Revista Clío América | ISSN: 1909-941X | Vol. 11 | No. 22 | julio - diciembre de 2017 | 254 - 270 |
DOI: http://10.0.84.172/23897848.2445 |
Teorías de la inteligencia y su aplicación en las organizaciones en el siglo XXI: una revisión
Theories of intelligence and its application in organizations in the 21st century: a review
RESUMEN: El propósito fundamental del presente artículo es explorar, desde un punto de vista teórico, los estudios que se han ejecutado en el siglo XXI sobre inteligencia y sus aplicaciones en los diversos contextos o escenarios sociales y organizacionales. Para lo cual se desarrolló una revisión de literatura en bases de datos de alto impacto, repositorios institucionales y bibliotecas físicas y virtuales, con el propósito de abarcar la mayor cantidad de información publicada. En términos de resultados, está claro que la inteligencia y sus teorías son un constructo que ha despertado gran interés en estudiosos de diversos ámbitos de la ciencia. Adicionalmente, se evidencia que uno de los entornos donde más se pone en práctica las teorías es en el educativo con un especial énfasis en la teoría de la inteligencia emocional. Como conclusión general, se sostiene que en el presente siglo la aplicabilidad de las teorías permite debatir sobre la efectividad de las mismas.
Palabras clave: triárquica de la inteligencia; inteligencia exitosa; “Factor G”; inteligencia emocional; inteligencia fluida y cristalizada.
JEL: IO, L2
ABSTRACT: The fundamental purpose of this article is to explore, from a theoretical point of view, the studies that have been carried out in the 21st century on intelligence and its applications in the different contexts or social and organizational scenarios. For which a literature review was developed in high impact databases, institutional repositories and physical and virtual libraries, in order to cover the largest amount of published information. In terms of results, it is clear that intelligence and its theories are a construct that has aroused great interest in scholars from various fields of science. Additionally, it is evident that one of the environments where the theories are most practiced is educational with a special emphasis on the theory of emotional intelligence. As a general conclusion, it is maintained that in the present century the applicability of the theories allows to debate on the effectiveness of the same.
Keywords: Triarchic of intelligence; Successful Intelligence; “G Factor”; Emotional Intelligence; Fluid and Crystallized Intelligence.
Doctora en Psicología con orientación
en Neurociencias, Docente de Tiempo
Completo de la Universidad del Magdalena,
Colombia.
Email: kcabas@unimagdalena. edu.co
ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-1548-9430
Estudiante de Psicología Universidad
Pontificia Bolivariana. Colombia.
Email: gonzalezyaninis@gmail.com
ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-1273-0399
Magister en Proyectos de Desarrollo Social.
Cooperativa de Profesionales de Colombia
“Creer en lo Nuestro”. Colombia.
Email: pauinahoyos@gmail.com
ORCID:
https://orcid.org/0000-0001-5250-4436
Tipología:
Artículo de revisión
Fecha de Recibido:
agosto 11 de 2017
Fecha de Aceptación:
octubre 31 de 2017
Publicado en Línea:
noviembre 27 de 2017
Para citar este artículo:
abas, H. K., González, B. Y., y Hoyos, R.
P. (2017). Teorías de la inteligencia y su
práctica en el siglo XXI: Una revisión.
Clío América, 11(22), 254 - 270.
Existen relaciones en las prácticas cotidianas de las comunidades ancestrales y las actuales, así como comportamientos y capacidades humanas que guardan similitudes significativas (Barrera, 2015). Los seres humanos reciben de sus contextos sociales, políticos, culturales, ambientales y económicos un conjunto de datos e información que almacenan con el fin de utilizarla en situaciones futuras, como en la toma de decisiones que permitan la resolución de problemas. A esta capacidad se le ha denominado inteligencia.
La palabra inteligencia implica comprender, conocer o darse cuenta. Surge del verbo intellego - intellegis - intellegere – intellexi – intellectum, atendiendo al producto de un leer dentro, un recoger en el interior. De esta manera, se asume inteligente aquel que “comprende, conoce, o se da cuenta de algo tras haber vuelto la mirada sobre sí mismo, con el propósito de recoger en su interior” (Martin, 2007, p. 40).
