Orihuela, Isla Orihuela, Campo Bocassi (Mariana Fabra, María Soledad Salega, Claudina Gonzalez, & Aldana Tavarone, 2014a)– y El Sitio Tío Pujio ubicado en las planicies extraserranas de las Sierras Pampeanas. Como se mencionó anteriormente, la mayoría de estos sitios se caracterizan por entierros primarios aislados y sin material asociado directamente. De particular interés es el sitio El Diquecito, ubicado sobre la margen sudoeste de la laguna Mar Chiquita, de donde se recuperaron un total de 14 individuos. Fue excavado en tres campañas arqueológicas realizadas entre los años 2008 y 2010, por solicitud de particulares y voluntarios. Se trata de un sitio al aire libre definido a partir de la aparición de restos arqueológicos en superficies –fragmentos de cerámica, material lítico, 32 estructuras circulares o botijas y estructuras de inhumación–. Con base en la densidad de materiales en superficie se estimó su tamaño en 500 m de largo máximo, en dirección NO-SE, y 50 m de ancho máximo, en dirección E-O (Fabra et al., 2009; Fabra et al., 2008; Fabra, Salega, et al., 2014b).

En todos de los casos, los restos óseos humanos fueron recuperados a través de procedimientos de rescate arqueológico, debido a que se encontraban en situaciones de riesgo.

Se cuenta con información radiocarbónica obtenida mediante AMS para 17 individuos, que los ubica en un rango temporal que abarca 4058 ± 89 y 487 ± 45 14C años AP. El resto de los individuos puede ser adscripto al Holoceno tardío, en función de la información arqueológica disponible (Tabla 1).

Tabla 1.
Información bioantropológica sobre las muestras analizadas en el presente estudio
Información bioantropológica sobre las muestras analizadas en el presente estudio

Referencias: código de laboratorio: MTC (Universidad de Tokyo). UCI (Universidad de Irving). AA (Universidad de Arizona); Edad: A (adulto), AM (adulto mayor), AJ (adulto joven), AMD (adulto medio); Sexo: F (femenino), M (masculino). Los fechados radiocarbónicos fueron calibrados con el programa OxCal v3.10, Bronk Ramsey (2005). Se presentan los resultados de la calibración con 2 sigmas/probabilidad de un 95,4 %

Metodología

Análisis bioantropológicos

Para la determinación del sexo se tuvieron en cuenta las características de la pelvis y los rasgos de la morfología craneal. Para la estimación de la edad se siguieron las recomendaciones de Todd (1920), Meindl y Lovejoy (1985) y Krenzer (2006). De acuerdo con Buikstra yUbelaker (1994), se agruparon los casos en 5 categorías: infantil, adulto, adulto joven, adulto medio y adulto mayor.

Prácticas mortuorias

Para el análisis de la variabilidad mortuoria se consideraron diferentes categorías de inhumación: entierros primarios simples, primarios dobles, secundarios simples y dobles (Campillo & Subirà, 2004; Ubelaker, 1978).

Se consideró también la orientación cardinal de los individuos inhumados en sentido cráneo-pies. Se registró la orientación de las órbitas. Se relevaron distintas modalidades de inhumación considerando la posición del esqueleto y de los miembros superiores e inferiores. En la Tabla 2 se presenta una síntesis de las modalidades de inhumación registradas.

Se calcularon las prevalencias para cada variable y se realizaron comparaciones teniendo en cuenta la cronología, el sexo y la edad de las muestras. Para el caso del agrupamiento de las muestras según su cronología, se consideraron dos momentos: previo a 1200 años AP (ca. 4000-1200 años AP) y posterior a 1200 años AP (1200-300 años AP). Dicha periodificación se justifica en que ambos momentos estarían representando cambios en las estrategias de subsistencia y, de forma más general, del modo de vida de estas comunidades (Fabra, Nores et al., 2014). Por otro lado, demostrarían la existencia de diferencias estadísticamente significativas en la distribución de haplogrupos mitocondriales entre los habitantes de las sierras y las llanuras de Córdoba (Nores, Fabra, & Demarchi, 2011).

