EDITORIAL
Identidades,
naturalezas y poderes
Identities, natures
and powers
“Cuanto más se
prohíbe pensar los híbridos,
más posible se
vuelve su cruce”
Latour
(2007[1991], p. 29)
Editor revista Jangwa Pana.
Universidad del Magdalena,
Colombia.
Correo electrónico: wmartinez@unimagdalena.edu.co
ORCID ID: 0000-0003-0921-1149
Imaginemos
un escenario. Un barrio o un salón de clase, donde alguien, un líder comunal o
un funcionario del Estado –posiblemente titulado en antropología–, solicite lo
siguiente: “_Levante la mano los que son o quieran ser indígenas, ahora
levanten la mano los que no lo son.” Imaginemos los gestos que haría mientras
observa la diversidad de personas que levantan su mano para una u otra opción.
Luego les solicita que expliquen por qué se adscribieron a una u otra alternativa.
Lo inquietante es cómo entramos ahí los antropólogos y otros científicos
sociales: como administradores (creadores) de la diferencia o como analistas de
las causas y consecuencias de la producción de alteridad. Inquietudes similares
son las que aborda Eduardo Viveiros de Castro (2018
en este número[1]).
El
tema de la identidad en antropología quizá nunca pierda relevancia, preguntas
tales como ¿de qué manera me represento? o ¿qué soy? sea en primera, segunda o
tercera persona, han sido parte de la historia (implícita o explícita) de la
antropología en todos sus periodos; incluyendo la pregunta si el Otro debe o
puede ser representado. Como lo planteó Trouillot (1991), la antropología
emerge en la episteme moderna-occidental como consecuencia de la necesidad de
los modernos por identificarse en relación con sus otros. Así surgió la
disciplina encargada de producir conocimiento sistemático sobre la diferencia
cultural, produciendo las condiciones que acreditan a un grupo de personas
autodenominadas antropólogos a ser los peritos de la certificación de
identidades étnicas, con un diferenciado y quizá minoritario sector que,
gracias a la reflexión postcolonial, se preguntan por su papel como productores
de alter-representaciones.
El
lenguaje nos obliga a referirnos a nosotros y a los otros de maneras
históricamente determinadas. Por fortuna para las Ciencias Sociales, y en
especial para los antropólogos, podemos decidir si concentramos nuestros
esfuerzos intelectuales en crear o fortalecer categorías, o en entender esas
determinaciones históricas que han llevado a escribir terabytes de información
estableciendo discontinuidades históricas, sociales, políticas y ontológicas
entre nosotros y los otros. Así, la pregunta sobre el otro, que llevaba
implícita la inquietud sobre nosotros, ahora puede cambiarse por la indagación
del por qué y para quién es importante esa pregunta, y cómo se produjeron esas
representaciones de los otros y de nosotros.
En
una editorial previa habíamos comentado cómo Jangwa Pana estuvo interesada en
contribuir en la consolidación de una, aún anhelada, Identidad Caribe
(Martínez-Dueñas y Arias-Ocampo, 2017); categoría supremamente densa, rica y
dinámica como para definirla, si es que fuera posible hacerlo de manera
definitiva. Revisar las diferentes contribuciones que hablaban sobre lo caribe
en esta revista, dejó ver cómo los antropólogos y otros humanistas y
científicos sociales, más que naturalizar (o purificar) la categoría, lo que
produjeron fue heterogeneidad, una práctica común para los modernos; así
parafraseando a Latour (2007 [1991]) se podría decir que “nunca hemos sido
Caribe”.
En
una reciente publicación con la colega Astrid Perafán (Martínez-Dueñas y
Perafán-Ledezma, 2018) abordamos el tema de la producción de alteridades
enfocándonos en las representaciones del otro que producen cosmopolíticas
transnacionales y tecno-científicas como el desarrollo sostenible, dónde las
marcas de alteridad no son solo fenotípicas, sino también económicas y
ecológicas (e.g. pobre, ambientalista, sostenible). En este sentido Viveiros de
Castro (2018, en este número) hace un aporte invaluable a la reflexión
contemporánea del papel del antropólogo en esta discusión, que ha llevado a la
disciplina por senderos que solo la experiencia etnográfica puede relatar,
desde los otros internos, pasando por los radicales otros, hasta encontrarnos
en la soledad de la reflexividad.