Las concepciones iniciales sobre inteligencia y los rasgos que la configuran fueron plasmados por los antiguos griegos, quienes creyeron que era casi todo lo que se puede encontrar en una cabeza (Villamizar y Donoso, 2014). A lo largo de los años, se comenzó a ver el término desde un enfoque más científico, más exactamente a finales del siglo XIX, cuando se comenzaron a construir las primeras teorías psicológicas; pero fue hasta el siglo XX cuando empezó a ser empleado el término, todo esto como resultado de las pruebas de inteligencia que comenzaron a surgir en la época (Villamizar y Donoso, 2014).
Pero definir la inteligencia no es un trabajo simple, debido a las diversas temáticas que han sido asociadas con el término a lo largo de los años. En este sentido, se sostiene que la inteligencia “es una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la habilidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia” (González, 2011, p. 1420). Esta definición fue acordada en 1994 por varios investigadores.
La exploración de nuevas problemáticas, a través de investigaciones teóricas y empíricas, asociadas al término de inteligencia, ha permitido una configuración con mayor aceptación por parte de la comunidad científica.
Inteligencia es un conjunto de habilidades cognitivas y conductuales que permite la adaptación eficiente al ambiente físico y social. Incluye la capacidad de resolver problemas, planear, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia. No se identifica con conocimientos específicos ni con habilidades específicas sino que se trata de habilidad cognitiva general, de la cual forman parte las capacidades específicas (Ardila, 2010, p. 100)
La inteligencia además se constituye como un factor que se va reconfigurando a medida que pasa el tiempo en los individuos. Es por eso que se ha generado un conjunto de teorías y corrientes teóricas que intenta explicar la complejidad de esta variable en la vida de las personas y en los campos organizacionales donde se desempeñan.
Este trabajo presenta una revisión de las investigaciones realizadas hasta la fecha sobre las teorías de la inteligencia más estudiadas, para evaluar su puesta en práctica en la actualidad y conocer los resultados obtenidos. Las teorías revisadas son: Teoría triárquica de la inteligencia y Teoría de la inteligencia exitosa propuesta por Robert Sternberg, Teoría de las inteligencias múltiples por Howard Gardner, Teoría del factor G propuesta por Charles Spearman, así como también la teoría de la inteligencia fluida e inteligencia cristalizada de Raymond Cattell. Lo anterior, sin dejar de lado el modelo de Daniel Goleman denominado Inteligencia emocional.
La importancia del presente estudio radica en que permite una comprensión actual del estado de desarrollo de las teorías mencionadas y sus aplicaciones en nuestra época, con el propósito de reflexionar sobre su utilidad en los contextos y la vigencia de sus postulados. En este sentido, este artículo se convierte en un trabajo académico de consulta prioritaria porque explora la inteligencia y sus dimensiones en los espacios científicos, lo que nos lleva a considerar que: la inteligencia no es solo un atributo de las personas, sino también de las organizaciones (Ureña, Jiménez, Mejía y Vilarete, 2014) a partir de las dimensiones de los seres humanos como sujetos complejos (Gómez, 2014); en las tensiones e implicaciones humanas en las organizaciones se generan las posibilidades de cambio y transformación social (Sánchez, Linero y Martínez, 2014; Chica y Sánchez, 2017), y estas se alínean con la superación de las desigualdas sociales (Balza, 2013).
Inicialmente, desde un punto de vista cualitativo, la investigación parte de una revisión bibliográfica de los términos desarrollados por Viloria, Daza y Pérez (2016), Viloria, Pedraza, Cuesta y Pérez (2016). En este sentido, Gálvez (2002) plantea este tipo de investigaciones como el producto que se obtiene de unos procesos metodológicos, sistemáticos y estructurados sobre un conjunto de materiales bibliográficos sobre una temática específica y, por otro lado, López (2006) la asume como una estrategia metodológica que permite la configuración académica de nuevos conocimientos.