Finalmente, se realizó un análisis de chi cuadrado con el programa SPSS versión 17.0 sobre un total de 19 variables que reflejan la variabilidad en las modalidades de inhumación, con el objetivo de evaluar si las diferencias observadas eran estadísticamente significativas, considerando el periodo cronológico, la información sobre la composición biológica de la población a través de los haplogrupos mitocondriales, el sexo y la edad de los individuos.

Resultados

La modalidad inhumatoria que predomina en esta área es la primaria simple (80 %), mientras que la primaria doble está presente a partir del entierro de un individuo adulto y un infantil fechados en 750 ± 85 años 14C AP que, según la evidencia registrada (traumas perimortem, puntas de proyectil asociadas), murieron en circunstancias violentas (Fabra et al., 2015). La particularidad de este entierro es confirmada por estudios de vínculo biológico realizados que confirman que ambos son padre e hijo en un 99,99999 % de probabilidad (Nores, Fabra, Rena, Modesti, & Demarchi, 2014). En cuanto a las modalidades, los cuerpos fueron enterrados mayoritariamente en posición decúbito dorsal extendida (31,81 %) y lateralizados hacia la derecha e izquierda indistintamente (27,27 % cada modalidad), a lo largo de todo el Holoceno tardío (Tabla 2).

Tabla 2.
Modalidades de inhumación en la región de estudio.
Modalidades de inhumación en la región de estudio.

Referencias: Tipo de entierro: PS: primario simple; PD: primario doble; Posición del cuerpo: DDD: decúbito dorsal derecho; DDS: decúbito dorsal sedente; DLD: decúbito lateral derecho; DLI: decúbito lateral izquierdo; DDE: decúbito dorsal extendido; DD: decúbito dorsal. Posición miembros inferiores y superiores: FST: flexionado sobre tórax: FD: flexionado hacia derecha: FI: flexionado hacia izquierda: E: extendido; FA: flexionado hacia atrás; DES: desarticulado; PS: primario simple. Orientación de las órbitas y del cuerpo: se utilizaron los puntos cardinales; S/D: sin datos.

Respecto a la posición de los miembros superiores, la extendida es la predominante (72 %); le siguen los miembros flexionados sobre el tórax (18,18 %) y las disposiciones de un brazo extendido y otro flexionado (18,18 %). Las posiciones de los miembros inferiores extendidos (31,81 %) y flexionados hacia la izquierda (31,81 %) y derecha (22,72 %) son las predominantes. La orientación de los restos indica una amplia variabilidad, prevaleciendo la disposición Sur-Norte (36,36 %) y Norte- Sur (27,27 %). En los casos en los que pudo registrarse la orientación de las órbitas, estas se dirigieron hacia el Este (27,27 %).

En cuanto a los modos de inhumar a las personas, considerando los dos momentos del Holoceno, se registran las mismas modalidades. En momentos previos a 1200 años AP, las modalidades decúbito (lateral hacia la derecha, izquierda o extendida) presentan la misma cantidad de casos, siendo menos frecuentes la posición sedente y decúbito ventral. Esta última solo se presenta en este periodo. Posteriormente, son más frecuentes las posturas decúbito dorsal extendido y decúbito lateral derecho e izquierdo (28,57 %), y en menor frecuencia sedente (Figura 2a). Respecto a los modos de inhumación en relación con la edad de muerte de los individuos, se observa que hacia momentos previos a 1200 años AP predomina la inhumación en posición decúbito dorsal extendido (29 %), y lateralizado hacia izquierda (29 %) y derecha (29 %), particularmente en individuos adultos medios. Hacia momentos posteriores a 1200 años AP se observa que los individuos adultos medios y mayores son inhumados en posiciones de decúbito lateralizados hacia la derecha (66 %) e izquierda (50 %) (Figura 2b).

Posiciones de entierro más frecuentes registradas en la región
Figura 2.
Posiciones de entierro más frecuentes registradas en la región

a) considerando dos periodos de tiempo, b) considerando para cada periodo temporal las edades de muerte. A: adulto, AJ: adulto joven, AMD: adulto medio, AM: adulto mayor, INF: infantil.

