Abstract
Todas las tardes veía morir el sol desde su hamaca, exhausto, al terminar la faena diaria. Su nieto, el único miembro de la numerosa familia que asistía a la escuela, le había leído en su última visita un texto que hablaba sobre el estado de los muertos. Las palabras del niño se repetían en su mente una y otra vez con cada vaivén de la hamaca. Lo arrullaban, le fueron cerrando los ojos. Soñó con el olor de la arena mojada, con los árboles gigantes que lo sobrecogían desde su infancia, con el canto de los pájaros. Todo lo contempló en absoluta serenidad. Una ráfaga de viento lo arrojó de bruces sobre el piso de tierra, pero él siguió durmiendo. Al día siguiente, el nieto volvió a visitarlo.Downloads
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