Justo
ahora, mientras editamos este número y a pocos kilómetros de nuestra sede
física, suceden dos acontecimientos que evidencian la necesidad de pensar
antropológicamente los procesos de producción de diferencia. En el
corregimiento de Taganga, Litoral Caribe Colombiano, una comunidad indígena
está adelantando un proceso socio-jurídico para que el Estado los reconozca en
perspectiva étnica e histórica; esto está ligado a un enriquecedor proceso de
fortalecimiento de estructuras organizativas de la comunidad en su territorio,
que no solo es terrestre sino marino dadas su actividad pesquera; actualmente
reducida por factores ambientales (físicos y políticos) y por la relevancia
económica del turismo en esta región, que ha llevado a las habitantes de esta
localidad a prestar servicios turísticos a nacionales y extranjeros. Así mismo
el saliente presidente de la república de Colombia Juan Manuel Santos, anunció
un proyecto de decreto que consolida los límites del territorio de los pueblos
indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, -macizo montañoso que podemos
observar desde la Universidad del Magdalena-, noticia que pone nuevamente en
los medios de comunicación el tema del territorio y el multiculturalismo. En
estos casos vemos que lo que está en juego es la concepción misma de
territorio-mundo; aquí nuevamente los aportes de Viveiros de Castro, sobre la
naturaleza y el multinaturalismo, son importantes para entender
antropológicamente lo que está en cuestión y lo que no deja ver el
multiculturalismo que organiza toda la diferencia cultural en un mismo
territorio sociomaterial conocido como ambiente o ecosistema[2]. En los dos casos el tema ambiental es central,
puesto que las comunidades indígenas de la Sierra son representadas y se
auto-representan como ecológicas (Ulloa, 2004); mientras que la comunidad del
litoral tiene un interesante debate sobre el uso del territorio con los
conservacionistas, debido a las políticas de conservación que no solo los
desplazó de su territorio en la segunda mitad del siglo XX, sino que quiere
controlarlo bajo los parámetros de la ciencia y la economía. Cabe aclarar que
los territorios ancestrales comparten unas difusas fronteras con zonas de
conservación del Estado, un caso común en Colombia y que es fuente de debate y
conflicto (Martínez-Dueñas y Perafán, 2017, Martínez-Dueñas 2016, Martínez-Dueñas,
2012); aunque en el caso de los indígenas de la Sierra el debate mediático está
centrado en el efecto económico puesto que los límites territoriales indígenas
abarcan una extensa zona con diversos propósitos comerciales. Entonces ¿hasta dónde llega el Estado con el
multiculturismo y cuánto puede aceptar la Nación?
En
este número de Jangwa Pana contamos con dos contribuciones que precisamente
abordan las relaciones entre los procesos político organizativos, en torno a la
identidad y el territorio y su relación con dinámicas de poder. En este
sentido, Ramírez-Monroy y Piraquive-Aldana (2018) exponen cómo los estudios de
impacto socioambiental en Colombia, si bien son una herramienta jurídica de
protección con la que cuentan las comunidades indígenas en un marco jurídico
internacional, para el caso colombiano su implementación aún requiere ser
afinado para garantizar la libre autodeterminación de los pueblos indígenas.