La disposición de miembros superiores e inferiores entre hombres y mujeres, y entre los periodos temporales, presenta algunas diferencias para destacar. En cuanto a los miembros superiores (Figura 3a), los individuos masculinos presentan mayor variabilidad que sus pares femeninos en el mismo periodo. Las mujeres fueron enterradas con los brazos extendidos o hacia atrás en momentos previos a 1200 años AP, mientras que los masculinos fueron enterrados con los brazos ocupando variadas posiciones (extendidos, sobre el tórax, hiperflexionados a la izquierda, flexionados y extendidos). En momentos posteriores, las mujeres presentan mayor variabilidad, sumándose las modalidades de hiperflexionamiento sobre el tórax o lateralizado hacia ambos lados. En el caso de los hombres, se abandonan algunas modalidades (hiperflexionamiento sobre el tórax) y surgen otras (hiperflexionamiento hacia la derecha, partes desarticuladas).

Posiciones de miembros superiores
Figura 3.
Posiciones de miembros superiores

(a) e inferiores (b) en la región, considerando el sexo y por periodos.

En cuanto a las modalidades de ubicación de los miembros superiores (Figura 4a) o inferiores (Figura 4b) en relación con la edad de muerte, no se observa un claro patrón, pues todas las modalidades están presentes en las distintas categorías etarias, en ambos momentos.

Posición de miembros superiores
Figura 4.
Posición de miembros superiores

(a) e inferiores (b) en la región, de acuerdo con la edad de muerte y por periodos. Referencias: A: adulto, AJ: adulto joven, AMD: adulto medio, AM: adulto mayor, INF: infantil.

La orientación del esqueleto (Figura 5a) también registra diferencias entre ambos momentos, en particular para individuos femeninos. Para el periodo previo a 1200 años AP, los cuerpos de los individuos femeninos fueron orientados con el cráneo hacia el Este o el Oeste. Los individuos masculinos del mismo periodo no muestran un patrón claro de inhumación. Para momentos posteriores, los individuos femeninos presentan mayor variabilidad en la orientación, pero predomina la Norte-Sur. En el caso de los masculinos, se observa el patrón inverso: son orientados en su mayoría en sentido Sur-Norte. En cuanto a las edades, no se puede establecer un patrón claro. Si bien en momentos posteriores se encuentran presentes todas las orientaciones en todas las categorías de edad, y eso difiere con lo observado en momentos previos, puede deberse a un sesgo de muestreo (Figura 5b). Finalmente, en cuanto a la orientación de las órbitas (Figura 5c), se observa una mayor variabilidad hacia el periodo posterior a 1200 años AP, tanto en masculinos como en femeninos.

Respecto a la significación estadística de las diferencias observadas, la prueba de chi cuadrado ofreció resultados que permiten pensar las modalidades de inhumación desde otras perspectivas. Por ejemplo, contrario a lo esperado, el sexo no resultó ser una variable que permitiera discriminar entre modos de inhumación, no así la edad de muerte, el periodo o la composición biológica de la muestra estudiada, que si permitieron detectar diferencias significativas en algunas variables consideradas. En cuanto a la edad, el individuo infantil y el adulto joven fueron inhumados de forma primaria doble, mientras que el resto de los individuos, de distintos rangos de edad en la categoría adulto, fueron inhumados de forma simple. También se destaca que los adultos medios y mayores fueron inhumados preferentemente en posiciones decúbito lateral, a diferencia del infantil, el adulto joven o medio que fueron inhumados en posiciones extendidas preferentemente. La orientación de los cuerpos en sentido Oeste-Este que había sido predominante para las mujeres en momentos previos a 1200 años AP, fue abandonada, siendo predominante la orientación Sur-Norte, particularmente en masculinos. Finalmente, las diferencias significativas detectadas que vinculan la posición de los miembros inferiores o la orientación de los cuerpos con la composición biológica de la población son más difíciles de desentrañar y abren interrogantes respecto a la posibilidad de que se trate de personas procedentes de otras comunidades[2]. Por ejemplo, los individuos que poseen haplogrupo C fueron inhumados con los miembros inferiores extendidos, a diferencia de aquellos con haplogrupos A, B o D, a quienes enterraron con los miembros semiflexionados. Respecto a la orientación, un individuo con el haplogrupo B fue enterrado en sentido Oeste-Este, mientras que los individuos con haplogrupo C o D fueron orientados predominantemente en sentido Norte-Sur o Sur-Norte.