Se revisaron un total de 63 trabajos, divididos entre: libros, artículos científicos y tesis doctorales. No todos los trabajos consultados fueron incluidos en el documento como consecuencia de que no cumplían con las necesidades informativas suficientes. Luego se llevó a cabo una búsqueda sistemática en las bases de datos Scopus, Web of Science, Redalyc, Scielo y Science Direct de los artículos y trabajos publicados desde el año 2000 hasta el 2016. En casos excepcionales, se incluyeron textos con fechas de publicación anterior al 2000, al considerar la relevancia de los aportes para explicar y profundizar en la investigación.
La búsqueda se limitó a fuentes primarias, a saber: artículos, libros o tesis doctorales publicados en inglés y español. Igualmente, se revisaron las referencias de los artículos y de las tesis que fueron seleccionados para encontrar más estudios relevantes. Dentro de las fuentes secundarias también se tuvieron en cuenta artículos de revisión, lo que permitió la conceptualización de la inteligencia. Desde los criterios de inclusión, se consideraron aquellos trabajos que conceptualizaban la inteligencia y sus teorías. No era necesario que estos materiales cumplieran con las fechas 2000 - 2016. No obstante, aquellas investigaciones que ponían en práctica las teorías de interés sí debían cumplir los criterios de fechas establecidas. Por otro lado, como consecuencia de los criterios de exclusión, no se tuvo en cuenta el material que no abarcara las teorías de la inteligencia estipuladas, aquellos que no las pusieran en práctica, y que no cumplieran con el criterio de tiempo mencionado a menos que sirvieran para explicar la metodología o introducir la temática de la investigación.
Para los resultados de la investigación, se hizo énfasis en cada una de las teorías revisadas y su aplicación se detalla en una tabla donde se incluye el estudio, la muestra, el objetivo y los principales resultados del ejercicio empírico de tales teorías.
En 1985 Robert Sternberg propuso la Teoría triárquica de la Inteligencia que consistía en tres subtipos de inteligencia: la componencial, la experiencial y la contextual. El primero se refería a las relaciones entre la inteligencia y el mundo interno o mental del individuo; el segundo tipo intentaba entender la inteligencia en términos de relaciones del sujeto con su experiencia a lo largo de su vida y, por último, el subtipo contextual consideraba la inteligencia en función de las relaciones del individuo con su mundo externo (Sternberg y Prieto, 1991).
Así mismo, la inteligencia componencial se relacionaba con la capacidad analítica. Concretamente, se refería al procesamiento de la información de los individuos, la resolución de problemas, adquisición de nuevos conocimientos y la realización de tareas de manera eficaz. Generalmente este tipo de inteligencia es medida por un test y corresponde a lo académico. La experimental, por su parte, se asociaba con la creatividad, intuición y perspicacia; está evidenciada en la habilidad para aprender y pensar en sistemas conceptuales nuevos. Y en cuanto a la inteligencia contextual, se asumía en función de la adaptación, selección o modificación del medio más próximo al individuo (Villamizar - Acevedo y Donoso, 2014). La adaptación es entendida como el ajuste que tiene el individuo a su entorno. En 1997 la Teoría triárquica de Sternberg se reformuló como Teoría de la inteligencia exitosa, lo que suponía una alternativa que rompía con las consideraciones que, por tradición, se habían desarrollado sobre la inteligencia humana y, a su vez, proponía la emergencia de tres elementos intelectuales diversos pero conectados: el primero propone la existencia de una inteligencia analítica (uso de los procesos cognitivos, componentes de ejecución y componentes para la adquisición de los conocimientos); el segundo hace referencia a la inteligencia creativa (procesamiento de tareas o situaciones relativamente nuevas y automatización de la información) y el tercero se refiere a la inteligencia práctica (procesos de adaptación, modelamiento y selección de ambientes más adecuados a las necesidades) (Llor, 2014).