Por su parte Castaño (2018) analiza los conflictos socioambientales asociados al
cultivo de palma en una localidad de la región Caribe Colombiana. Para esto el
autor nos ofrece un completo panorama teórico y conceptual desde la ecología
política, para entender las relaciones de poder asociadas a los procesos
neoestractivistas que reducen la naturaleza a recurso natural atentando contra
la sustentabilidad y la seguridad alimentaria, propiciando procesos de “racismo
ambiental”. En un escenario urbano Velandia (2018) presenta una reflexión sobre
el papel de la agricultura en Bogotá (Colombia), dónde las prácticas agrícolas
expresadas en las huertas caseras son objeto de intervención del Estado, dando
origen a respuestas locales particulares. En tal medida estos espacios de
producción de alimentos en medio de la gran urbe se presentan como un escenario
heterogéneo donde confluyen el desarrollismo, el ambientalismo y apuestas
locales que meritan ser etnografiadas para entender qué alternativas están
proponiendo y llevando a cabo. Por su
parte Paredes-Guerreo y Pat-Canul (2018) nos llevan al espacio rururbano en
Yucatán (México) para mostrar, desde una perspectiva crítica, qué sucede cuando
se encuentran dinámicas urbanas y rurales; planteando que la metropolización no
es la única opción al momento de ordenar los territorios rurales que se traslapan
con las grandes urbes, y por el contrario es posible pensar espacios
heterotópicos como la agrópolis.
Finalmente
contamos en este número con una contribución que vincula lo pedagógico y lo
lingüístico para proponer una metodología intercultural de enseñanza del
español como lengua extranjera. De esta manera Aponte-Buitrago y Cardozo-Rincón
(2018) encontraron que el uso de publicidad colombiana es una herramienta útil
para enseñar español en medio de un proceso de intercambio cultural.
Aponte-Buitrago,
A.L. y Cardozo-Rincón, R. (2018). El fortalecimiento de la competencia
argumentativa de los aprendientes de ELE (Español como Lengua Extranjera) a
través de la publicidad colombiana. Jangwa Pana, 17 (2).
Latour,
B. (2007) [1991]. Nunca fuimos modernos. Ensayos de antropología simétrica.
Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.
Martínez-Dueñas,
W. (2012). “Quand H2O et esprit de l’eau se ren- contrent: Coexistence de
plusieurs mondes à Puracé, Colombie”. Recherches amérindiennes au Québec,
42(2-3), 39-47.
Martínez-Dueñas,
W. (2016). Flujos y redes multinaturales: un recorrido por mundos no [solo]
modernos en Puracé, Colombia. Popayán, Colombia: Editorial Universidad del
Cauca.
Martínez-Dueñas,
W. y Arias-Ocampo, A. (2017). Jangwa Pana, el Caribe y “Publish or Perish”.
Jangwa Pana, 16(1) 9-26.
Martínez-Dueñas,
W. y Perafán, A. (2017). “Pensando la conservación desde el multinaturalismo
en una localidad indígena de los andes colombianos”. Universitas Humanística,
84, 77-107.
Martínez-Dueñas
W. y Perafán A. (2018). Postsostenibilidad: notas antropológicas para imaginar
otros futuros comunes. Santa Marta, Colombia: Editorial Unimagdalena.
Paredes-Guerrero,
B. y Pat-Canul, J. (2018). Conjuntos históricos rurales del área metropolitana
de Mérida, Yucatán. Rururbanización entre siglos XX-XXI. Jangwa Pana, 17(2).
Trouillot,
M.R. (1991). “Anthropology and the savage slot: the poetics
and politics of otherness”. En R. Fox (Ed.), Recapturing anthro- pology (pp. 17-44). Santa Fe, Nuevo México: SAR.
Ulloa,
A. (2004). La construcción del nativo ecológico. Complejidades, paradojas y
dilemas de la relación entre los movimientos indígenas y el ambientalismo en
Colombia. Bogotá, Colombia: ICANH – COLCIENCIAS.
Velandia-Díaz,
D. (2018). Huertas domésticas y políticas de agricultura urbana: ¿desde el
autoconsumo hasta el mercado? Jangwa Pana, 17(2).
[1] Entrevista
realizada por el Instituto Socioambiental (ISA) de Brasil y que presentamos en
este número gracias a la traducción realizada por Isabela Figueroa y Margarita
Piraquive (Facultad de Humanidades, Universidad del Magdalena), y que se titula
“En Brasil, todos son indios, excepto quien no lo es” (Viveiros de Castro,
2018).
[2]
Ampliamos este análisis en Martínez-Dueñas y Perafán (2017) para un caso de la
zona andina colombiana.