Orientación del esqueleto
Figura 5.
Orientación del esqueleto

(a) y de las órbitas (b), considerando los puntos cardinales por sexo y edad, para cada periodo temporal considerado. Referencias: A: adulto, AJ: adulto joven, AMD: adulto medio, AM: adulto mayor, INF: infantil.

Tabla 3.
Análisis de Chi cuadrado para evaluar diferencias entre las modalidades de entierro y la cronología, los haplogrupos, el sexo y la edad.
Análisis de Chi cuadrado para evaluar diferencias entre las modalidades de entierro y la cronología, los haplogrupos, el sexo y la edad.

* Rechazo de la hipótesis nula a un nivel de 0,05

Discusión y Conclusiones

Los resultados presentados en esta investigación sugieren que las poblaciones que habitaron la costa sur de la laguna Mar Chiquita y las llanuras adyacentes enterraron a sus muertos bajo distintas modalidades, siendo frecuentes los entierros individuales en posición extendida o decúbito dorsal o lateral hacia ambos lados. Las modalidades múltiples, así como los entierros en posición decúbito ventral, sedente o con desarticulación de partes anatómicos, fueron menos frecuentes. Los entierros han sido hallados en sitios que se podrían considerar residenciales, por la presencia de otras materialidades en superficie, como tiestos cerámicos, estructuras circulares u hornitos, o restos óseos fauna. Las diferencias estadísticamente significativas se relacionan con la edad de muerte, el tipo de entierro y la modalidad, el período cronológico y la composición biológica de la población con la orientación de los cuerpos y la posición de los miembros inferiores.

En esta región, las modalidades predominantes de entierros fueron la posición decúbito dorsal extendida y decúbito dorsal lateralizados. Si bien estas modalidades se dieron en todo el Holoceno tardío, es de destacar que con posterioridad a 1200 años AP se generaliza la posición del cuerpo extendida y decúbito lateral. Algunas modalidades escapan de la norma. Tal es el caso de la mujer inhumada en la cuadrícula G del sitio El Diquecito, hallada en posición decúbito ventral con sus miembros hiperflexionados sobre su espalda, acompañada por una valva de molusco que provendría de ríos o afluentes como el rio Paraná, Dulce, Carcarañá o Tercero, lo que ha sido interpretado como evidencia del contacto entre estas poblaciones y las asentadas en el litoral argentino (Fabra, González, & Salega, 2012). La presencia de moluscos (Diplodon sp.) acompañando entierros ha sido reportada en sitios del Paraná Medio (Ramos van Raap, 2018). Estudios arqueológicos (Aparicio, 1942; Bonofiglio, 2010), bioarqueológicos (Fabra et al., 2012; Fabra, Salega, et al., 2014b), genéticos (Nores et al., 2017) y fuentes etnohistóricas (Castro Olañeta, 2006) sugieren vínculos entre los pobladores del noreste de Córdoba con poblaciones del sur del Chaco, en momentos pre y post contacto hispano indígena. Entre las materialidades compartidas, se puede mencionar la presencia de estructuras en grandes concentraciones de forma circular que son reportadas con frecuencia en la costa sur de la laguna Mar Chiquita, el sureste de Santiago del Estero y en la región Chaqueña[3]. Se las ha asociado con el almacenamiento de frutos o semillas, o incluso cocción de alimentos (Ceruti, 2006; Cornero et al., 2013; Fabra et al., 2009; Laguens & Bonnin, 2009).