De esta manera se propone que las habilidades de razonamiento analítico, creativo y práctico deben incluirse en las evaluaciones de las capacidades intelectuales (Gubbels, Segers, Keuning y Verhoeven,
2016), por lo que esta teoría es aplicada también al aprendizaje y a la actuación en el aula (Sternberg, Torff y Grigorenko, 1998). Por otra parte, la teoría triárquica de la inteligencia no solo puede ser aplicada en ambientes escolares, pues también ha sido usada en estudios de casos orientados a mujeres y hombres. En uno de estos estudios, la teoría permitió establecer una relación entre la inteligencia analítica, práctica y creativa y el funcionamiento adaptativo cotidiano auto diagnosticado en sociedades que cambian rápidamente (Grigorenko y Sternberg, 2001).
Sin embargo, Brody (2003) presenta otra alternativa que consiste en contrastar el análisis de la teoría triárquica de los datos con un análisis que enfatiza en la relevancia de la inteligencia general (factor g). De esta manera se pueden comprender los resultados obtenidos por Sternberg, teniendo en cuenta que la teoría triárquica de la inteligencia constituye un escenario de contexto para conceptualizar las diferencias individuales en el desarrollo intelectual (Ceci, 1993). Al respecto, en la siguiente tabla se presentan algunos casos de aplicación: (Tabla 1)
Por otro lado, la teoría de las inteligencias múltiples, propuesta por Howard Gardner, contrapone el hecho de pensar que la inteligencia es una capacidad general presente en todo ser humano (esto es una crítica directa a la propuesta de Spearman) y que sea cuantificable mediante instrumentos estándares (Mora y Martín, 2007). Esto último confronta la teoría de Alfred Binet, considerado como el creador de la primera prueba de inteligencia, y quien la concibe como un proceso psicológico superior medible; por tanto, según esta teoría, quien se acerque a resultados esperados para su edad y contexto cultural, debe ser considerado como una persona inteligente (Villamizar y Donoso, 2013a).
La teoría de Howard Gardner, por su parte, tiene en cuenta condiciones culturales particulares y no universales. Partiendo de esto, identificó inicialmente un total de siete inteligencias: inteligencia lingüística, musical, lógico-matemática, espacial, cenestésicocorporal, intrapersonal e interpersonal (Gardner, 2016); y más adelante añadiría otras más: la naturalista, espiritual, existencial, y moral (Mora y Martín, 2007). De esta forma, “al describir la inteligencia como pluralista, la teoría MI concibe a los individuos como poseedores de un perfil de inteligencias en el que demuestran niveles variables de fortalezas y debilidades para cada una de las ocho inteligencias” (Davis, Christodoulou, Seider y Gardner, 2011, p.8) Dentro de la inteligencia lingüística se encuentra la utilización del lenguaje, a saber, sintaxis, semántica, pragmática y fonología. En cambio, la musical se caracteriza por el tono y el ritmo. La inteligencia lógico-matemática parte desde el contacto directo con la realidad, pensamiento abstracto, la ciencia y la lógica. La inteligencia espacial denota la precisión de los espacios y percepciones visuales. La cenestésico-corporal se basa en el control de los movimientos corporales. Y por último, las inteligencias intra e interpersonal permiten, en primer lugar, el acceso a la vida interna, así como también la capacidad de la relación con el otro (Gardner, 2001).
Posteriormente, Gardner reformuló la lista de las inteligencias y agregó la naturalista, la cual se caracteriza por el amplio conocimiento del mundo de los seres vivos. En cuanto a la inteligencia espiritual, se encuentra la inquietud por temáticas cósmicas o existenciales, más allá del plano material. La existencial es entendida como la posición ante cuestiones trascendentales. Y la inteligencia moral (abiertamente rechazada en el siglo XXI) representaría las capacidades de un carácter sagrado de la vida humana y la postura del individuo frente a ese carácter (Mora y Martín, 2007).
La teoría propuesta por Gardner se ha constituido desde su planteamiento como un método a través del cual se facilita el entendimiento de los aprendizajes diferenciados y a la vez se configura en una forma de dar respuesta a dichos aprendizajes (Richards y Rogers, 2001); de esta forma, su evolución es entendida desde la necesidad de formular soluciones a las diferencias cognitivas individuales presentes en el aula de clases (Arnold y Fonseca, 2009). Según Monteros (2006), el valor agregado de esta teoría radica en el hecho de que propició el cambio de concepción acerca de las competencias cognitivas, al considerar tipos de inteligencia diferentes a las tradicionales, tales como la inteligencia musical, las destrezas personales, la inteligencia moral, entre otras. Por consiguiente, la relevancia de esta teoría en la actualidad parte de la premisa de que el desarrollo de las competencias básicas está directamente relacionado con las inteligencias múltiples mencionadas (Alart, 2010).