Las particularidades en cuanto a las formas de inhumación en esta región destacan cuando se las compara con las registradas en la región serrana de Córdoba, donde se encuentran ausentes las modalidades extendidas, y predominan las decúbito lateral con hiperflexionamiento de los miembros (Fabra et al., 2009). Según estas autoras, además de las mencionadas, en la región serrana se han registrado entierros secundarios (ausentes en la región bajo estudio) en el Holoceno medio o inicios del Holoceno tardío. Un punto en común sería el entierro debajo de los pisos habitacionales, no en áreas formales o exclusivas[4].

Las prácticas mortuorias pueden ser entendidas como hechos sociales complejos a través de los cuales se vehiculiza una amplia gama de mensajes sociales, tales como cuestiones de rango, estatus, edad, sexo, ocupación o rol social, causas y circunstancias de muerte (Arnold 2001). Reconociendo que el entierro es un acto realizado por los vivos, podemos interpretar las prácticas mortuorias como reflejo de las perspectivas de los sobrevivientes sobre el estado de pertenencia del difunto dentro de un colectivo social (Goodenough, 1965; Pearson, 1999; Smith, 2003). Algunos autores plantean modelos en relación con el comportamiento y el uso del espacio por grupos cazadores recolectores: según Walthall (1999) en estos grupos pueden darse dos tipos de modelos, uno de ellos es el “Modelo de Disposición Expeditiva”, practicado por grupos con alta movilidad, en donde el tratamiento de muertos requiere muy poca inversión o incluso su abandono, y en donde los espacios funerarios son invisibles, como los entierros en los pisos de las casas (Goldstein, 2002). Por otra parte, el “Modelo de Disposición en Lugares Especiales” referiría a grupos cazadores recolectores con movilidad más restringida, reocupación temporaria de asentamientos y explotación de recursos previsibles. En este modelo los espacios destinados a los muertos son más visibles y quizás de carácter público, lo que algunos autores denominan como “sitios persistentes” a través de la presencia de restos o estructuras que permiten la reocupación, y también a través de procesos de ocupación y reocupación de largo término (Schlanger, 1992; Zilio, Zubimendi, & Hammond, 2013). Sitios con estas características se han reportado para la región pampeana (García Guraieb, Goñi, & Guichón Fernández, 2018; Politis, Barrientos, & Scabuzzo, 2014).

En el caso de los entierros de la llanura o cercanos a la laguna Mar Chiquita, si bien no se han registrado estructuras reutilizadas ni aparecen indicios de demarcación de fosas o estructuras funerarias, tampoco se han detectado hasta el momento áreas que puedan ser interpretadas como exclusivamente de entierro, ya sea por la mayor tasa de inhumaciones o por la segregación espacial. Sí se puede percibir que los hallazgos de restos óseos humanos están directamente relacionados con los sitios de asentamientos, sea por la acumulación de otras materialidades en cercanías a los entierros o por la reutilización de los espacios [5], lo que nos hace pensar en la permanencia del vínculo entre vivos y muertos, más allá del hecho social de la muerte. El entierro debajo de pisos habitacionales ha sido reportado frecuentemente en el Chaco meridional (Calandra & Salceda, 2006; Desántolo, Santini, & Salceda, 2005). En el Delta del Paraná y Paraná Medio, asociados tanto a Goya Malabrigo como a sitios que no se incluyen en esta entidad, se han identificado entierros en sitios residenciales, pero también en otros definidos como de actividades múltiples o zonas exclusivas para el entierro (Ramos van Raap, 2018).

La reutilización u ocupación continua de espacios habitacionales a lo largo de siglos queda evidenciada en el sitio El Diquecito, con entierros cuyas cronologías los ubican entre 2600 años y hasta 500 años AP. En función de las 12 dataciones obtenidas, se ha sugerido una ocupación del sitio en dos momentos (2562-1911 y 1192-537 14C años AP), separados por un hiato de 700 años que podría ser interpretado tanto como producto de un despoblamiento del área como de procesos post-depositacionales que hayan limitado la visibilidad de las ocupaciones (Fabra, Salega et al., 2014a). En función de la evidencia arqueológica, se trataría de un sitio residencial y no de un área exclusiva destinada a la inhumación, ya que los entierros no se encuentran diferenciados espacialmente de las áreas domésticas. La alta densidad de materiales recuperados en asociación a las inhumaciones sugiere que estos asentamientos han sido utilizados de manera permanente o por periodos prolongados de tiempo, no de forma ocasional o estacional, como sí ha sido planteado para algunos sitios serranos (Medina, 2015). La coexistencia en este sitio de actividades vinculadas tanto a lo doméstico como a lo ritual permite pensar en los lazos mantenidos a lo largo de generaciones entre lo cotidiano y lo sagrado, tal como ha sido mencionado por Van Raap para el Delta medio e Inferior del Paraná (2018).

Si bien en la costa sur de la laguna Mar Chiquita hasta el momento solo un hallazgo ha sido múltiple, en otros sitios de las llanuras, hacia el sur, se han reportado entierros de varios individuos, posiblemente debajo de pisos habitacionales, tal como el sitio Cosme (Berberian, 2011; Bonofiglio, 2004) o Potrero de Garay, en el sector sur de la región serrana (Berberian, 1984). En las llanuras extraserranas se ha reportado un sitio con 16 entierros, algunos de los restos cubiertos de ocre (Nimo, 1946). Si bien sería poco frecuente en la zona, puede guardar relación con modalidades observadas para la región pampeana y el sur del litoral argentino. En poblaciones cazadoras recolectoras del centro-norte de Santa Fe se han registrado enterratorios múltiples aparentemente reutilizados en distintos eventos inhumatorios (Feuillet Terzaghi, Casal, Campagnolo, & Cocco, 2007; Vaiana & Cornero, 2017). En el sector del humedal del Paraná inferior durante el Holoceno tardío se detectan sitios de inhumación con una reocupación a lo largo del tiempo muy marcada y variabilidad en modalidades inhumatorias; entierros primarios, secundarios y presencia de ajuar (Barbara Mazza & Loponte, 2012). En algunos sitios del delta se encontraron patrones diferenciales de inhumación: los hombres están enterrados en decúbito dorsal y las mujeres en posición decúbito ventral (Bárbara Mazza, 2010). En esta región se ha detectado la presencia de entierros de individuos adultos en paquetes funerarios y restos infantiles en acumulaciones óseas (Barbara Mazza & Loponte, 2012).

Una cuestión que interesa destacar del presente estudio es que se habrían detectado diferencias en la orientación de los cuerpos en los dos periodos considerados. En momentos previos a 1200 años AP, las mujeres habrían sido enterradas en posición Este-Oeste u Oeste-Este, mientras que los hombres no habrían tenido un patrón claro. Sin embargo, esto cambia con posterioridad a ese momento, abandonándose esa orientación y predominando el sentido Norte-Sur o Sur-Norte, particularmente en hombres, pero también en mujeres. Estas diferencias fueron estadísticamente significativas, lo cual nos lleva a pensar en la posible existencia de un patrón diferencial en ambos momentos entre sexos y posiblemente se vincule con el origen poblacional. Alrededor de 1200 años AP, Nores y colaboradores (2011) detectaron un cambio en la frecuencia de haplogrupos mitocondriales tanto entre poblaciones que ocuparon las sierras y las llanuras cordobesas, como dentro de cada región. El haplogrupo A estaría ausente en las muestras más antiguas, pero representa el 31 % en el periodo tardío, así como frecuencias elevadas de los haplogrupos C y D. Estas diferencias pueden deberse a los contactos o migraciones desde el Noreste y Este de nuestro país con los pobladores de la región costera de la laguna Mar Chiquita. Esto ha sido sugerido desde otras líneas de evidencia (Fabra & Demarchi, 2013). Es interesante pensar que estos cambios en la composición biológica de la población puedan explicar, aunque sea parcialmente, las modificaciones que se observan en prácticas tan sensibles como aquellas vinculadas con el tratamiento mortuorio.