Si se realiza una descripción de la aplicación de esta teoría en la actualidad a diversos espacios organizacionales, se pueden encontrar referenciados los siguientes estudios, con sus respectivas muestras, objetivos y resultados:
Todas estas aplicaciones en contextos organizacionales diversos han brindado un estado de comprensión significativo de la teoría de las inteligencias múltiples en los tiempos atuales, así como del desarrollo de las investigaciones en este campo. Teoría del Factor G de la Inteligencia
Por otra parte, a lo largo de los años se ha estudiado y revisado una teoría propuesta por Charles Spearman que plantea la inteligencia general como la capacidad que impregna el desempeño en todas las áreas intelectuales (Sternberg, 1985); este tipo de inteligencia se conoce como Factor G.
Teniendo en cuenta que el Factor G consiste en la capacidad de entender, establecer relaciones y buscar correlatos, así como la capacidad intelectual más general y básica a todas las funciones cognitivas, se debe partir desde más abajo, adoptando un modelo de estructura jerárquica compuesta por una serie de amplias aptitudes específicas como la velocidad para acceder a palabras, o capacidad para recordar un conjunto específico de estas, letras o números; el reconocimiento de patrones y la manipulación de imágenes. El segundo nivel estaría compuesto por el conocimiento, el razonamiento viso-espacial, la velocidad de procesamiento o la capacidad para razonar. Y por último, el tercer nivel que está asociado con el Factor G (Ferreira, Almeida, Prieto y Guisande, 2010).
Históricamente, Spearman fue la primera persona que estudió la inteligencia aplicando el método factorial. En 1927, por ejemplo, propuso además la teoría bifactorial para explicar por qué los resultados arrojados por las pruebas correlacionaban entre sí. Para ello, planteó la existencia de un factor general y varios específicos. Consideró el factor general o G, común a todos los test, y lo relacionó con habilidad, velocidad de procesamiento, intensidad y coeficiente intelectual; y el específico o S, exclusivo para los objetivos de cada prueba (Villamizar y Donoso, 2014). En pocas palabras, el Factor G tiene su origen en la correlación positiva que surge del rendimiento de personas ante diversas situaciones (Colom y Flores-Mendoza, 2001).
Se han aportado así varias pruebas para apoyar la existencia de un factor de inteligencia General; a lo largo de la historia la evidencia que se ha ofrecido más a menudo a favor de la existencia de este factor es la aparición de otros factores más específicos (que harían parte del Factor S) a partir de análisis de pruebas psicométricas. Sin embargo, esta evidencia no es del todo persuasiva, pues el análisis que haría una batería de medidas daría lugar a un factor general (se trata así de un resultado más matemático que psicológico) (Kaufman y Grigorenko, 2009). Otro destacado autor que utilizó la teoría del Factor G de la inteligencia fue Vernon, quien realizó un estudio cualitativo sobre las relaciones entre el rendimiento académico y las habilidades intelectuales; lo que lo llevó a representar las correlaciones entre las capacidades, conocimiento, ámbitos de aptitud y un factor amorfo X (Ackerman, 1996, p.232).