A modo de conclusión, podemos decir que las formas de inhumar a los muertos por parte de las comunidades que se asentaron en la costa sur de la laguna Mar Chiquita como las llanuras adyacentes presentan características que las distinguen de las prácticas llevadas adelante en regiones cercanas, tales como las sierras de Córdoba y la región chaco-santiagueña al norte y al este, que permiten pensar en comunidades diferenciadas y cosmovisiones ligadas al tratamiento de los muertos. Respecto a los cambios y continuidades en el tiempo, si bien se podría generalizar diciendo que existe una gran variabilidad en cuanto a las prácticas mortuorias y que las distintas modalidades están presentes desde hace al menos 4000 AP, se manifesta la persistencia de dichas prácticas, ciertas sutilezas o singularidades relacionadas con la orientación de los cuerpos o la posición de los miembros inferiores o superiores, lo que podría estar indicando algunos cambios respecto a la organización social de estos grupos. La ausencia de ajuar que se haya preservado como tal es una constante; los escasos hallazgos con materiales asociados deberían pensarse íntimamente vinculados a la persona que acompañan, como parte de su ser social. La ausencia de modalidades que sugieran la manipulación de los cuerpos puede indicar que los rituales mortuorios tuvieron una duración acotada en el tiempo y que las comunidades que los practicaron no requirieron ni el traslado ni la reubicación de sus muertos. Los contactos con otras poblaciones, el rol social que tuvieron ciertas personas en su vida o situaciones de violencia interpersonal pueden llegar a influir en las decisiones que toman los vivos respecto al tratamiento de los muertos.

Agradecimientos

Las autoras desean agradecer al Museo de Antropología (FFyH, UNC), el Museo Histórico Municipal de La Para (La Para, Córdoba), el Museo de la región de Ansenuza “Aníbal Montes” (Miramar, Córdoba) y el Museo Arqueológico Provincial “Aníbal Montes” (Río Segundo, Córdoba). A Henrik Lindskoug por la lectura del manuscrito y a Rodrigo Nores por el aporte de los datos genéticos. Este trabajo se desarrolló en el marco del Proyecto integral de investigación, preservación y transferencia del patrimonio del Instituto de Antropología de Córdoba, UNC-CONICET (CONICET, RD 1691/16), y contó con el financiamiento de FONCyT (PICT 2015-3155), SECyT-UNC (2014-2015).

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Notas

[1] Las autoras no manifiestan ningún conflicto de interés en relación con este artículo y a su contenido.
[2] Al momento del envío del presente artículo los datos completos de los mitogenomas y haplotipos de las muestras analizadas estaban en proceso de publicación. Conocemos las dificultades en realizar comparaciones solo con haplogrupos, pero esto intentó ser una primera aproximación para comprender las variaciones en las costumbres funerarias. Una vez publicados esos datos, realizaremos un análisis más detallado de las variables culturales, en este caso las prácticas mortuorias, y las posibles relaciones y orígenes poblacionales de las muestras.
[3] Métraux (1996 [1946] ) mencionó la utilización de pozos subterráneos en donde se secaban pescados y otros alimentos para su conservación en la región chaqueña, similares a los encontrados en las llanuras del noreste de la provincia de Córdoba. La presencia de las llamadas “botijas” podrían haber tenido ese mismo propósito.
[4] Una mención aparte se puede hacer para el sitio recientemente excavado en el Cerro Colorado, distante a 250 kilómetros de la laguna Mar Chiquita, en la región serrana, donde se ha reportado el hallazgo de 18 inhumaciones con cerca de 30 individuos en un área reducida, lo cual sugiere un espacio formal y diferenciado para el entierro de los muertos (https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/cerro-colorado-confirman-sorprendente-hallazgo-arqueologico-cuando-realizaban-una-obra).
[5] Nos referimos puntualmente al individuo recuperado en la cuadrícula L del sitio El Diquecito, cuya inhumación fue realizada destruyendo parcialmente una estructura circular de barro cocido u hornito (Fabra et al. 2008), lo que sugiere la reutilización y resignificación de espacios, antes dedicados a otras funciones.
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