Por su parte, Fiorello y Primerano (como se citó en Almeida, Guisande, Primi y Lemos, 2008) evidencian que la discusión respecto a lo anterior sigue abierta, afirmando que:
Los recientes avances en las teorías de la inteligencia han puesto de nuevo en el foco de interés la definición de los factores cognitivos, su relación con el aprendizaje académico y, como consecuencia, las ventajas y limitaciones de los instrumentos disponibles para la evaluación de la inteligencia. (p. 7)
En la siguiente tabla se muestran los casos de aplicación de la teoría del Factor G de Charles Spearman en diversos contextos:
Cattell, trabajando con el análisis factorial, identificó dos dimensiones generales, a saber, la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada. La primera se asocia con habilidades no verbales y culturalmente independientes, como la memoria de trabajo, la capacidad de adaptación y nuevos aprendizajes, y la llegó a definir como “la piedra angular de la cognición humana” (Ferrer, O’Hare y Bunge, 2009, p. 46). Se supone que esta inteligencia aumenta para alcanzar cierto nivel de madurez en la adolescencia; luego comienza a declinar debido al deterioro de las estructuras fisiológicas. En cuanto a la inteligencia cristalizada, esta se asocia con el conocimiento personal, pero también con factores culturales y educativos, y tiene que ver con los razonamientos inductivos, experienciales y silogísticos (Villamizar y Donoso, 2014).
Igualmente, la inteligencia fluida depende en gran medida de la dotación biológica de cada persona, mientras que la inteligencia cristalizada lo hace de los procesos de aculturación (Bekendam, 2013). Las habilidades incluidas dentro de la inteligencia fluida son, entre otras cosas, la habilidad para hacer inferencias, la integración de información, el razonamiento lógico, el razonamiento aritmético, sin dejar de lado la cooperación con las habilidades cristalizadas (Martín, 2007).
Frente a esta teoría Cattell (1963) asevera que la cuestión principal de la inteligencia fluida y cristalizada recae en que el desarrollo intelectual ha carecido de un experimento diseñado adecuadamente para el establecimiento de una estructura simple de rotación precisa y determinada en el segundo orden; lo que se une al hecho del múltiple abordaje teórico con que se pretenden explicar los procesos cognitivos (Stelzer, Andés, Canet-Juric y Introzzi, 2016).
En la siguiente tabla 3 se evidencian los casos de aplicación de la teoría:
Una de las teorías más estudiadas a lo largo de la historia ha sido la inteligencia emocional (IE). La IE se define como la destreza de las personas y el proceso deliberado que requiere esfuerzo para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, así como la capacidad de asimilarlos y comprenderlos de manera adecuada; regular y modificar el estado de ánimo propio o el de los demás de manera voluntaria. (López, Gómez, Guadarrama y González, 2016).
Diversas investigaciones han consolidado a la IE como un buen indicador de ajuste psicológico, debido a que se ha observado que un alto nivel de IE proporciona competencias para llevar a cabo el razonamiento abstracto y afrontar adaptativamente situaciones críticas para la persona (López et al.,2016), además, se considera que la capacidad de aplicar la Inteligencia Emocional se constituye en un estado cognitivo aún más importante que otras habilidades cognitivas, tales como la inteligencia verbal y matemática (Picard, Vyzas, y Healey, 2001, p. 1175).
Dentro de las investigaciones que abordan la presente teoría se destaca la de Salovey y Mayer (1990), quienes propusieron un marco comparativo entre las características adecuadas e inadecuadas de la emoción, haciendo uso también de fuentes bibliográficas de interés, por medio de lo cual se presenta un modelo para futuras investigaciones.
Así mismo, la IE ha sido definida como un conjunto jerárquico de habilidades cognitivo-emocionales orientadas a los procesos de identificación, asimilación, comprensión y gestión de la información emocional (Lizeretti y Rodríguez, 2011). En adición, la teoría ha sido identificada como un factor fundamental en los procesos de liderazgo, y ha influido directamente en aspectos como la seguridad, la cooperación, el optimismo, la decisión de cambio, entre otros (George, 2000).
Actualmente, gracias a los aportes Sternberg se han agrupado las teorías de la inteligencia en dos grandes grupos: las teorías implícitas y las teorías explícitas. Las primeras se caracterizan por la autoe-valuación de la propia persona y hacia los demás sin respaldo científico. Las segundas son productos de investigaciones desarrolladas según los parámetros establecidos por el método científico. Estas teorías no deben ser vistas como opuestas pues ambas parten del deseo inherente del ser humano por la adquisición de nuevos conocimientos y tratar de comprender el mundo (Villamizar y Donoso, 2014).
En la siguiente tabla 4 se presentan algunos casos de aplicación de la teoría de inteligencia emocional:
La inteligencia emocional se convierte en una temática de especial atención en todos los contextos organizacionales, como, por ejemplo, en el campo de las instituciones educativas (Mérida y Extremera, 2017; González y Ramírez, 2017). En este sentido, Chica y Sánchez (2015) realizan una evaluación de cuatro escenarios problematizadores asociados a este elemento: el primero corresponde a las estructuras actuales de las familias, el segundo se asocia a las demandas humanas desde la formación de educadores, el tercero equivale a las nuevas imposiciones de la sociedad en términos de emociones y el cuarto, a las dificultades existentes para la formación emocional de los docentes como elementos claves para la construcción del tejido social. La inteligencia emocional es un factor clave en los contextos educativos considerando que desde allí se aporta a la formación humana.
En este mismo contexto educativo, Prieto (2018) realiza una crítica de las implicaciones pedagógicas de la inteligencia emocional, y concluye que la educación, aunque puede retomar elementos significativos de la psicología positivista, debe preocuparse más por la construcción de una identidad propia desde las dinámicas de los actores que intervienen en las organizaciones educativas.
En términos generales, los estudios que abarcaron la teoría exitosa y triárquica de la inteligencia mostraron la efectividad del modelo en la práctica educativa. Con un promedio de 301.66 sujetos sanos y con sólo tres estudios (de tipo comparativo) revisados, Ferrando, Ferrándiz, Llor y Sainz (2016) llegaron a la conclusión de que se pueden extraer más perfiles que los 3 (práctico, creativo y analítico) que planteó Sternberg. En el estudio se lograron extraer 10 perfiles en niños superdotados por medio de la combinación de los 3 perfiles originales.
Se puede observar que las muestras evaluadas en estos estudios son relativamente grandes. Sin embargo, las investigaciones revisadas sobre la teoría de la inteligencia del factor G son las que menor número de muestras tienen, cuya cifra oscila entre 20 y 49 sujetos. Se llevaron a cabo, como común denominador, procedimientos médicos para los hallazgos encontrados. Todos los estudios coincidieron en que la inteligencia general va más allá de la región frontal del cerebro. Todas las áreas y lóbulos precursores y procesadores hacen parte de esta inteligencia.
En la Tabla 2 (teoría de las inteligencias múltiples), contrario a las investigaciones que pusieron en práctica la teoría del factor G, el entorno más utilizado fueron las escuelas, esto con el fin de hacer estudios experimentales, descriptivos, comparativos y correlacionales. Como resultados obtenidos, Fernández et al. (2016) demostraron que se pueden potenciar las inteligencias múltiples (en este caso la lógico-matemática, naturalista y lingüística) mediante la estimulación cognitiva. Por otra parte, Gomis (2007), por ejemplo, encontró en su muestra poca relación entre los 7 tipos de inteligencia, pero tampoco halló una inteligencia general en las áreas de trabajo investigadas.
En los estudios sobre inteligencia fluida e inteligencia cristalizada, igualmente se pone en práctica la teoría en las escuelas con sujetos sanos; no obstante, también se hacen comparaciones de desempeño con muestras diagnosticadas, a saber, sujetos diagnosticados con autismo de alto funcionamiento y síndrome de Asperger. Se obtuvo, entonces, un perfil intelectual superior de ambas inteligencias en los sujetos con síndrome de Asperger (Pérez - Rivero y Martínez, 2015). Por otro lado, los estudios coinciden en que se evidencia más la inteligencia fluida que la inteligencia cristalizada, debido a que hay más áreas de estudio que potencian este tipo de inteligencia.
Por último, las líneas de investigación sobre inteligencia emocional contaron con un promedio total de muestra de 795,25 sujetos evaluados. Como resultados obtenidos, Pineda-Galán (2012) encontró que la inteligencia emocional está significativamente relacionada con el bienestar psicológico. Por su parte, Díez y Sánchez (2017) sentencian que las personas con mayores niveles de inteligencia emocional tienen unas ventajas significativas en el manejo de las relaciones interpersonales en los contextos organizacionales, ya que influye positivamente en el desarrollo de las competencias laborales para la identificación de las emociones y el desenvolvimiento en las dinámicas propias de los equipos de trabajo como la comunicación, la negociación y las orientaciones hacia los objetivos (Duque, García y Hurtado, 2017; Espinoza, Terán, Arteaga, Peñaherrera y Jordán, 2017).
Las teorías que se han generado sobre la inteligencia y sobre sus aplicaciones en los contextos organizacionales (entiéndase que todos los escenarios sociales son organizaciones por su misma dinámica de confluencia humana) han permitido de alguna manera fundamentar la comprensión sobre las configuraciones de las sociedades. Las dinámicas sociales generan mutaciones en los enfoques teóricos que abordan la comprensión de los fenómenos humanos. En este sentido, es seguro que no se han agotado las miradas conceptuales y empíricas sobre las capacidades del hombre y sus evoluciones en las sociedades actuales.
Definir la inteligencia siempre ha sido punto de discusión para los expertos a través de los años y, a la luz del siglo XXI, lo confirma la cantidad de teorías que han surgido para tratar de definirla y explicarla.
En uno de los artículos de revisión estudiados en este trabajo, Villamizar-Acevedo y Donoso (2014) afirmaron que tal vez la cuestión vaya más allá que la simple denominación de la palabra “inteligencia”, sino más bien de los requerimientos de la cultura. Por ejemplo, en algún momento de la historia se realzaba la capacidad adaptativa (propio de la cultura que reconocía la teoría darwiniana); ahora se ha exaltado la capacidad de solucionar problemas, condición fundamental en una sociedad tecnológica y que avanza de manera audaz.
Dentro de los artículos y tesis revisados se notó que en el entorno donde más se han puesto en práctica las teorías en la actualidad es en las escuelas. Dentro de los resultados de la línea de investigación de Gomis (2007) y su evaluación de las inteligencias múltiples, son los maestros y tutores los que agrupan las capacidades implícitas (dentro de las que estarían algunas de las inteligencias propuestas por Gardner en una sola inteligencia general y sólo destacan la inteligencia interpersonal del alumno). Apoyando también los constructos de que aquellos que están por encima del promedio en pruebas psicométricas de inteligencia, son aquellos considerados inteligentes.
Todos los estudios han demostrado que las teorías tienen su parte práctica y que pueden coincidir cuando se trata de explicarlas. Como los estudios de Balluerka et al. (2013) y López et al. (2016) al demostrar que si hay depresión, hay baja inteligencia emocional y las puntuaciones de claridad serán bajas igualmente. Y los niveles de claridad y de regulación emocional son las que explicarían al fin y al cabo la depresión.
En definitiva, pues, parece que la inteligencia y sus teorías seguirán poniéndose en práctica, pero en este siglo se ha demostrado su efectividad, y los estudios que demuestran lo contrario, como el caso de Almeida et al. (2010) que con el objetivo de evaluar las inteligencias múltiples en una muestra de N= 294, encontraron que en vez de estar presente una inteligencia general, hay dos de estas. Estos resultados desafiaron la posición original de Gardner de rechazar un factor general de inteligencia.
Actualmente, la importancia de la inteligencia en nuestra sociedad hace que merezca la pena saber lo que se entiende por ella. Igualmente, sus teorías realmente sirven como la base de una evaluación cotidiana, así como de un entrenamiento de la inteligencia, porque las teorías pueden indicar aspectos del comportamiento inteligente que son necesarios entender más allá de las teorías que se encuentran disponibles (Villamizar-Acevedo y Donoso, 2014).
Es importante seguir explorando el concepto de inteligencia y cada una de sus aplicaciones en el campo organizacional, para buscar una mejor comprensión de la realidad de los individuos y generar escenarios que permitan su intervención y transformación. En este sentido, las organizaciones empresariales, educativas, políticas, sociales y demás, son susceptibles de ser analizadas en su componente humano para conocer las dinámicas y desarrollos de la inteligencia.
Finalmente, así podemos estudiar específicamente cada una de estas teorías en todos los espacios organizacionales y generar estrategias para el desarrollo de las capacidades y competencias de las personas.
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